Capítulo XIII

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Malco sonríe maliciosamente mientras forcejeo para apartarme de su agarre. Duele, demasiado.
Su aliento a muerte invade mis fosas nasales, ahogándome.
—¿Pensaste que escaparías de mí?— niega con la cabeza.
Aprieto los ojos con fuerza hasta que su imagen desaparece.
La sangre cae sobre mi rostro como lluvia y sé que su garganta está abierta de par en par.
Grito.



—¡¡Olive!!— me sacude Treep.
Abro los ojos pero la oscuridad cubre todos mis sentidos.
Tengo la boca seca, los puños cerrados tan fuertemente que las uñas se me entierran en la palma.
—Si continúas gritando van a encontrarnos— me advierte.
Toco mi frente, estoy bañada en sudor, pero el resto del cuerpo sigue helado.


Una pesadilla. Eso es todo.                                                                                                                                    Malco está muerto, Treep se había encargado de ello.

Muevo las manos en el aire a tientas y encuentro la suya.
—No voy a poder dormir, al menos no con todos esos fantasmas rondando mi cabeza— trato de imaginar sus ojos del color de la hierba brillando con desconcierto.
Su silencio se siente como una bofetada, puedo notar como arde mi rostro por la vergüenza.
Sin embargo su mano sigue en el mismo lugar, sujetada aún por la mía.


«Estoy loca» gruño en mi contra.
No sé nada sobre él, ni de dónde viene, ni a qué se dedica.
¿Por qué esos hombres lo tenían prisionero?.
Mis pensamientos son interrumpidos por su roce, agradablemente tibio.
Su costado choca con el mío y no refreno las ganas de inclinar mi cabeza sobre su hombro; sorprendentemente no me aleja.


Me sumerjo en el sentimiento de paz en el que me envuelve su cercanía.
El sol atrayendo a un planeta a su órbita, así se siente.
Podrían contarme las peores cosas sobre él, que en éste mismo instante no las creería.
Sé que no es normal la forma en la que actúo, sin embargo la situación extrema en la que me encuentro es el motor que me impulsa.
Y él claramente es todo lo que no es normal.
No emite ninguna palabra, sin embargo su calor me ayuda a regular los latidos de mi corazón, a tal punto que mis ojos comienzan a cerrarse nuevamente.



Bostezo mientras estiro los brazos. El cuello me duele horrores por haber mantenido la misma posición toda la noche.
Me pongo de pie de un tirón al descubrir que algunos rayos de luz se filtran dejando al descubierto nuestros cuerpos.
Hecho un vistazo a las prendas extendidas en el suelo, sopesando la idea de quedarme en ropa interior, porque me dan escalofríos las manchas oscuras de sangre que se deslizan como arabescos entre la mugre.


Doy la vuelta y veo a Treep removerse contra la pared de tierra y raíces que se encuentra a su espalda.
Me basta por completo para agarrar la ropa y vestirme en un segundo, veloz como nunca antes.


Sus facciones severas se suavizan mientras duerme.
Intento despabilarlo para que sigamos nuestro camino y descubro que está volando de fiebre, por eso su cuerpo daba tanto calor.


Todavía no le pierdo el miedo del todo, pero es mi única ayuda en medio de esta... ¿ Nada?.


Levanta los párpados muy lentamente como si estuviesen hechos de iridio.
Le toma unos segundos reaccionar y darse cuenta de lo cerca que estamos.
—¡¡Maldita sea!!— se reclama a sí mismo— Ya deberíamos haber avanzado un buen tramo.
—Esa herida se ve muy mal, hay que limpiarla— afirmo sin dejar de observarla —Necesitas que te atienda un doctor.
Ríe, pero de forma sarcástica.
—No sabes lo que dices— lo enfatiza tanto que me genera cólera.
—Claro que no lo sé. ¿Qué crees? Ayer fui secuestrada por unos hombres que jamás había visto en mi vida. Me trajeron a un lugar que no sabía que existía. Solo quiero volver a mi casa y no sé si eso sea posible— casi creo conmoverlo, hasta que vuelve a abrir la boca.


— ¿Qué crees?— repite mi pregunta —ya no lo es.  No te dejarán entrar después de haber estado expuesta.
Forcejea con el pantalón mientras mi mirada lo fulmina.
—¿Expuesta?— la garganta se me cierra.
—Si, expuesta. Bienvenida a la jungla, donde el más fuerte sobrevive- dice abriendo los brazos —Nadie que sale vuelve a entrar, al menos no entero.
—Te equivocas— lo desafío —Yo misma soy la prueba. Esos hombres ingresaron al centro.
—Es la primera vez que los saqueadores logran entrar— sus palabras de desprenden de sus labios con aspereza— algún contacto dentro del Arca los ayudó. Pero jamás permitirían que vivieran entre ellos.


El Arca.. ¿Expuesta?, ¿Qué rayos es todo esto?, quiero llorar por la desesperación pero me trago las lágrimas porque no voy a darle el gusto de desmoronarme frente a él.


—Tendrás que explicarme mejor— frunzo los labios con desaprobación.
—Tendrás que bajar el tono de tu voz si quieres seguir con vida— replica — debemos llegar cuánto antes con Orión. Si piensa que sigo en mano de los saqueadores irá tras ellos.


«Orión» repite mi cerebro.


Una inexplicable agonía se esparce como veneno por mis venas.
Sacudo la cabeza para salir del trance, Treep está perdiendo la paciencia y no puedo darme el lujo de que me abandone.



El sol me hace picar la piel, es sumamente intenso el alcance que tiene en esta zona. Muy diferente a los débiles rayos que se filtran en mi ciudad.
De día el paisaje sigue siendo igual de aterrador, los árboles parecieran haber sufrido algún tipo de mutación, superpuestos unos sobre los otros, con troncos más bien lisos.
Las hojas de un verde intenso son suaves al tacto, como si tuvieran vellos microscópicos.


—Solo pisa donde yo lo haga— me suena a frase trillada, pero igual obedezco.
En cada tramo observo el terreno en busca de alguna desagradable visión, después del hallazgo de los restos de Alessa, el miedo se hizo mi fiel compañero.
No hay que subestimar el peligro, menos en un lugar así.


Una sed irrefrenable avasalla mis sentidos, me debilita. En el centro del estómago palpita un dolor constante: hambre.
Podría devorar dos platos enteros de ese puré que me servían en el centro,
ese mismo que yo llamaba " insulso" entre risas.


No es momento de pensar en la comida le indico a mi cerebro, como si de alguna forma mágica interrumpiera las señales que le envía a mi cuerpo.

Treep mira sobre sus hombros para captar si le sigo el ritmo.
Su cabello castaño claro, roza el rubio por una línea muy fina.
Lo lleva corto en los costados y más largo en la zona del flequillo.


Es guapo. Mucho.


Sacudo mi cabeza, un pensamiento tonto e innecesario para el momento que estoy atravesando.
Bien podría ser un asesino, declaro para poner distancia.


Su voz hace eco en mis oídos cortando mi ensimismamiento.
—No te muevas— susurra con una mano frenando mi avance.
Estiro el cuello levemente sobre sus hombros para observar.


<<Vamos a morir>> pienso una vez más, mientras el gruñido del animal retumba en el aire.


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