El segundo día de Estela con un extraño

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Al día siguiente Sebastián le pidió que se vieran de nuevo. Ella, luego de cumplir sus deberes se encontró con él en un centro comercial y almorzaron juntos. Luego Sebastián la llevó al cementerio, para visitar juntos la tumba de su esposa fallecida. Estuvieron allí un momento en silencio. Estela pudo ver que era una mujer joven cuando murió, tenía sólo 28 años cuando tuvo el trágico accidente en el auto de Sebastián que le costó la vida.

-Desde que ella se fue no había besado otra mujer - dijo él con voz entrecortada-. Antes de ella tuve solo relaciones formales, y cuando me casé con ella pensé que sería la última mujer que besaría... que tocaría.
Caí en depresión y busqué el alcohol, luego entendí que debía seguir, porque eso seguramente hubiera querido ella. He estado dedicado solamente a mi trabajo de vendedor de pólizas de seguro para empresas, y he viajado y conocido muchas personas. Pero hasta ayer que te vi en el autobús volvieron a brillar mis ojos por una mujer. Parece que despertaste una parte muerta en mí. Quisiera que esto no fuera solo una experiencia pasajera, ya que apareciste en mi vida quisiera que siguieras en ella.

-Eso también siento yo, pero seamos realistas, eres más joven que yo, no tienes hijos y yo no puedo dártelos aunque quisiera, porque hace años ligaron mis trompas. Ambos sabemos que esto no pasará de ser solo una aventura.

-Será así solamente si queremos que lo sea, de nosotros depende que sea algo más que eso.

-A estas alturas no estoy para creer de nuevo en el amor, además tengo unos hijos en que ocuparme, y me prometí a mí misma que no buscaría ponerles otro padre, sólo viviríamos tranquilos separados de aquel mal hombre que tantas veces me engañó.

-No necesitas ponerles otro padre, pero si puedes darte la oportunidad de conocer a alguien más.

Estela calló, no quería seguir hablando de aquella inesperada insinuación de compromiso por parte de Sebastián. Por un lado le alegró pensar que él quería algo más que sexo y por otro se asustó, pues no estaba preparada para aquello.
Luego ella se despidió, quería descansar un poco en el hotel. Él le pidió que salieran esa noche, pero ella le dijo que estaba cansada, que después ella le avisaría si se decidía a hacerlo, ella en el fondo quería evitarlo ahora, luego de saber que las intenciones de él iban más allá de solo diversión.

Llegó la noche y Sebastián se quedó esperando la llamada de Estela, pensó que jamás la volvería a ver luego de la conversación de la tarde. Pero de pronto tocaron a su puerta, era Estela, apenas el abrió ella, como poseída por un cruel desespero, se lanzó a sus brazos y lo besó, lo besó y lo siguió besando hasta que después de un rato volvieron en sí.

-Traté, pero no pude evitar llegar hasta aquí.

-Gracias por venir Estela , alegraste mi noche, mi momento...! Mi vida!

Sebastián la hizo sentar y empezó a darle un suave masaje un sus tensionados hombros.

-Relájate, siente mis manos y olvídate de nuestro pasado y nuestro presente. Y por favor... No te preocupes por el futuro.

Sebastián empezó a colar sus manos por el escote de Estela, masajeó sus pechos por encima del sostén y luego la condujo hasta la habitación, donde la dejó en ropa interior, tendida en la cama boca abajo.
Sacó un aceite de almendras que tenía un aroma agradable y relajante y lo aplicó sobre la espalda de su bella visitante. Le desabrochó el sostén y empezó a masajear con mucha dedicación una y otra vez, llegando hasta el final de su columna. Luego le bajó el panty sin ninguna resistencia por parte de ella y continuó masajeando sus nalgas y sus muslos, luego sus pantorrillas y la planta de sus pies.

-Necesito que te des la vuelta - dijo Sebastián con toda la serenidad del mundo.

