Enriqueta Bucheli era una vegete muy gruñona que residió en la pequeña parroquia de Zapotal. Desde su primer año de vida, como un regalo hereditario de sus padres, fue creyente de Yavé cuando la bautizaron en la iglesia del pueblo. Y bueno, no podría destacar nada más importante de su vida salvo por dos hechos. El primero, que su energía entera fue dedicada a que ningún hombre explore su cuerpo como mapa al Edén. El segundo hecho ocurrió cuando ella, algo somnolienta, pasó el día en una silla de madera mientras observaba desde su ventana los últimos rayos del ocaso, tan infinito como las amapolas y nubes que se abrazaban en el horizonte. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, vio a pocos centímetros delante suyo, a ese hombre que cubre todo su cuerpo con una túnica negra. Menos la mano izquierda, en la cual se alza su guadaña. Ella lo supo reconocer, parecía que lo hubiera estado esperando desde que cumplió los 90 años de edad, razón por la cual inmediatamente después, la anciana sacó una daga que en secreto reposaba entre su falda de tela negra y la pelvis. Enriqueta, cegada por el miedo a la muerte no le importó si el día de su deceso había sido planeado con anticipaciones milenarias por el Dios que siempre adoró. Ella simplemente defendió, frente a todo pronostico de supervivencia, su amor hacia la vida.
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Cuentos fantásticos
FantasiCree esta historia porque hice algunos cuentos para un concurso y deseaba colocarlos aquí a razón de que el resto los vea. El primero narra la visión que tuvo un ecuatoriano horas antes de uno de los días más trágicos que sufrió su nación. Los sigui...