CAPÍTULO 4:

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En cuanto llegué a casa, vi a mi madre sentada en el sofá viendo un programa de supervivencia en lugares exóticos. Se la veía bastante emocionada e interesada. Cosa que no entiendo, ya que no le servirá de nada, nunca salimos de aquí, ni en vacaciones. Así que la única adrenalina que vivirá será la próxima vez que se le queme el pollo asado casero.

Cuando entré por la puerta, fui a preguntarle a ver si podía ir a la "fiesta de pijamas" con mis amigas.

- Mamá! -dije chillando.

- ¡Dime hija! ¿Que pasa? - me
preguntó algo confusa.

- Valeria me ha invitado a su casa a
dormir. Para poder escribir y tal...
-le dije haciendo pucheros
indirectos con intención de
convencerla.

- ¿Y quieres ir no?- me contestó.

- La verdad es que sí, me
encantaría. Nunca me has dejado
ir a casa de nadie a dormir, y esta
vez es por una causa importante.

- ¿Cual?

- Nos han dicho en clase que
cualquiera de nosotros podríamos
ser posibles candidatos para un
concurso literario. Y ya sabes lo
mucho que me gusta leer y
escribir y no me gustaría perder
esta oportunidad de poder ser una
buena escritora. Así que Valeria y
yo queremos escribir juntas para
ayudarnos mutuamente.

- Hija, sé que te gusta leer y escribir
ya sé que te gustaría ser escritora
de mayor. Pero ni a tu padre ni a
mí nos gusta la idea de que quieras
vivir de los libros. Sería mejor que
estudiaras economías como tú
familia.

- Mamá, ya te he dicho esto mil
veces, quiero ser escritora y ni tú
ni nadie me va a hacer cambiar
de opinión. No te pido que me
apoyes, pero sí que me respetes y
que entiendas que escribir es lo
que soy, es mi pasión. -contesté
algo triste a mi madre.

- Esta bien, puedes ir, pásalo bien.
- me contestó mientras se le caía
una lágrima.

- Gracias mamá. -le dije mientras
recibía un abrazo suyo.

Subí a mi cuarto a preparar la mochila. Abrí mi armario en busca de la ropa que me pondría después como: calcetines, ropa interior, unos vaqueros rasgados en la parte de la rodilla, una camiseta blanca básica...

Después de todo eso me dirigí a mi tocador y metí en la mochila un desodorante y mi colonia favorita con olor a frambuesa y vainilla. Luego metí un peluche, llamado Toby, que lo tenía desde que nací y obviamente, una libreta que me había regalado mi abuelo antes de que falleciera.

A el si que le gustaba escribir, y siempre me había apoyado en todo lo relacionado con la literatura.

La libreta era de un color beige muy bonita, tenía una mariposa con una textura suave en la esquina derecha de la libreta. Solamente la usaba para escribir, y no dejaba que nadie más que no fuera Valeria leyera lo que había dentro. Incluso había cosas que ni siquiera dejaba que leyera Val.

Cogí el móvil que previamente había dejado cargando y miré la hora.

- ¡Oh dios! ¡Llego tarde!- dije
soltando un pequeño chillido.

Salí a toda prisa de mi habitación y me despedí apresuradamente de mi madre dándole un casto beso en la mejilla.

Después corrí como alma que lleva el diablo hacia la casa de mi mejor amiga.

Al llegar, toqué el timbre y esperé a que alguien me abriera la puerta. Unos segundos más tarde la madre de Valeria me estaba abriendo la puerta invitándome a pasar.

HOY LECTORA, MAÑANA ESCRITORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora