Apenas había comenzado la noche y la molestia que siento en mis pies comienza a manifestarse, siendo cada vez más notoria y perceptible. De no ser porque sería una de las mejores fiestas, o la mejor del año, quizá, estaría con mis clásicas zapatillas desgastadas pero cómodas. O hasta descalza. Consideré notablemente qué ponerme y qué no, pero la insistencia de mi mejor amiga había logrado dar de lleno con mi aceptación costosa ante el tema.
—Agradezcan que estamos yendo temprano, porque dijeron que podrían dejar gente afuera de tantas universidades que invitaron. ¡Vaya! No me quiero imaginar lo que va a ser ésto.. —dice Stace a mi lado, sin parar de hablar, mientras Chad conduce sin querer voltear y con vista fija a la carretera—. Despídete de encontrar estacionamiento fácil, o estacionar por algún lugar cerca.
—Ya estás arrepintiéndote de venir manejando.. —advierto a mi amigo, quien hace una mueca como si llorara. Ambas nos reímos por su expresión un tanto dramática, pero ajustada a las circunstancias dadas.
Efectivamente fue así. Lo que había anticipado mi amiga no había fallado para nada. Si bien nos demoramos lo suficiente para dar con un lugar lejano al que hacían la fiesta, y de estar más de quince minutos dando vueltas para encontrar un lugar en donde dejar el auto, fue haberlo dejado a veinte cuadras. Veinte tortuosas cuadras, en donde mis pies no iban a durar mucho más, con estos tacos de excesivos centímetros apenas cómodos pero convenientes. Incluso considero sacármelos por segunda vez en la noche, a medida que incremento el paso, pensando cuánto tiempo podría resistir y suplicando a que no me molestaran tanto al finalizar aquí. Soy consciente de mi pensamiento errado a la primera en la que lo considero, sabiendo a cuestas las pocas probabilidades de estar en lo cierto. Había dudado en qué ponerme, sí, pero ahora, con mis pies tambaleando y mi cuerpo ansioso, advierto que en la próxima ocasión no haré caso de lo que sea que quieran convencerme y traeré puesto lo que se me antoje. No dejaría de lado a mis zapatillas más que favorables.
—Ya casi llegamos —me alienta Stace.
—Qué bien. Difícilmente aguante si sigo así —expreso mientras me quejo, provocándoles un par de sonrisas. Caminamos un par de metros más y escuchamos la música proveniente de la quinta, a la que el comité de estudiantes había alquilado semanas atrás para organizar la fiesta. Estaba tan concentrada en maldecir los zapatos que traía, que no me había percatado de lo grande que es el lugar frente a mis ojos. Una quinta gigantesca, con pasto alto y parlantes estruendosos en cada esquina, reflejados en la entrada principal en donde el pasillo de ésta guiaba a todo el tumulto de gente a entrar, animándolos e incentivándolos con el aire festivo que mostraban. Busco la mirada de mis amigos y se encuentran igual de estupefactos, absortos en la inmensidad del lugar.
Apenas entramos, notamos el salón gigante transformado en una pista de baile con distintas luces de neón alumbrando. Algunas hasta apagándose y prendiéndose continuamente, dando lugar a un deje de los ochenta. Delante de mí, a tan solo escasos metros, doy con una barra larga al fondo, ocupada casi en su máxima capacidad. Personas entretenidas, inmersas en conversaciones divertidas y con sus bocas abiertas, dispuestas a reírse de lo que fuera. A tan temprana hora, el lugar comenzaba a llenarse. No quería imaginar hasta qué punto alcanzaría luego de un par de horas, de seguro tan rebalsado que apenas caberían los suficientes. Mis dos mejores amigos parecen pensar lo mismo que yo, porque por unos segundos cruzamos miradas coincidentes. De esas miradas cómplices, que hasta se te escapa media sonrisa sin notarlo.
La noche recién inicia, y sé cuánto está por venir.
Había escuchado conversaciones de esta ocasión varias veces. De lo que posiblemente sería, qué contratarían, y cómo se desarrollaría a medida que las horas aumentaran y la gente llegara. Se había hablado de una fiesta de despedida de cursada de un par de universidades, pero tenía que ser idiota si considero la cantidad de gente presente por el momento. La capacidad del lugar es tan grande como la de los comités de cada una de las facultades que participaron. Stace me agarra del brazo y me hace seguirla hacia la barra arrastrándome consigo. Me asombro de la cantidad de bebidas al ver las botellas apoyadas en la barra espaciosa. Dudo de hasta que un bar posea el mismo número. Estantes repletos, vasos llenándose, gente acercándose a pedir más.
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TUS LEMAS #1
Teen FictionSe encontraron sin buscarse, y se fueron sin despedirse. Lo que prometía ser una buena fiesta de despedida de año, termina siendo una locura. Una en la que Audrey se cruza con Aaron.. tan arrogante, seductor y jodidamente sexy. Lo que pasa en Las V...