XI - "Fammi vedere, il inferno"

360 41 12
                                    

Como un cruel añadido a la demencial situación, Felicios dejó relucir desde su espalda unas anchas alas negras, impecables.

- ... ¿Qué... ?- murmuré débilmente, desconcertado.

Con mis piernas aún flaqueando por el terrible asombro, me incorporé y me le acerqué decidido.

- ¿Qué carajo sucede con todo? ¿Acaso estoy soñando? ¡Nada de ésto puede ser real!  - grité enfadado, turbado.

- ¿Piensas que nada de ésto es real? Pues te probaré lo contrario con tus propias manos. Vamos, extiende tu brazo. - propuso serio.

Desconfiado, lo miré quieto y sin ceder.

- Déjate de miradas recelosas y hazme caso, romano. Extiende el brazo tú mismo o lo haré yo por la fuerza. - advirtió.

Fruncí el ceño por su brusco trato, y dudoso, estiré mis dedos y acerqué el brazo hacia él. Sin previo aviso, tomó con fuerza mi mano y la posó sobre una de sus alas, enterrando mis dedos entre el plumaje. Sentí su textura, suave y liviana. Él podía moverlas y controlarlas a voluntad.

- ¿Dirás acaso que lo que tocas no es real? - preguntó con una leve sonrisa.

Al instante, con rápido movimiento, volví mi mano a su lugar. Estaba espantado.

- Parece que te has quedado sin palabras. -

- Eres... Tu no eres humano. - balbucí, distraído por la belleza atrapante de sus alas. Tenían un tornasol levemente azulado, azabache, como las de un cuervo.

- Esa no es ninguna novedad. - rió con obviedad y se encogió de hombros.

Lo miré ceñudo y entrecerrando los ojos, incrédulo de lo que sucedía.

- ¿Qué eres? ¿Qué es éste lugar? - pregunté confundido, luchando por respirar. El aire aún me hacía falta.

Él me observaba con una pequeña sonrisa, en silencio. Al muy maldito le divertía jugar con los pesares ajenos.

- ¡No te quedes ahí mirando! ¡¿Qué me está sucediendo?! - le grité, para luego toser y caer arrodillado al suelo. El aire, el aire... No podía respirar.

Antes, cuando Felicios notó que me faltaba el aire, mencionó que eran unos "cambios que sufría mi cuerpo". No lo comprendía.

Felicios me observaba de pié, ahora con fastidio.

- Ya deja de hacer escándalos, que no te vas a morir ni nada. Tu cuerpo se está acostumbrando al lugar, estarás bien. Confórmate con saber eso. - sentenció firme.

Al terminar, sus alas se expandieron y se balancearon de atrás hacia adelante, levantando polvo a su ritmo. La ventisca azotó mis cabellos y arrastró el polvo hacia mí, lo que hizo que tosa aún más.

Despegó sus pies del suelo, manteniéndose en el aire con el vaivén de sus alas. Y remontó vuelo hacia mí, que me encontraba a corta distancia de él, acercándose a toda velocidad.

Al ver que se me venía encima, abrí los ojos espantado y eché a correr. Pero fué en vano. Me tomó con ambos brazos y me cargó en su hombro. Quedé colgando hacía abajo. Me sostenía como a una bolsa de papas.

Comenzó a mover sus alas en un rápido vaivén, haciendo que el suelo se viera cada vez más y más lejos. El muy desgraciado apenas me sostenía con un brazo, por detrás de mis rodillas.

Al estar con mis caderas sobre su hombro, me encontraba prácticamente colgando, y el vaivén de sus alas alimentaba en mí un vértigo tremendo.

PARADISO (+21/GAY) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora