Capítulo XV

53 15 4
                                    

Un silencio sepulcral invade mis latidos.
La cabeza me duele horrores, mis extremidades todavía permanecen algo entumecidas por el ... sedante. En medio de la confusión voy recordando poco a poco los últimos acontecimientos.
Subo la mano hasta el cuello por puro instinto, rascándome la zona donde impactó el dardo y un hormigueo incesante me atraviesa de pies a cabeza.
Hace mucho frío, tiemblo, pero aún no abro los ojos.


—Tranquila— proviene del lado derecho. O al menos eso creo.
Un roce en el pómulo me hace reaccionar lentamente.
La visión es un tanto borrosa debido a que continúo adormecida y me cuesta demasiado desvanecer la ensoñación en la que me encuentro sumergida.


Gris. 

Es el único color que logro reconocer. Otra vez ese estúpido color, pienso en mi interior.
Presiono los ojos con fuerza mientras me concentro en recobrar la movilidad.
Estoy molesta, de eso estoy totalmente segura, no obstante lo hago otra vez, abro los ojos.


Noto que estoy en el corazón de una pequeña cueva, la abertura de la misma se encuentra muy cerca de donde permanezco, simulando la enorme boca de una bestia.
Una frazada gruesa se extiende a lo largo de mi cuerpo, cubriéndome, haciéndome sentir cálida, por lo que casi puedo afirmar que no soy una prisionera, a juzgar por la forma en la que me encuentro.

Entonces lo veo, observando algún punto fijo del exterior en completo silencio. Su mano derecha posándose sobre la nuca, como si quisiera desperezarse. Los dedos se entremezclan en su cabello rebeldemente oscuro. 

Me siento de un tirón, si el bosque era real, entonces...


Voltea y mi alma me abandona por completo.
—Tú— llego a balbucear con el resto de aire que me queda en los pulmones.
Podría jurar que no se encuentra bien, algo en su expresión lo delata —Eres el hombre de las estrellas, el que aparece en mis sueños— revelo en voz alta lo que estoy descifrando. Casi al instante me arrepiento.
Su rostro se vuelve más sereno, seguramente piadoso ante las reacciones de una loca que acaba de surcar los efectos de un tranquilizante.
Se acerca.
—¿Hombre de las estrellas?— ríe de costado —le va bien a mi nombre— extiende una mano en mi dirección, la otra escondida en un bolsillo del pantalón.


Ahora que lo tengo cara a cara, ahora que comprendo que es mucho más que el producto de mi imaginación , siento un deseo irrefrenable de... ¿Golpearlo?.
Frunzo el seño intentando analizar mis sentimientos y emociones. Tal vez en verdad algo no funcione bien en mi cabeza.  

—Orión— mueve la mano en ofrecimiento para sacarme de mi letargo.
—Olive- respondo imitándolo, dejando los profundos enigmas sin explicación para más tarde.
Su roce despierta algo en lo profundo de mi ser, un inmenso volcán que estaba dormido entre un sin fin de hiedras venenosas.
—¿Dónde estoy? ¿Cómo está Treep?— las preguntas salen como lava de mis labios, sin que las pueda contener.


Vuelve a reír. 

No entiendo qué es lo que le causa gracia, pero la sonrisa en su rostro le queda pintada.  

Bajo la mirada rápidamente intentando no sonrojarme.

—Prometo responder todo lo que necesites saber, pero antes debes hidratarte y cambiar de ropa— señala unas prendas dobladas en un rincón —No son de tu talla pero al menos no están cubiertas de sangre y tierra.

Sé que debo agradecer, pero permanezco en silencio, pensando en lo harta que me trae este infinito desconcierto. Esta constante incertidumbre.
Quiero entender el por qué de todas las cosas, aunque suene arrogante de mi parte.


—Sal cuando estés lista. Estaré esperando cerca del fuego— se dirige hacia la entrada de la cueva.
—Treep..— logro articular incapaz de quedarme con la duda, al menos en lo que a él respecta.
— Se encuentra bien— dice para luego perderse en la planicie.

OlvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora