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«50 palabras plasmada en papel, 50 inseguridades en su ser y 50 veces que la tinta tocó su ser»

El día paso lento, no salí de casa ningún momento. El clima cambio de temperamento y finalmente volvió al día soleado que era en un principio; los relámpagos que hacían temblar hasta mi alma, se fueron en un chasquido de dedos y la bendita computadora no da señales de estar viva.

Pasé todo este tiempo metida bajo la manta con un libro en mano, me queme la pestañas estudiando para la universidad y los posibles exámenes sorpresa que se le ocurrían al profesor.

Ahora, mientras reviso mis redes sociales, camino hacia el baño para darme una ducha con este calor de infierno; todo parece ir normal, que no hay nada sospechoso, sin embargo, al momento en que entro mi corazón se detiene por un segundo. El aire se me escapa, mi boca se abre inconscientemente y debo parpadear para saber si lo que veo es real.

Ante mis ojos se encuentra un chico, está dándome la espalda y puedo ver su espalda cubierta por pequeñas gotas de agua, mi vista baja hasta esas dos y firmes montañas. Tal parece que no se percata de mi presencia porque sin siquiera voltearse, se enrolla en su cadera una toalla, la toma firmemente para que no resbale y deje más que a la imaginación su cuerpo, debería sostenerme en algo para no caer de la sorpresa y el susto.

A todo esto ¿Qué hace él en mi casa?

Seguiría observando como una intrusa, como una ladrona, pero mi celular anuncia una llamada entrante de Sarah, el sonido rebota por las paredes haciéndolo más llamativo. Toco al azar la pantalla intentando y necesitando que se calle.

Siempre llama en los momentos malos.

—Te derrites más rápido que un helado en pleno verano—Susurra girando levemente su rostro a mi dirección.

Sonríe al ver que me a encontrado con las manos en la masa, ni siquiera le da una pizca de vergüenza que lo haya encontrado en mi baño a como Dios lo trajo al mundo.

—Yo...—Trago saliva nerviosa y entrecierro un poco los ojos al sentir que lo he visto de algún lado.

El titulo del libro que detesto me pega con tanta fuerza que no puedo evitar chillar de pánico y terror, él parece asustarse ante mi inesperada reacción. Salgo del baño y busco entre los cajones de la cocina la llave.

No me importe que grite, patalee o intente romper mi puerta, pero estará encerrado.

Cierro la puerta con llave y pongo mi espalda apoyada sobre esta; busco a Sarah entre mis contactos y le devuelvo la llamada.

—¿Por qué tardas tanto?—Dice enojada desde el otro lado de la linea.

—Sarah, te necesito aquí, ahora.

Muerdo fuertemente mi labio en el momento en que siento las vibraciones de los golpes que da contra la madera. Decido quitarme de ahí o simplemente, en algún momento caeré de espalda al suelo.

Con los nervios disparados voy a la cocina para hacer té y intentar que todo se calme y la marea baje sin poder ahogarme, sin embargo, en la mesa reposa con tranquilidad el libro que había hechado al fuego.

—¿Alice?

Me acerco lentamente, como un gato al momento de cazar a su presa o como ruedor esperando no ser atacado. Misteriosamente no está completamente quemado, tan solo en una esquina se puede ver como las hojas comenzaba a deshacerse y volver cenizas.

Mierda, mierda y más mierda.

Esto es karma. Esto me pasa por poner música a todo volumen cuando vienen aquellas pobres almas al leerme la biblia.

Besos De Tinta. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora