El quinto día de Estela con un extraño

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Amaneció, Estela fue temprano a cumplir con sus últimos compromisos laborales y luego alistó sus maletas para irse esa tarde. Eran las once de la mañana cuando recibió una llamada de recepción, donde le decían que un hombre llamado Sebastián había llegado a visitarla. Ella pidió que lo dejaran subir y sintió cuando tocaron a su puerta. Al abrir, Sebastián sin decir palabra alguna, la abrazó y la besó apasionadamente. Ella también lo abrazó, le acarició el rostro y casi con lágrimas en los ojos le dijo que ya estaba lista para marcharse.

-Antes de irte acompáñame a dar un paseo por favor.

-Mi autobús sale en dos horas, no puedo hacerlo.

-Pues entonces tendrás que dejar tu viaje para mañana.

Sebastián la tomó de la mano y la sacó casi a la fuerza de la habitación. Tomaron el ascensor y bajaron hasta el parqueadero donde había dejado su  motocicleta.

-¿Y esto?

-Es mi motocicleta, hacía mucho que no  la usaba. Quiero que me acompañes a dar un paseo en ella.

-Estas loco, llevo puesto un vestido, no subiré en esa cosa.

Pero a pesar de que Estela llevaba puesto un vestido holgado color blanco, y que se resistió a aquella inesperada invitación, Sebastián la convenció de que lo acompañara. Le puso una chaqueta sobre su vestido y él se puso la otra, luego aseguró el casco en la cabeza de la sorprendida mujer y él se puso el suyo.
Estela con dificultad se subió, cuidando de no estropear su vestido, y luego Sebastián arrancó, saliendo del hotel y tomando a toda velocidad la autopista que llevaba a las afueras de la ciudad.

Jamás Estela había subido en una motocicleta, en las curvas, que Sebastián las tomaba casi que acostado al pavimento, Estela de miedo se abrazaba fuertemente a él .

-Desgraciado, nos vamos a matar, tengo unos hijos y los amo. Baja la velocidad.

Sebastián solo reía a carcajadas, pero decidió bajar la velocidad para que su amada disfrutara del paseo.
Fueron alejándose de los edificios, de los trancones, de las industrias, de la gente.
El paisaje fue poniéndose cada vez más verde y el aire cada vez más fresco y puro. El aroma a campo que se filtraba por sus cascos empezó a relajar sus sentidos.

Casi una hora después tomaron una senda que se apartaba del camino, y se internaron por un bosque hasta llegar a un lugar alejado, solitario y tranquilo a la orilla de un hermoso lago.
Sebastián se detuvo, Estela se bajó emocionada, hacía mucho no estaba en contacto con la naturaleza.
Sebastián tomó a Estela de la mano y juntos se pararon a la orilla del lago.

-Mira Estela, es hermoso, ¿cierto?

-Claro que es hermoso.

-Quería que este día fuera inolvidable para ambos.

-Ya lo estás logrando Sebastián.

Sebastián tomó el rostro de Estela entre sus manos y la besó nuevamente. Cuando él terminó de hacerlo, ella pasó su brazo por detrás de la cabeza del hombre y empezó a besarlo desesperadamente.
Sebastián empezó a levantar el vestido de ella y a acariciar sus muslos subiendo cada vez más.

-No podemos hacer eso aquí.

-Estamos sólos, este lugar es poco frecuentado y aún menos hoy que es un día normal de trabajo.
Además si algún nos ve ¿que más da? Todo el mundo coge al igual que nosotros.

Ambos rieron y Estela se abandonó a las pretensiones de Sebastián y a sus propios deseos. Este le levantó el vestido y se lo retiró, luego debajo de un árbol se tiraron en el suelo sobre el pasto fresco de aquel lugar. Él se quedó desnudo por completo y ella en ropa interior. Sebastián le quitó el brasier y se dedicó por varios minutos a besar sus senos mientras metía su mano por la tanga que Estela llevaba. La acariciaba con vehemencia y esta sentía morir de placer en las manos ardientes de su enamorado.
Sebastián le retiró la prenda íntima y se puso sobre ella para hacerle el amor. Poco a poco fue adentrándose en el vientre caliente y humedo de Estela, centímetro a centímetro ella fue disfrutando esa deliciosa sensación de aquel hombre entrando entre sus piernas.
En las ocasiones en que habían hecho el amor en aquellos cinco días, era la primera vez que él la penetraba. Sebastián le besaba el cuello y al mismo tiempo la accedía, ella se estremecía de placer, otras veces la excitación no era mucha al ser penetrada, pero el estar en aquel paraje solitario, en un ambiente romántico, sintiéndose amada, deseada, valorada, debidamente estimulada sexualmente, en resumen, sintiéndose mujer en todo el sentido de la palabra, le hacían sentir un inmenso placer no solo en su cuerpo sino también en su alma.
Estela jadeaba cada vez que él entraba y salía de su cuerpo, era un placer enloquecedor, una excitación casi insoportable. A cada embestida se sentía morir y revivir en la siguiente, a cada beso, toque y caricia sentía que volaba por los aires del mayor de los placeres terrenos.
En ese momento se hizo parte de la naturaleza que la rodeaba, era pasiva como el lago pero al mismo tiempo salvaje como una fiera. Era libre de sentirse como quisiera. Era brisa, era calma, y también una flor silvestre del campo.
Sebastián continuaba azotando su entrepierna, Estela empezó a arañar su espalda y los jadeos aumentaban y se hacían más fuertes.

