La saga de Naruto, al igual que todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto. Gracias por leer.
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Ya eran dos los años que la dulce e inocente Hinata estaba casada con un hombre al que amo durante toda su vida, un hombre alto, rubio de ojos azules que la hacía perder el sueño... Pero también las ganas de vivir.
Felizmente casados, o al menos eso pensó ella, compraron un lindo piso en el centro de Tokyo. El piso estaba en una cuarta planta, y dos plantas más arriba vivían Temari y Shikamaru, los cuales se habían casado hace ya un año. Los dos enamorados entraron a su piso, no era muy grande pero se las podían apañar con un salón, un baño, una cocina espaciosa y dos habitaciones. Todo era perfecto. Él era considerado, amable, respetuoso y siempre que llegaba a casa de su trabajo como empresario importante de una empresa de Téxtil, aún exhausto sacaba tiempo para estar con la mujer con la que había decidido compartir su vida. Se tomaban un baño juntos y luego cenaban viendoel televisor para más tarde acostarse y... amarse durante toda la noche.
Los años pasaron, ya hacía dos años que la feliz pareja vivía en ese piso, pero... no era lo mismo. Él cuando venía del trabajo sólo la miraba y le pedía que le preparara las cosas. "-Hinata, prepárame el baño y la cena, estoy cansado-". Ella, con los ojos tristes, cada día le decía "-Sí cariño-". Tomaba el baño él sólo mientras ella preparaba la cena. "-Mi amor ¿Te apetece que te haga pollo en salsa de almendras y nos lo comemos juntos?-" preguntaba con una sonrisa pero él cada noche con la mirada fría que ella odiaba contestaba "-No, hazme un ramen que es más rápido-". Como siempre ella contestaba "-Sí... cariño-". La noche, desde hace dos años era siempre la misma, ya no se amaban como cuando se casaron, ya no hacían el amor cada noche como antes... Ya no pasaba nada. "-Mi vida... Necesito que me des cariño...-". Decía ella mientras acariciaba el rostro de su amado rubio. "-Hinata, estoy agotado, déjame dormir-". Acto seguido se daba la vuelta y se tapaba con la manta.
Cada día lo mismo, siemrpe igual desde hace dos años, cuando él se iba a trabajar y ella no tenía que salir a hacer la compra, se quedaba en casa sola esperando a que llegara, y miles de lágrimas recorrían sus rojas mejillas, sus ojos empapados y su cuerpo tembloroso, estaba nerviosa por no saber qué hacer, no saber si algo había fallado en su matrimonio. Desde que le confesó su amor a Naruto en aquel parque delante de Kakashi y Sasuke, él la amo con toda su fuerza, y ella se sintió feliz, feliz de tener al hombre al que ama a su lado por fin... Pero ella no quería esto, no quería que su matrimonio se destrozara... La pena es que ya estaba destrozado.
Pasaron los meses, ya era primavera, dentro de cinco semanas harían tres lindos años de casados... Bueno "lindos". Ella, como siempre, en casa sola llorando pensando en que quizás era ella el problema, no le trataba como una buena esposa, no le daba el amor necesario... No era buena chica. Pero el timbre sonó e hizo que Hinata se sobresaltara. La bella morena se dirigió a la puerta, abrió y se encontró con un muchacho moreno de ojos negros con las cejas muy grandes. "-¡Buenos días! ¿Es usted la señorita Hinata Uzumaki?-". Le preguntó el tierno joven, a lo que ella asintió simplemente con su mirada triste, intentado no sumirse en sus pensamientos. "-Verá señorita, soy de la floristería Tokyo Rasimer y me han dicho que tiene como diecinueve ramos de rosas que no le llegaron ¿No es así?-".Preguntó el moreno. "-¿¡Di...Diecinueve ramos de rosas!-". Incrédula y con los ojos abiertos como platos el moreno intuyó que era cierto lo que le habían dicho. "-Bueno, las tenemos todas guardadas cuidadosamente ninguna de ellas está marchita ni estropeada, si quiere podemos traérselas-" Dijo el ojinegro. "-Oh no... no es necesario-". "-Llevan tarjeta-".
Eso fue lo que le hizo a la ojiblanco tener curiosidad..."-Está bien, envíenmelas entre hoy y mañana-". Dicho y echo, las flores fueron enviadas a las nueve y diez de la tarde, justo cuando empezaba a amanecer. Ella, muy feliz, abrió todas las tarjetas que contenían las rosas, cuál de ella la más bella. Los ramos eran de todo tipo de colores, pero siempre predominaba su color preferido, el lila. Las tarjetas contenían hermosos poemas escritos a mano, con una ortografía y una letra excelentes, siempre firmados por "Admirador Secreto" precedidos de un "Te amo". Ella, sintiéndose mal, pero a la vez bien, abrazó la tarjeta que tenía en la mano y lloró, pero por primera vez en muchos años lloró de alegría, alegría de sentirse querida por alguien que, aunque estuviera lejos y no sabía quién era, la amaba. Se sentía dichosa, recuperó la sonrisa que años atrás había perdido gracias a un desconocido. Jamás podría agradecerle lo que le había hecho.