Capítulo VII

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Este silencio infinito me tortura sin ninguna clemencia. Voy a enloquecer si me dejan encerrada por mucho más tiempo. No importa cuánto me aseguren que esto es un breve descanso, ¡no!... soy su prisionera y nadie podrá hacerme cambiar de parecer. Ni siquiera mi tío.

Por primera vez detesto otro color además del gris. El blanco satura mis pupilas, me pone frenética, hace que mis ojos ardan en búsqueda de alguna variedad. Solo abren la puerta para dejar la bandeja con comida y entregarme la medicación, nada más.

No hay palabras, no hay indicaciones... No sabría decir qué es lo que me están dando, ni para qué sirve. A veces siento que el mal humor disminuye, otras, me embarga una constante quietud, conformándome con la nada misma en la que está sumergida mi vida. No obstante ahora cualquier efecto se desvaneció, dándole paso a una desmedida angustia.

Me miro en el espejo y mi reflejo me asusta. Tengo los rasgos demacrados, la piel entre pálida y verdosa, asaltada por el castaño contorno de mis cejas. Unas ojeras enormes no me perdonan, muy a pesar de que paso la mayor parte del día durmiendo. Hasta mi cabello perdió su brillo habitual.

Tal vez se deba a que las pesadillas no dejan de atormentarme, siempre con los mismos monstruos asesinos, el pasto, el lodo y el hedor de los cuerpos pudriéndose. Puede que esa sea una causa más, por la que me siguen manteniendo encerrada. ¿Por qué? ¿ Por qué no puedo deshacerme de esos sueños?

Froto mi frente con demasiada fuerza... sé que elegiría vivirlos una y otra vez, si al final de todo el horror puedo verlo a él. Es el invento más hermoso que mi subconsciente me pudo regalar. Aunque sé que no es una persona real, cuando estoy cerca suyo algo se agita dentro mío, mi corazón vuelve a latir haciéndome sentir que al fin estoy en casa. Siempre lo encuentro observando las estrellas, como si en ellas se encontrara la respuesta a un misterio sin resolver. Su cabello oscuro como la noche misma, le cae rebelde sobre sus ojos marrones. Sus labios, sus manos, su piel...

Todo él me llama.

No sé si para curarme o para destruirme, pero cada vez que intento tocarlo se esfuma como si no fuera más que un simple fantasma, una alucinación.

Frunzo los labios con molestia, me desespera saber que aunque quisiera no podría encontrarlo.<<Moran>> susurra mi molesta consciencia. Él es real, me quiere desde que tengo memoria y además no podría negar que siento una fuerte atracción por él.

Pero sería imposible engañar a mi corazón. No puedo amar a nadie con el alma hecha cenizas. No sé cuándo, no sé cómo... pero hubo un incendio que acabó con todo lo que era, hubo alguna vez, un fuego que me consumió hasta los cimientos.

Camino en círculos por el centro de la habitación, no aguanto más la farsa, no se me da bien esto de la actuación. Decido que tomar el sedante que traen con la cena es una buena elección, prefiero dormir a tener que pasar más tiempo observando la nada. Viene a la cabeza el abrazo que Moran me dio antes de irse.. y su promesa: -Vas a ser feliz Olive. Me voy a encargar de que eso suceda .

Alzo mis ojos en una plegaria, que acabe pronto esta tortura.

Devoro la comida como si no existiera un mañana. El aburrimiento hace crecer mi apetito de una forma considerable. Además no puedo darme el lujo de estar débil, necesito restaurar mi organismo recuperando mi vitalidad.

Por segunda vez siento frío dentro de las instalaciones. Pienso en pedir que traigan otra manta, pero recuerdo que mientras menos los moleste más puntos a mi favor tendré. Abro el armario y saco mi chaqueta; la misma que siempre logra desvanecer el frío en mi cuerpo.

La habitación pareciera encogerse con cada minuto nuevo que transcurre. No hay decoraciones, ni colores en los que poder descansar la vista, sólo un armario empotrado a la pared, una tonta mesita de noche y el cuarto de baño, además de la cama. Podría ser peor, sin embargo y comparado con el resto de las instalaciones, podría ser mucho mejor sin lugar a dudas.

Cuando menos lo noto, la medicación comienza a hacer efecto en mi sistema, las piernas van cediendo y la cabeza me da vueltas.

Lo más extraño es que no dejo de castañear los dientes, debió romperse la calefacción ¿O son las drogas que me dan? . Me recuesto sobre la cama y me dejo ir lentamente, necesito no pensar en nada más.

El terreno está resbaloso, las hojas crujen bajo mis pies con cada paso que doy. No logro ver nada, solo musgo y mugre a mi alrededor.

Tengo miedo, las piernas me tiemblan y apenas puedo susurrar.

La llamo pero no responde ¿Por qué me dejó sola?

Lo intento otra vez -Mamá ¿Dónde estás?- pero sigo sin conseguir una respuesta.

Tropiezo y ruedo sin parar hasta chocar contra un árbol, la cabeza me duele debido al golpe. -¡Mamá !- grito sin saber.

Entonces aparece él, pero ésta vez me sacude mientras me ordena -Tienes que despertar.

-No puedo, sigo sin encontrar a mi mamá

Sus ojos no se ven igual que siempre, hay algo extraño que me asusta.

-Despierta Olive. ¡Despierta!- me grita antes de echarse a correr.

Abro la boca para respirar porque siento que me quedo sin aire. Un pitido insoportable atraviesa la habitación y destroza mis oídos. Algo parecido a una alarma. Trato de prestar atención pero todos mis sentidos siguen dormidos, la cabeza me da vueltas y no me deja pensar con claridad.

Afuera, los gritos se hacen cada vez más fuertes. Creí que había despertado, pero debo seguir en la pesadilla... ¿O no? Intento pararme pero me doy cuenta que estoy paralizada, me cuesta mucho moverme aún. El sueño es tan real que comienzo a transpirar; se escuchan ruidos en el pasillo, golpes, llantos ¿Disparos?. Siento un clic y la puerta enciende la luz verde, alguien pasó la tarjeta para venir a sacarme.

-Acá hay otra-grita el hombre de mis pesadillas o alguien más.

-Rápido-le responde otro -Se activaron los sensores Malco, tenemos que volver. Llévate a la perra y no tardes.

Mientras más se acerca más quiero huir, pero mi cuerpo no responde, no puedo ni gritar. Su olor me revuelve el estómago, tiene la ropa llena de barro y sangre. Su rostro no parece humano, mas bien se asemeja al de una bestia.

Trato de escapar y solo logro caer de la cama tirando la bandeja con el vaso y algunas pastillas al piso. El hombre ríe, disfrutando de la escena, mirándome como si me fuera a triturar. Comienza a arrastrarme por el suelo, pero aprovecho el impulso y tomo un pedazo del vidrio que quedó del vaso. Cuando me carga lo guardo en el bolsillo de la campera sin que lo note.

Sé que es inútil, sé que las drogas tienen domados todos mis reflejos, pero debo intentarlo.

Cuando salimos de la habitación el horror me atraviesa por completo. Sangre impregnada en todas las paredes, cuerpos desparramados por todos lados. Los ojos de la doctora abiertos de par en par; donde antes había un bello rostro, ahora no hay nada más que un vacío total.

Entonces comprendo que estoy despierta y que todo lo que está pasando es real.

Las lágrimas ruedan por mis mejillas y no las puedo frenar, mientras voy rumbo al verdadero infierno.

*Las estrellas brillan hasta en la noche más oscura*Deja tu comentario si te está gustando la historia.

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