-Ufff , ufff.... Sebastián, ahhh, ahhh ¡que rico!

Y él cada vez lo hacía con más intensidad.
Estaba tan mojada que a cada embestida el fluido salpicaba como si fueran chispas de juegos artificiales celebrando el inmenso deleite que ella sentía entre sus piernas.
Por fin ella gritó y clavó sus uñas en la espalda rasgada del semental. Se había venido tan fuerte que quedó casi desmayada. Pocos segundos después Sebastián estalló también dentro de ella, descargando toda esa pasión que tenía para darle.
Quedaron tendidos en la hierba como dos animales silvestres en armonía con la naturaleza, que se habían acabado de aparear. Estuvieron así unos minutos hasta que recuperaron un poco el aliento perdido.

-Vamos al lago a darnos un baño.

-Es mejor irnos Sebastián.

-Vamos por favor.

Entraron al agua desnudos, el agua le daba a Estela un poco más arriba de sus pechos. Estuvieron frente a frente mirándose, acariciando con ternura sus facciones, a ratos se abrazaban y se tiraban agua el uno al otro. Por un instante fueron dos niños inocentes en medio de la nada demostrándose amor a través de los más simples y tal vez ridículos, pero sinceros gestos.

-Te voy a extrañar mucho Sebastián.

-No hables así, no quiero despedidas ahora.

-Es mejor decirlo ahora, será menos dramático que mencionarlo cuando tengamos que separarnos.

-Te buscaré y no me detendré hasta encontrarte.

-Yo me encargaré de que eso no pase. Lo siento mucho pero no lo voy a permitir.

Luego salieron del agua, se secaron un poco con el viento que soplaba y se pusieron la ropa.

De regreso a la ciudad, Estela abrazaba a Sebastián en la motocicleta sintiéndose la mujer más feliz del mundo, disfrutando ese sueño que pronto acabaría. No había temor alguno, ni prejuicios, ni tampoco inseguridad. Se sentía invencible, por primera vez se consideraba hecha a la medida de un hombre. Se sentía segura, atractiva, apasionada, ¡libre! ... la mujer más hermosa y sensual del mundo.

Llegaron al departamento de Sebastián. Apenas entraron el romántico y pervertido hombre  abrazó a Estela desde atrás, apretando fuertemente sus pechos. Besó su cuello y con un afan casi demencial le levantó el vestido, casi que le arrancó su sostén y su tanga, y la tiro en la cama haciéndola poner en posición de perrito.
Se desabrochó el pantalón, bajó su cierre y empezó a embestir de nuevo a la indefensa pero feliz mujer. Sebastián estaba completamente trasformado, de ser un caballero romántico había pasado a ser un salvaje pervertido que le hacía sexo vaginal desde atrás, al tiempo que le jalaba fuertemente el cabello en señal de dominación y pasión intensa.
Estela sin duda estaba complacida y sumisa a las intenciones de su macho.

Sebastián le apretaba los senos mientras seguía haciéndola suya, ella movía su cuerpo ardiente hacia atrás para chocar contra la pelvis de él, de manera que chocaban a mitad de camino. El sonido de aquel golpeteo de la pelvis de él contra las nalgas de ella, y ese ruido característico del miembro del galán abriéndose pasó en el mojado vientre de su dama, como si estuviesen saltando sobre un charco, era una extraña pieza musical erótica que ambientaban aquel recinto junto con los gemidos de ellos.
Estela dio profundos suspiros y se vino de nuevo con fuerza, Sebastián hizo lo mismo, y luego del orgasmo pareció volver a ser el mismo chico sereno y delicado de siempre.

-Te amo - dijo Sebastián.

-No lo digas - respondió ella

-Es verdad...te amo Estela .

