Monarquía

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Hacía ya un día desde que Victor y Mónica se fueron. Si me preguntaban, si me sentía celosa; quisiera incluso que no se tratara de esa mujer, pero nada podía hacer; alguien debía quedarse a cuidar el fuerte. Este fuerte que se había convertido en una monarquía. Y al menos así, víctor no estaría sólo.

Había solo dos personas con armas aquí y solo ellas sabían usarlas; solo ellos habían matado a esos gigantescos pitufos de ojos como el infinito.

Ahora se habían vuelto nuestros dictadores.

Si ellos mandaban, las personas obedecían, si ellos querían, las mujeres se desnudaban. Si ellos los miraban, los hombres se agachaba, me alegraba no ser tan sumisa como esos tipos y conseguirme mi lugar.

Mentiría si dijera que no disfrutaba de los privilegios, pues al ser la única "doctora", podía comer hasta llenarme o aprovechar mi propia habitación. Aún así, trataba de ser amable con las personas, pues así no me vería perjudicada en caso de una revelion.

Además, de este modo, confiarían en mi y no se arriesgarían a que me fuera; sea cual sea el resultado, cuando Víctor regrese, yo deberé matar a Henry. Él es quien da las ideas, si se va, el otro se reformará.

—Victor ¿Cuando vas a regresar?

Mientras formulaba mis planes y me preparaba mentalmente para el futuro, miraba por el balcón en la búsqueda de mi novio; no vivía tan lejos como para tardar.

Ahora que aquella "música" no estaba, este lugar era seguro, así que debería regresar en poco tiempo; aunque bueno, solo eran esperanzas sin fundamento que me esforzaba por tener.

Mientras miraba, mi vista se posó en un sujeto particular. Un gran hombre de piel azul que se acercaba.

Entre su piel brillante, había un rastro zarrapastroso que llamaba la atención. Caminaba cojeando, pues una de sus piernas no funcionaba; probablemente por una contractura, pues a simple vista, no se veía rota; su cabeza sangraba y el cuerpo lo tenía repleto de ematomas y abrasiones. Daba algo de lástima en verdad.

Llegó frente a una de las cortinas de metal y comenzó a golpear, pero, este no era como los demás. Sus golpes eran medidos y siempre en el mismo lugar. En sus acciones había inteligencia y cognición.

El sitio que golpeó, se abolló con dificultad, pero siguió y siguió; daba un mal presentimiento.

Bajé del balcón y busqué a Henry, quien tenía la cabeza de una mujer entre las piernas. Pobre sumisa y cobarde; yo preferiría salir que terminar así.

—Tenemos problemas —indiqué.

Frunció el ceño y empujó a la mujer hacia un lado.

Lo llevé al sitio donde el post-humano golpeaba.

—No le veo el problema, la puerta resistirá —expresó confiado, tratando de regresar a su lugar mientras de forma desvergonzada se rascaba las bolas.

En el interior, esperaba que no tuviera ladillas o yo tendría que tratarlo, pero me concentré en el tema principal.

—No estoy segura.

Repentinamente, los golpes cesaron.

—¿Lo ves? —Henry mencionó con burla—. El idiota se rindió.

Comenzó a retirarse, pero los golpes volvieron más fuertes y más audibles.

Ambos miramos hacia la puerta con el ceño fruncido. El grueso tuvo de un letrero finalmente penetró el cerco.

—Mierda —Henry sacó su arma.

El señalamiento de tránsito que el hombre azul usó para perforar, fue acomodado en aquel agujero y ya que Jerry había roto los seguros, la cortina  simplemente permanecía cerrada gracias a que entraba en un hueco en el piso; debido a esto, lo único que tuvo que hacer el hombre azul, fue presionar el letrero hacia arriba y la persiana se comenzó a abrir.

Apocalipsis Neón: Invasores De Piel Azul [Terminada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora