- tus manos sobre mi:
Sebastian era mi "mejor amigo" aún sabiendo que esa no era la manera correcta de describir nuestra relación yo lo consideraba cómo tal ya que, habÃa estado presente en los momentos más complicados en toda mi vida, habÃa estado para darme su hombro para llorar y su compañÃa para reÃr y disfrutar juntos. Pero hubo un momento en todo aquello en que los dos decidimos sumergirnos en el sexo casual, y desde ese entonces habÃamos creido que todo lazo fuerte que formamos se iba a romper debido a ese acto, pero estábamos muy equivocados.
La solución vino como anillo al dedo, y sinceramente no era algo tan complicado de explicar, éramos amigos con derecho, los mejores amigos con derecho. No habÃa sentimientos involucrados, lo pactamos de esa manera y se mantendrÃa asà no importando lo que durara lo nuestro. Y no, mucho menos habrÃa ese cliché de que uno caerÃa enamorado y todo se tornarÃa romántico, lo nuestro estaba muy lejos de llegar a aquello.El amor era totalmente apestoso, y ni siquiera todos los años juntos como amigos nos ayudarÃan a que eso cambiara, punto final.
Mi espalda habÃa chocado con mucha brusquedad contra la pared de la cocina, él me habÃa aprisionado contra ella y su cuerpo. Sus ojos vagaron por todo mi rostro hasta tomarme de el con ambas manos y proceder a besarme con voracidad, totalmente sediento.
— Te deseo _____ te deseo tanto, preciosa. — gimió entre palabras disponiéndose a saborear ahora mi cuello.
Le abrà paso por éste tirando de mi cabeza hacÃa un lado, mis manos estaban alrededor de su cintura, apretando su camiseta muerta por la exitación. Sebastian tomó un puñado de mi cabello para dirigir nuevamente a mi cabeza para tomar mis labios entre sus dientes, tiró de mi labio inferior provocando que una punzada se dirigiera a mi zona Ãntima, sentÃa cómo el espacio entre mis piernas al pasar de los minutos se humedecia cada vez más, me ponÃa tanto que él lograra mojarme asÃ, con esa actitud que tiene a la hora de intimar, es perfecta. Cálida pero voraz, brusca y extremadamente placentera.
— ¿Y qué esperas para tomarme entonces Seb? — me separé con velocidad de su cuerpo tomando cada uno de los botones de su camisa, liberando asà a su torso a la interperie. Mordà mis labios apreciandolo.
HabÃa visto el mismo torso un millón de veces anteriores y podrÃa decir que no me aburro de hacerlo, ni de verlo, ni de sentir aquella suave sensación al pasar mis manos sobre él, pero hoy, hice algo distinto. Con mis labios hice un recorrido húmedo y lento desde sus clavÃculas hasta la mitad de su abdomen, deteniéndome aveces para mirar arriba, Sebastian tenÃa su cabeza echada atrás con sus dientes blancos haciendo presión en sus rosados labios, aquellos que recientemente habÃa besado con deseo.
— No esperes más, nena. — dijo él acariciando mi cuero cabelludo, invitándome a hacer lo que con muchas ganas estaba esperando.
Asà que atrevidamente tire de sus pantalones de vestir hasta que cayeron a sus tobillos, y continúe bajando su bóxer blanco hasta lograr liberar su miembro erecto, era jodidamente perfecto, y ahora que lo tenÃa justo frente a mi una sensación poderosa invadió a mi ser, apresuradome a darle lo que tanto querÃa.
Asà que tomando suficiente aire metà a su prolongada longitud en mi cavidad bucal, mientras intercalaba el movimiento de mi boca, con una buena masturbación que no hacÃa más que excitarlo y llevarlo al borde.Escuchaba sus jadeos claros y constantes, sentÃa a su mano apretarse cada vez más en el puño de cabello que tenia sujeto, haciéndome una improvisada coleta.
— Est-estoy a punto ______ tan sólo no pares. — pidió totalmente pérdido.
