Oikawa rechazó unas cincuenta veces a Ushijima durante los años que lo conoció.
Bueno, quizá cincuenta era exagerar, pero si fueron muchas. Al principio con toda la frialdad posible y por qué mentir, disfrutando ver su ceño fruncido y casi escuchando su corazón romperse cada vez que él decía NO.
¿Y después?
Después se enamoró.
Como esas veces en que la persona a la que le gustas termina gustándote, porque aunque tengas una lista larga de opciones y de bombones muriendo por ti, tal es el caso de Oikawa; de alguna manera ESA persona comienza a estar presente en tu vida. Y no es que te obligue a que lo quieras, o que la lástima impulse tus nuevos sentimientos. Sino que empiezas a notarlo, cada vez con mayor insistencia, y llega el momento en que no desaparece de tu mente.
Porque sin darte cuenta pasas de la indiferencia a la curiosidad, y luego ya estás viendo de reojo sus cejas gruesas, su mentón definido y orgulloso sin llegar a la soberbia, su espalda ancha. Pasa un tiempo y no solo estás deseando que su mirada intensa se clave en ti como siempre lo hace. Sino que cuando notas un ligero desinterés de él, lo buscas, pasas enfrente de él, lo miras como llamándolo con la mente, y lo deseas. Lo deseas de forma carnal, pero también de forma romántica.
Un poco de ambas. O tal vez demasiado de ambas.
Pero hay un problema. Como cualquier persona con su historia de amor, tal vez eso tenga un lindo final y felices por los meses, o los años que dure la relación. Pero qué pasa cuando no eres precisamente... humano.
Oikawa siempre tuvo juguetes, mujeres y hombres deseables con quienes jugar una noche o dos. Pero no fue así desde el inicio. Alguna vez también se enamoró, como ahora, y aquello no terminó bien.
Después de todo, qué puede resultar cuando un vampiro se enamora. Nada bueno.
Los humanos son fugaces, tan fáciles de romper, tan mortales. Que no duran el tiempo suficiente para que un vampiro lo ame con toda su intensidad, porque para eso hacen falta siglos. Porque un vampiro ama y ese lazo es tan fuerte, que cuando es correspondido, se vuelve un acto imprescindible otorgarle la inmortalidad al humano, de lo contrario, el vampiro vivirá herido durante cien años. Literalmente.
Una herida se abre en su pecho, y un siglo después se cierra, como un capullo que puede volver a florecer, pero también a ser exterminado después de hacerlo.
Por eso Oikawa se negaba a dejar que Ushijima calara tan profundo en su vida. Sabía que era correspondido pero las palabras todavía no estaban dichas. Hacía falta un pacto de fe y sangre. Uno en que ambos expresaran lo que sentían, sin cabida a las mentiras y falsedades.
Si Oikawa decía sí, no solo debía revelar su verdadera naturaleza, sino que también tendría que pasar por toda esa agonía.
No era capaz ni de llevar una herida de cien años, pero tampoco de transformar a Ushijima en un No muerto.
Porque tenía sueños. Sueños mortales, como cualquier otro. Y para los vampiros no existen esos lujos. Ellos deben acatar una serie de absurdas normas ancestrales, que les impiden establecerse en ningún lugar, para no levantar sospechas, y eso incluye dejar fuera cualquier plan de vida como todos los humanos. Todos deben repetir una y otra vez, el ciclo al que están obligados por la edad que aparentan. En el caso de Oikawa, cursar la preparatoria repetidas veces, en diferentes lugares del mundo.
No podía arrebatarle eso a Ushijima. No cuando al hablar, muy escuetamente por supuesto, de sus planes a futuro, le brillaban los ojos, aunque su cara fuese la misma gárgola de piedra de siempre. El inventario de Oikawa dictaba que el grandulón tenía ese brillo cursi y tontorrón solo en tres circunstancias, con el volley, al hablar de su futuro como jugador profesional, y al mirarlo a él.
Así que definitivamente el castaño tendría que apretar su corazón y olvidarlo... dejarlo ser libre y vivir su eternidad vampírica como hasta ahora, de cuerpo en cuerpo, sin acariciar ni una sola de esas almas ansiosas por conquistarlo.
—Ushiwaka-san, Tooru y yo somos vampiros, él lo ama, dígale por favor que deje de ser tan dramático, solo tienen que resistir un tiempo el repudio del Consejo Regulatorio, pero no los matarán, cada vampiro es valioso para ellos. Ah, también Mattsun lo es, pero por favor guarde el secreto.
Y así fue como su traidor amigo lo abandonó en medio de una confesión que nunca debió pronunciarse.
—Makki —masculló con rabia y agachó la mirada, tratando de poner una cara de "Fue broma, tienes que ser un estúpido para habértela creído". Y después negarlo todo, tomar un vuelo a Suecia y buscarse otros amigos menos traicioneros.
—Ya veo... —el ceño fruncido del capitán se pronunció y miró fijamente a Oikawa, pasando unos segundos, comenzó a caminar alrededor de él, examinándolo y haciendo ruiditos raros. Lo cual descolocó por completo al castaño, arruinando su momento de reírse como loco y largarse—. Pero no brillas como el Cullen.
—....
El capitán de Aoba dejó salir un pesado suspiro y evitó rodar los ojos porque igual se le quedaban pegados y ya nunca podrían volver a la normalidad.
Y sonrió.
—Ushiwaka, te amo, y definitivamente no voy a sentirme culpable por robarte tu futuro, ahora sé mío, estúpido simio gigante.
||--||--||--||
Este drabble fue escrito para el Torneo organizado en el grupo Haikyuu Yaoi.
Ganador de la primera ronda.
Dedicado al Team UshiOi y a todas las personitas que amen a esta pareja.
¡Gracias por leer!

ESTÁS LEYENDO
One for One.
AcakEsto será una serie de drabbles y one-shot dedicados al UshiOi. La mayoría basados en fanarts o imágenes bonitas encontradas por ahí. Soy amante del AU, así que es probable que lo que más encuentres aquí sean universos alternos, pero también me esf...