Estela estaba relajada, pero se puso algo tensa al escuchar esta petición, él siguió masajeándole la espalda hasta que ese temor se disipó y ella pudo sentirse en plena confianza para descubrirse ante él tal y como era.
Se dio la vuelta sin ningún temor de recibir críticas por parte de aquel hombre. Sebastián mantuvo la calma y masajeó sus pechos con mucha insistencia pero sin ningún afán, luego masajeó su abdomen y con una sorprendente frialdad masajeó alrededor de su zona íntima y continuó con sus piernas.
Estela estaba increíblemente excitada, esa provocación de él sumado a la supuesta indiferencia a su desnudez, aumentaba en ella la tensión sexual y el deseo.
Aquel "tomarse todo su tiempo" por parte de él, le provocaba un gran desespero, desespero por sentirlo más cerca, porque tocara su sexo... desespero por tenerlo dentro.
Era todo lo contrario a su vida sexual de tanto tiempo, su marido de toda la vida solo subía en ella, se venía y eso era todo. Y ella , irónicamente, aunque aquello duraba poco, deseaba que pasara rápido, precisamente porque no hallaba ningún placer en ello.
En cambio este hombre la llevaba al límite del desespero sexual, hasta casi obligarla a pedirle a gritos que la penetrara, le impacientaba la calma con que sobaba sus senos y alrededor de su vulva, con él quedaba en esa lucha de desear que aquello durara mucho tiempo, pero al mismo tiempo que tocara su sexo, no porque quisiera que aquello se acabara, sino porque estaba hambrienta de más placer y de que él diera fin a esa agonía que sentía entre sus piernas y que la iba a enloquecer.

-Tócame por favor- dijo ella casi jadeando.

-Te estoy tocando preciosa- respondió él con una sonrisa burlona.

-Toca mi sexo, te lo suplico - insistió ella.

Sebastián se puso encima de ella, aun con el bóxer puesto y empezó a besarle el cuello, buscando el punto donde ella estuviera más sensible para quedarse allí estimulándolo con sus labios. Beso tras beso hizo aumentar la temperatura del cuerpo de Estela, hasta que esta sucumbió en un tremendo orgasmo.
Era la primera vez que ella llegaba hasta ahí sin que tocaran siquiera su entrepierna. Luego él inició de nuevo su masaje, esta vez en su centro de placer, en sus labios húmedos aún encendidos por el clímax que ella había alcanzado. Empezó a besar su boca al tiempo que tocaba su clítoris y los pliegues entre sus labios, aumentaba poco a poco y cada vez más la intensidad de ambos estímulos hasta que en menos de dos minutos la hizo estremecer de nuevo con otro orgasmo.

-¿Quieres otro más?

-No sé, creo que voy a enloquecer.

-Vamos, sé que puedes, regálame otro orgasmo preciosa.

Sebastián está vez bajó a hacerle un exquisito oral hasta que ella bañó sus labios con su tercer orgasmo.

-Déjame ahora complacerte - dijo ella.

-No te preocupes, estás exhausta, deja que me sacie de ti por mi cuenta - respondió él.

Sebastián entonces se quitó el bóxer y con sus manos juntó los pechos de Estela poniendo su miembro entre ellos. Luego les hizo el amor hasta que los cubrió de su esencia que brotó tras una retardada e intensa eyaculación.
Estela y él quedaron como muertos, la noche anterior él le había hecho el amor con su boca, esta vez con sus manos, y sin haberla penetrado en ninguna de las dos ocasiones, le había hecho sentir más placer que el que había sentido durante toda su vida.
Luego ella se levantó y fue a la ducha, no le permitió a él acompañarla. Se vistió y se marchó al hotel, había valido la pena la visita. Se quedó dormida apenas entró a la habitación y durmió plácidamente, sintiéndose amada y satisfecha. (Continuará )

5 días de Estela con un extraño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora