I Parte

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     —Sofía, ya te vas —el frio mañanero se colaba debajo de su saco, quería llegar a su departamento rápido necesitaba una muy merecida siesta. Los últimos días se habían tornado infructuosos no había podido pegar un ojo, a pesar de todo si fingía no escuchar eso conllevaría futuros problemas en su trabajo. De mala gana se giró y forzó una sonrisa.

   —¿Necesitas algo? Puedo quedarme un poco más —su compañera mostro un aire de triunfo, por supuesto, su único objetivo era poder enfrascarla a ella para que se quede hasta tarde a trabajar. 

        Cuanto tiempo había pasado revisando esos documentos, su cuello protesto al levantar la vista, el reloj marcaba las ocho ¡Las ocho de la noche! Sofía se levantó de un salto, no podía haberse tardado tanto. La noche había llegado sin hacerse anunciar, no, ella no podía irse ahora.

        Bajo las escaleras a toda prisa, ni siquiera se despidió del de seguridad, eso no importaba ahora. Al salir por la puerta fue recibida por un frio viento que le azoto el rostro, se apretó más la chaqueta y con la mirada a sus pies comenzó a caminar de prisa tenía la esperanza de no verlo hoy, pero hay estaba al otro lado de la calle, mirándola impasiblemente. Camino más rápido hasta casi ir trotando, no hacía falta girarse para verificar lo que ya sabía, le estaba siguiendo siempre silencioso con su gabardina negra y un gorro. Faltaba poco, unas cuadras más y llegaría a su departamento.

        Las manos le temblaron al intentar abrir la puerta, esa era la razón por la que no le gustaba quedarse hasta tarde en el trabajo. Ese hombre aparecía junto con la llegada de la noche impasible, silenciosa que la hacía querer correr hasta no poder más mientras más lejos estuviera de él mejor. Cuando por fin logro mantener a raya el temblor de sus manos la llave cedió y pudo desbloquear la puerta, entro dando trompicones y cerro de un portazo. Cerró sus ojos y soltó la respiración que había estado conteniendo, le asusta que él la siguiera todos lados aunque también estaba furiosa porque cuando quiso dar aviso a la policía estos solo se rieron de ella. No tenía más remedio que lidiar con ese extraño hombre.      

        Todo se encontraba oscuro, busco el interruptor de la luz lo más rápido que pudo, odiaba la oscuridad la ponía nerviosa. Necesitaba relajarse y un vaso de tequila no sonaba nada mal, se sirvió un vaso y se lo llevo a los labios pero fue interrumpida por el timbre. Miro la hora, era muy tarde no se imaginaba quien podría ser, se dirigió con cautela casi temiendo que alguien apareciera y se la llevara. Nadie, no había nadie cuando miro por la mirilla, con el corazón a mil por hora abrió despacio la puerta.

       Escuchaba su respiración trabajosa, el pasillo se encontraba vacío con nada más que su propia presencia hizo acopio de todo su valor y se obligó a avanzar un paso a fuera. Cerca de los ascensores se encontraba una chica no más de quince años, Sofía se acercó con cuidado, parecía haber sido atacada recientemente.  Su blusa está rota justo por encima de sus pechos, ella miraba directamente a sus pies descalzos lo que hacía que su cabello callera como cascada ocultando su rostro.

     —Ayúdame, él viene por mí —dijo con una voz aguda.

    Sofía se detuvo en seco, esa voz le resultaba tan familiar. La niña levanto la cabeza lo que hizo que Sofía dejara de respirar por un momento, presentaba un cardenal en el ojo derecho y el labio partido también tenía sangre en su ropa cosa que no había notado antes. Su cabello rubio estaba manchado de sangre y se le pegaba al rostro, lagrimas caían sin cesar. Era ella, Sofía se estaba viendo a sí misma, su propio reflejo.

      A su edad de quince años. No algo estaba mal, no podía ser ella.

     —No vas a ayudarme —no era una pregunta, avanzo bruscamente hacia donde se encontraba petrificada— porque no quieres ayudarme. Te crees demasiado para ayudarme, un maldito me ha agredido sexualmente.

       Su voz ya no era tímida todo lo contrario se había vuelto confiada, segura y enojada.

       —Vete —susurro Sofía— no eres real, nada de esto es real. Su cabeza palpita, sus ojos empezaban a ver borroso.

       Llevo las manos a su cabeza y empezó a retroceder hasta entrar corriendo de vuelta a dentro de su departamento. Logro cerrar la puerta justo antes de que la niña la alcanzara, se apoyó en ella con las manos temblorosas todavía en su cabeza, sus piernas dejaron de brindarle fuerza y cedieron haciendo que cayera de bruces al suelo donde empezó a mecerse.

        —No es real —dijo para sí misma mientras negaba con la cabeza— no otra vez, por favor.

        Las lágrimas continuaban haciendo su recorrido. Un estrepitoso golpe provino desde el otro lado de la puerta. No supo cuánto tiempo se mantuvo en esa posición en esa posición, lo único que sabía era que se había levantado cuando dejo de escuchar el ruido y todo se volvió silencioso. Un silencio sepulcral para ser exactos.

—Oh, Sofía —murmuraron desde dentro de su departamento— no me has escuchado llamarte, estoy muy decepcionada de ti que diría mamá si te viera ahora.

       Sofía se levantó con el corazón en la mano mirando frenéticamente a todos lados, un escalofrió le recorrió la espalda al sentirla a su lado, impotencia, un miedo  desgarrador se apoderaron de ella. La niña la miraba con ojos muy serios, como podía tener miedo de sí misma, creía que no podía ser más escalofriante cuando la intrusa sonrió, aquella que debería ser una sonrisa blanca era una negra como el petróleo. La niña levanto las manos pasándola por su rostro dejando a su paso las marcas de sus uñas largas.

       Sofía se encontraba petrificada, no podía hablar o moverse, recupero el aliento cuando sintió esa mano fría recorrerle la cara y un agudo dolor en su mejilla. Un grito desde el fondo de su garganta se le escapo.  

EsquizofreniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora