AL PIE DE TU CAMA

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Había un par de chicas que no se separaban ni un solo momento, se conocieron en el colegio cuando aún eran muy pequeñas y desde entonces entablaron una bella amistad. Ambas eran muy parecidas, salieron con la misma clase de chicos, fueron a las mismas escuelas, consiguieron trabajo juntas y compraron casas en el mismo vecindario, una al lado de la otra.

La primera noche Nadia llamó a la puerta de Brenda a eso de las tres de la madrugada; estaba algo asustada, creía haber sentido que alguien la observaba mientras dormía, salió de ahí a prisa y fue a pedirle asilo a su amiga que por supuesto no se lo negó.

La noche siguiente sucedió lo mismo, fue así por casi una semana, ambas durmieron en casa de Brenda. El fin de semana salieron a divertirse, y al volver se quedaron en casa de la chica asustada, pues ya era hora de que ella perdiera el miedo de su nueva casa y amaneciera en su cama. Todo salió tal como lo querían, durmieron como angelitos, así que no había pretexto para que después del trabajo cada quien se fuera a su casa.

Brenda esperó despierta hasta las tres de la madrugada, hora a la que normalmente Nadia tocaba la puerta, pero en esa ocasión, no pasó nada. Tomó una bocanada de aire, y lanzó un suspiro de alivio; —¡Qué bueno que ya está bien! —, apagó las luces y en ese momento se le erizó la piel, su pulso se aceleró violentamente, además un escalofrió le corrió por todo el cuerpo hasta dejarla inmóvil. Tenía la sensación de que la observaban fijamente, sabía que algo malo estaba a punto de ocurrirle y no se equivocó. Unas enormes manos pálidas y huesudas tomaron sus pies, luego alcanzó a distinguir una larga cabellera negra, sucia y alborotada, que dejaba entrever unos ojos completamente blancos que clavaban la mirada como cuchillos afilados sobre el pecho. En ente torturador que estaba casi sobre ella, se burló diciendo: —Tú amiga está bien, porque ahora estoy al pie de tu cama, e iré donde tu vayas.

Habiendo escuchado esto, la chica tomó la más difícil decisión de su vida, no volvió a pisar la casa de su amiga, incluso se alejó de ella, pues sabía que entre más lejos fuera, mejor la protegería de aquel espectro que la atormentaba.

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