Capítulo 5

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  —Por enésima vez, ¡no! —grito cuando mis amigos tratan de empujarme al mar.

  —Audrey, no puede ser posible. ¡Hacen treinta grados! Métete  —Chad me trata de empujar pero clavo los pies tan fuerte en la arena que comienzo a hundirme en ella y recobro la fuerza un momento después.

  —Ni que hubiera tiburones, ¿o sí? —me dice mientras sigo negando rotundamente, una vez más de lo que va la hora entera que estamos en la playa. Ellos se rinden y me sueltan los brazos, aunque todavía sigo con las piernas clavadas en la tierra mojada sintiendo leves cosquillas cuando el agua alcanza la orilla y se me enfrían aún más los pies—. Son solo unos metros.

  —No hay caso, Chad  —escucho a mi mejor amiga rescindiendo por fin después de sus frustrados e imposibles intentos. Ella alza las manos al cielo.

No es tan trágico que no me guste el mar, aunque sí lo parecía para ellos. Desde chica no me gusta. Nadar nunca fue lo mío, y tampoco me empeñé en dedicarle el tiempo suficiente como para que lo sea. Logra ponerme tan nerviosa que termino hundiéndome. Mis padres me mandaron a clases de natación para que el temor que seguía sintiendo a medida que crecía se esfume, y más que una vez. Pero había tenido una negación desde el principio.

No era sorpresa saber que no lo lograron.

  —Mejor hagamos castillos de arena, ¿te parece? —propone humorística.

Cuando escucho a Stace decirlo me río mientras salgo de la orilla y camino a donde habíamos dejado las cosas. Ella me abraza y me dice que no tengo caso a lo que sigo riéndome mientras le devuelvo el gesto. Los tres nos sentamos y yo estiro la manta para acostarme. Si bien el océano nunca había logrado llamar mi atención, si lo han hecho los libros. Reiteradas veces traigo muchos de ellos para pasar el día y recostarme en la arena.

  —El sábado hacen el fogón en la playa, esa fiesta que organizan los guarda vidas.. —habla de repente Chad, avisándonos mientras trata de recordar con exactitud el evento.

—Oh, ¿la que ponen carpas? Siempre quise ir con ustedes —interrumpe emocionada mi mejor amiga—. En realidad siempre suelen ser las mismas siempre. Fui a una con mi prima, pero me aburrí la noche entera porque no nos llevábamos muy bien. En cambio, ustedes hacen que sea más divertido.. sobre todo cuando nos cuidas, ¿no, Chad?

Él nos fulmina con la mirada rindiéndose ante el hecho de que sabe que es verdad.

—Por mí mejor. Mientras menos tiempo esté en el complejo, me anoto —contesto luego y me echan una mirada fugaz, conteniendo la risa.

—¿Problemas en el paraíso de la mansión Jones?

—Si le llamas paraíso a tener que..

  —¿A tener que verle la cara al hombre con el que te has besuqueado una noche entera y se quedó loco contigo, todos los días? Sí, ese paraíso —bufo al escucharla—. ¿Qué, lo vas a negar? Por lo que nos contaste no tiene intención de dejarte en paz. Por lo menos por un buen rato.

  —Claro que sí voy a negarlo. El otro día me despertó..

Otra vez vuelvo a ser interrumpida.

—Alto ahí, ¿pudo despertar a mi amiga Audrey Bell? ¡A la mier..  ¿Qué te ha hecho?

Sus gritos me aturden y las miradas cómplices entre ambos son molestas, sin mencionar que ha sido la tercera vez en la que me cortan y no puedo terminar con lo que trato de decir. Todo tiene explicación si se me da el tiempo y espacio para explayarme. 

  —¿Pueden dejar que hable?  —pregunto exhausta. 

  —Es que no escuchas todos los días que alguien sea capaz de despertar a tu mejor amiga —cuando estoy a punto de responderle, ella me mira maliciosa.

TUS LEMAS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora