Madrugada del 12 de febrero.
6 meses después.
— ¡Alondra!
La oscuridad de esa noche no era normal, el viento soplaba con ferocidad entre los árboles produciendo un sonido silbante, aterrador e inquietante. Una angustia peculiar nació en el pecho de Manuel llevándolo a despertar de golpe bañado en sudor y gritando el nombre de Alondra, ¿una pesadilla? Quizá, pero el hombre ya la había olvidado.
Volvió a recostarse intentado apartar la sensación de que algo o alguien lo miraba, cerró los ojos, concentrándose sólo en el sonido de su corazón, eso siempre lograba relajarlo, pero esta noche era diferente lo podía sentir e inclusive oler, un hedor inusual a perro muerto que se colaba por las rejas de las persianas inundado la habitación con su pestilencia. Así pues, terminó levantándose de la cama al tiempo que miraba el reloj de techo: Las tres de la madrugada, demasiado tarde, aún así decidió llamarla necesitaba saber que estaba bien.
—Vamos, contesta mujer —murmuró escuchando con atención cada largo sonido intermitente.
Después de la quinta llamada, la cual, como las anteriores volvió a terminar en el buzón, suspiró no era la primera vez que tenía pesadillas graves, ni que Alondra no respondía el teléfono. Al final decidió volver a la cama a la mañana siguiente tenía que ver a una paciente a las nueve, y justo se trataba de Elena.
Mañana del 12 de febrero.
—Buenos días Clau —saludó a su secretaría, la cual al verlo entrar cerró con rapidez la ventana del chat—, ¿ya está aquí Elena?
—Aún no doctor —respondió la mujer fingiendo transcribir documentos en su ordenador.
—Qué raro, ¿avisó que no vendría? —indagó mirando el reloj, 9:15.
—No, pero... no olvídelo, son sólo chismes —dudó haciendo un ligero movimiento de mano.
Manuel la miró con atención, mientras mentalmente contaba hacía atrás diez, nueve, ocho, siete...
—Está bien, se lo diré...—soltó sin poder aguantar el tremendo chisme tan jugoso—. Resulta que una conocida mía vio ayer por la mañana a la señora Catalina Lozano entrar al juzgado, junto con el licenciado López. A las horas salió Elena llorando como magdalena.
Un extraño escalofrió recorrió la columna del psicólogo haciéndolo estremecer. Un fragmento de su olvidada pesadilla se deslizó desde su subconsciente: La mujer corría esquivando los enormes árboles intentando escapar del extraño lobo gris que la seguía de cerca a una asombrosa velocidad. Tenía la respiración agitada, desde sus raspadas rodillas escurría un viscoso líquido carmesí, gritaba el nombre de Elena...
— ¿Doctor? —Llamó la mujer sacándolo de golpe de sus pensamientos—, ¿pasa algo?
Manuel miró un momento a la regordeta empleada, negó con la cabeza y sin más entró a su despacho. La tarde transcurrió de modo normal sin embargo, un extraño presentimiento le tenía atado los pensamientos lejos y entre consultas se dedicó a atascar la contestadora de Alondra con mensajes llenos de preocupación. Recordó el enorme tomo de su abuela, ¨Simbología de los animales¨, donde el lobo era relacionado con la fuerza y protección. A pesar de su escepticismo debía reconocer que el sólo pensar en esa parte del sueño aumentaba su ansiedad.
A las 6 pm. Ya estaba desesperado, para ser un hombre de ciencia esa pesadilla le estaba pesando demasiado al punto de llevarse gran parte de su energía.
—Doctor, ¿se le ofrece algo más? —preguntó la secretaría dirigiéndole una mirada de preocupación.
—No, puedes retirarte. Nos vemos el lunes Clau —respondió de manera fresca.
Sin más tiempo que perder Manuel tomó sus objetos personales que consistían en: Una caja de cigarrillos (aunque hace tres años que había dejado por completo el tabaco tenía la manía de llevarla a todos lados como lo hacía su difunto padre), billetera, las llaves del departamento junto con las del auto y el antiguo reloj de oro de su padre, el cual, por costumbre siempre se quitaba antes de comenzar las consultas, eso alejaba la tentación de estar mirando la hora a cada momento haciéndolo más que nada por respeto a sus pacientes. Prefería accionar el cronometro que le anunciaba con un leve pitido el fin de la hora.
Intranquilo salió del viejo edificio, lo recibió una fría brisa propia de los locos días de febrero, el cielo estaba gris y a lo lejos vio como un fugaz rayo se dibujaba de una manera sublime y una vez más percibió ese olor, parecía perseguirlo. Se montó en su Neon plateado y pisando a fondo salió disparado rumbo al lago.
La lluvia lo recibió de forma pausada mientras el Sol caí a lo lejos. La paz de ese lugar se antojaba en exceso, sonrió al recordar sus encuentros fortuitos con Alondra, la evocó parada sobre el frágil puentecillo de madera concentrada en el lienzo, sumida en la inspiración mientras sus largos dedos trazaban avilés pinceladas atrapando para siempre algún atardecer.
Con paso firme se encaminó a la casa presionando con fervor el pequeño timbre, el que en seguida resonó en un suave cantar de exóticas aves seguido de un largo silencio lleno de expectativa.
— ¿Señor Manuel?
La voz de la empleada de servicio llegó de modo inesperado.
El hombre se giró un poco sobresaltado por el repentino llamado que rompía con el sepulcral silencio del lago.
—Laura, ¿has visto a Alondra? —preguntó angustiado.
La mujer mayor dudo un momento, sentía pesar por ese par de niñas huérfanas pero le había pagado bien y ella necesitaba ese dinero con urgencia.
—Salió, tenía asuntos pendientes. La casa está sola —respondió entre tartamudeos y sin verlo a los ojos.
— ¿Y qué haces aquí? —indagó tan conocedor de las personas como su profesión lo exigía.
La mujer rascó su cabeza, removiéndose un poco y finalmente respondió.
—Pues...vine a limpiar.
Manuel la miró un momento era obvio que mentía, pero, ¿por qué? Cansado de eso comenzó a caminar hasta la puerta trasera la que para su sorpresa se encontraba abierta por completo.
— ¡No puede entrar!
Escuchó que Laura gritaba a sus espaldas, pero él ya había entrado y entre tanteos en la oscuridad encontró el apagador.
El suave clic retumbó haciendo eco, iluminó mostrando al momento el caos en su totalidad.
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La sombra de Babaal
Mystery / ThrillerBabaal es un pequeño pueblo a las afueras de Durango, rodeado por un extenso y oscuro bosque, el cual, lo convierte en un lugar frío, carente de luz y lleno de sombras. La desaparición de las hermanas Montesco, más la inesperada muerte de su abuela...