Un último gemido se hizo presente en el pequeño espacio dónde estábamos dando a entender que estaba llegando al lÃmite, con Ãmpetu saque su miembro de mi boca pero no deje de masturbarlo para que se liberara justo en mi lengua. Mire hacÃa arriba contemplando su gesto mientras me observaba tragar todo su semen. Estaba completamente embobado.
Su respiración cambio de ser errática a una más relajada, pero esa calma no duró demasiado.
Sus manos me tomaron levantándome del piso dándome la vuelta para que mi rostro impactará de lado contra la pared, sabÃa exactamente lo que significaba, aunque nunca dejaba de sorprenderme lo mucho que podÃa llegar a durar cogiendome.
— De verdad creà que habÃas terminado. — le dije en un tono sarcástico que logró sacarle una risa sensual.
— Estas equivocada si piensas que terminaré sin antes haberte hecho el amor nena — mordà mi labio sintiendo a sus manos bajar mi ropa interior junto a mi pantalón de jean hasta la mitad de mis muslos. — Y mucho menos sin haberte hecho venir, una y otra vez — susurro mordiendo mi hombro con sensualidad.
Él me conocÃa tanto que daba justo en el blanco con mis puntos débiles a la hora del sexo.
Su estocada dura y firme me sorprendió a sobremanera y en ese mismo instante un grito lleno de lujuria salió de mi, implorando por más de él.
— Oh, Sebastian. — gemi por lo bajo sintiendo en mi cuerpo sus maravillosas embestidas, una tras otra, sin detenerse.
Mi trasero estaba siendo ahora azotado por su gran palma una buena cantidad de veces y apostaba el color rojizo que ahora deberÃa tener. Sebastian habÃa pasado de tenerme contra la pared a lograr ponerme sobre el suelo, con ahora, mi pecho sobre el piso.
Estaba con mis caderas alzadas en una posición conocida como perrito la cual era mi preferida, y la suya también. Ahora podÃa sentir muchÃsima más intensidad a la hora en la que su miembro se movÃa dentro y fuera de mi.
Ambas de sus manos me tenÃan tomada de las caderas para darse impulso, el sonido de su pelvis chocando contra la mÃa no tardó en hacerse presente logrando asà un ambiente muchÃsimo más excitante y caliente.
— No pares Sebastian, no pares, no pares, no pares —pedÃa entre altos gemidos y él obedecÃa gozando también de ello.
Mis ojos se toparon con los suyos al momento que me gire por sobre mi hombro, mirándonos fijamente. Eso a él lo volvÃa muchÃsimo más loco. TenÃa su ceño fruncido y luchaba contra sus impulsos, aunque fallaba la mayorÃa de las veces pues terminaba gimiendo al igual que yo.
— Carajo _____ no sabes cuanto me gusta verte asÃ. — se acercó hasta mi, poniendo su espalda sobre la mÃa y tomándome de las mejillas, besándome sorpresivamente.
Mi cuerpo se habÃa levantado a la par del suyo y yo me habÃa permitido enrollar mis brazos por detrás de su cabeza, ambos estábamos arrodillados en el suelo escuchando el poderoso sonido que indicaba la unión de nuestros cuerpos. Sebastian tomó los pliegues de mi blusa sacándomela completamente, al igual que mi sujetador.
Una vez que mis pechos estuvieron a su disposición, cambio rápidamente nuestra posición acostándose sobre la madera de la cocina. Ahora yo estaba saltando como toda una loca sobre sus caderas mientras el observaba y tocaba mis pezones con descaro, acercadose a ellos y mordiendolos de vez en cuando logrando sacarme gemidos incontrolables.
— Me voy a venir Seb. — avise continuando con mi movimiento sobre su pelvis, concentrandome en las sensaciones que me regalaba.
— Hazlo nena, para mi, por mi. — se sentó abrazándose por mi cintura volviendo a besarme y fue ahà cuando sucedió.
Tuve mi glorioso orgasmo acompañado por el segundo suyo, ambos nos sonreÃmos con picardia entendiendo que eso no serÃa todo.