—Espero que hagas valer diez horas aquí, no quiero decirlo pero estoy seguro de que el trasero se me aplanó por estar sentado aquí. —Me "regañó" Eddie, sentado en la barra, al verme salir del cuarto de empleados.
Diana, la otra mesera de turno me dio de golpecitos insinuantes en la espalda, ya que venía detrás de mí. En el cambio de turno, Tiffany le había dicho demasiado cosas acerca de Eddie y yo. Cosas que, en verdad, no eran ciertas. Cosas que, debía admitir, quería que ocurrieran de verdad.
—Bueno, apenas y te conozco. No sé que esperas, aunque supongo que puedo hacer un esfuerzo para valer las horas. —dije, apoyándome en la barra. Una de sus cejas se levantó de manera insinuante y no pude evitar poner los ojos en blancos por medio segundo. Había pasado un tiempo desde que coqueteé con un chico por el que realmente estaba atraída.
—¿Lo que espero? —preguntó con ese tono juguetón. Una risa se me escapó y él dejó su actitud de "jugador" para sonreír con dulzura—. Ven, siéntate y compartamos... Lo que quieras.
—Una malteada. De fresas y crema. Es la más deliciosa del menú. —dije lo suficientemente fuerte para que Ali, la mesera de la noche, me oyera. Me senté y ella se encargó de prepararlas, con una sonrisa divertida en su rostro.
—¿Y no me la recomendaste antes? —Eddie fingió indignación y comencé a reírme, él siguiéndome. Cuando Ali puso las malteadas frente a nosotros, Eddie bebió un sorbo e hizo un encantador gesto con sus labios—. Mmm. En verdad es delicioso, Lena. ¿Tus favoritas?
—Algo así. Me gusta más la de durazno, pero no nos entrará un pedido cerca hasta unos días. —Giré mi sorbete antes de ponerlo en mi boca, dando un gran sorbo—. Entonces, ¿Cómo te llamas? Porque no creo que seas solo "Eddie".
—Ah, sí, Edward. Pero es un nombre demasiado tonto para decírselo a los demás. Ya sabes, lo siento demasiado refinado y ridículo. —Sus mejillas se sonrojaron ligeramente y yo negué con la cabeza, sonriendo. Sus ojos se veían más brillante con el rojo de sus mejillas contrastándolos.
—En realidad, me gusta más que Eddie. Ya sabes, es más refinado y elegante. Pero, supongo que es tu decisión. —Bebí de mi malteada y eché un vistazo en su dirección, notando que me veía los labios, casi concentrado—. Edward es... Encantador.
—Gracias. —me dijo, inclinando su alargado vaso hacia mí—. Por ser la única persona que me hizo querer mi nombre tonto.
—Porque me hiciste perder muchas propinas, pero mejoraste mi fin de turno como nunca antes.
Choqué mi vaso contra el suyo, mirando a sus ojos. Éstos brillaron aún más y los nervios me jugaron en contra cuando hice que el contenido de mi gran vaso se derramara y nos salpicara a ambos.
—¡Oh, por dios Lo siento, lo siento, lo siento. —Tomé unas servilletas del expendedor de la barra y los pasé por su camiseta. Sobre esa camiseta ajustada y apretada a cada uno de sus duros músculos. Juro que me quedé helada al sentirlo, un escalofrío recorriendome y mis movimientos intentando limpiarlo fueron en cámara lenta. Cielos, en serio necesitaba desahogarme con un chico y sacarme esta sensación tonta de adentro.
—Lena, está bien. —Sujetó mis manos con suavidad y me las bajó antes de limpiármelas con unas nuevas servilletas. Ni siquiera le presté atención a los daños sobre mí misma—. Mírate —murmuró, una risita escapándose de su garganta. Tomó otra servilleta y la llevó a mi rostro—. Incluso te ensuciaste todo el rostro.
Se tomó su tiempo para limpiar cada gota de malteada, su ternura y cuidado haciéndome entreabrir los labios impresionada.
—Gracias. —dije casi sin voz cuando apartó la mano. Sin la servilleta esta vez, pasó su pulgar por mi mejilla y luego mis labios. El toque fue tan electrizante que sentí cada pulgada de su piel encontrándose con la mía—. ¿Aun tengo malteada en el rostro?
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Solo Negocios
RomanceLena Carter tenía un sueño por delante, un sueño de fama, gloria y éxito que se vio decidida a conseguir, de la forma en que pudiera. El ballet, su pasión, su principal objetivo y estaba decidida a ponerlo por delante de todo... incluso el amor. Lue...