-Yo también te amo - dijo ella.

Estela se marchó al hotel a sacar sus cosas y regresó al departamento de Sebastián para pasar la última noche con él.
Él la llevó a comer pizza y luego fueron al mirador de la ciudad.
Entre abrazos y besos la noche se les fue y regresaron al departamento.

Ambos se pusieron cómodos y se acostaron abrazados.

-Házmelo por última vez - dijo Estela.

Sebastián sonrió y la empezó a acariciar. Se quitaron la ropa y él se puso boca arriba.

-Házmelo tú, lleva el ritmo, muévete de modo que sientas el mayor placer... Hazme tuyo otra vez.

Estela subió sobre el cuerpo de él, y empezó a cabalgarlo suavemente aumentando de velocidad cada vez más. Sebastián le ayudaba a mantener el equilibrio teniéndola agarrada de los pechos. En momentos Estela algo cansada se apoyaba sobre el pecho de él pero no se detenía. Era la última vez que se verían y harían el amor, era una sensación extraña de alegría combinada con nostalgia.
Las caderas de Estela se movían con lujuria, con su vientre devoraba la virilidad de Sebastián una y otra y otra vez.
De nuevo el fuego se sofocó y la calma regresó a sus cuerpos con ese orgasmo simultáneo que experimentaron.
Se quedaron dormidos sin hablar de la partida de ella, sin despedidas, solo atesorando la compañía que se brindaban.

Estela se levantó antes de que el día aclareara, se duchó y se cambió en la sala procurando hacer el menor ruido posible.
Pidió un taxi y se marchó sin que él lo notara.
Para cuando Sebastián alargó su mano buscando con ella a Estela, y decidió seguir durmiendo como para evadir su cruel realidad, ya Estela iba en el autobús alejándose de la ciudad. Quien, decidida a que aquello se convirtiera en un recuerdo, eliminó el número de Sebastián y cambió el chip y por consiguiente el número de su móvil, por uno nuevo que había adquirido dos días atrás cuando compró los detalles de los niños. Condenando así al olvido a aquella fugaz relación.

Estela regresó a su ciudad y siguió con su vida habitual. Hizo la separación de bienes con su marido y se fue a vivir aparte con sus hijos en una de las casas que tenían. Continuó dedicada a sus niños y viajando para cumplir con su trabajo de contadora. Día y noche pensaba en Sebastián y en aquella aventura que vivieron, pero ella había borrado todo rastro y manera de comunicarse con él.
Cuatro meses después ella regresó de un viaje, al bajarse del autobús se dirigió a comprar una bebida gaseosa en la cafetería de la estación. Luego iba saliendo para tomar un taxi cuando escuchó una voz.

-Estás más hermosa que cuando te ví la última vez.

Estela miró hacia atrás y como si estuviera alucinando vio a Sebastián parado allí, se quedó casi sin respiración al ver que se acercaba hacia ella.

-¿Que haces aquí Sebastián?

-Desde hace un mes que me mudé a esta ciudad he estado viniendo a este lugar esperando encontrarte. Hoy he tenido la dicha de volver a verte.

-¿En serio te mudaste aquí ?

-Sí Estela, alquilé un departamento mientras se concreta el negocio de la venta de mi departamento y la compra de uno aquí. Seguiré trabajando pero ahora en esta ciudad. Aunque no me aceptes tendré el consuelo de  vivir en el mismo lugar y bajo el mismo cielo donde tu habitas.
¡Quiero estar a tu lado Estela!

Estela intentó huir de nuevo, aunque en el fondo quería
gritarle que lo amaba y que lo había extrañado cada segundo desde la última vez.

-No puedo vivir contigo, ahora solo me importan mis hijos.

-Tal vez ahora no podamos vivir juntos, pero seremos dos novios que compartirán momentos cada vez que podamos. De todas maneras ambos viajamos continuamente, así que nuestro amor deberá ser a prueba de distancias. Dame una oportunidad, o sino dime que no me amas y que no has pensado en mí todo este tiempo, y te aseguro que no volverás a saber de mí.

Los ojos de Estela se agüaron, y aunque estaba llena de temor, su corazón no pudo ocultar más sus sentimientos. Se lanzó a los brazos de Sebastián y sin importarle la gente que los rodeaba, se besaron tierna y amorosamente.

Era el inicio de una bella y prometedora relación.Ahora serían dos enamorados que cual el sol y la luna vivirían amándose en órbitas diferentes, pero que en cualquier momento (cuando decidieran vivir juntos) se encontrarían en un maravilloso eclipse que duraría el resto de sus vidas.
FIN

5 días de Estela con un extraño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora