II Parte

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           Inmovilizada sin saber porque con solo la capacidad de emitir sonidos, nada más que eso. Un sudor frio recorre su espalda mientras ella se acerca cada vez más, sus manos recorren sus brazos a parte de su rostro. Como caricias, caricias que hace un depredador a su presa, su bilis sube a su garganta y cierra los ojos con fuerza. 

        «No es real, no es real» se repite así misma una y otra vez, lagrimas siguen recorriendo su rostro y su respiración se vuelve cada vez mas agitada. Todo se encuentra oscuro a su alrededor, pero no recuerda cuando se fueron las luces, ni siquiera recuerda como caminar. La niña sigue examinándola, tiene una sonrisa pegada a su rostro, sabe, siente el miedo de Sofía y eso le gusta.

        El teléfono suena distrayendo a la niña un momento Sofía aprovecha para salir corriendo, no sabe a dónde se dirige pero mientras más lejos sea mejor. Entra a su habitación y cierra la puerta, con sus manos temblándoles mueve su cómoda así bloquea la puerta, retrocede y termina chocando contra la pared. Sangre a donde sea que pise hay sangre, no ella gotea sangre, sus brazos presentan cortes horizontales profundos. Esta tiesa por el miedo le cuesta moverse, poco a poco gira y se mira en el espejo, tendría que haberse quedado sin voz después de tanto gritar pero no, otro grito desgarrador se le escapa al ver su figura. Se encuentra llena de cortadas y en la pierna izquierda y más sangre que en todo su cuerpo, se agacha con cuidado y empieza a subirse la bota del pantalón, un pedazo de carne, le falta un pedazo de carne.

       Pareciera como si la hubieran preparado para ir directo a una carnicería. El dolor la encuentra, arde, quema, si antes no sentía ninguna otra emoción a parte del miedo ahora siente todo, en especial, dolor, uno desgarrador. Por poco y termina descuartizada. Su respiración comienza a hacerse más dificultosa, cada vez toma bocanadas más grande de aire como si se estuviera ahogando.

     —Sofía, cuantas veces tengo que decirte que esa no es manera de tratar a tus invitados —la voz de su madre resuena desde el otro lado.  

      Su madre. ¿Qué estará haciendo su madre acá y cómo habrá evitado a esa cosa?, su mente da vuelta tras vuelta ¿debería salir? No, con esa cosa allá afuera no lo hará. Otro grito más fuerte que el anterior se le escapa, sin embargo, no parece su voz.

     —Oh, cariño estás herida, porque no sales y te reviso —otra vez la voz de su madre. 

     «Hola» una voz suave y delicada, como la de un ángel se filtra por los orificios de la puerta, «Sofía, vamos no me gusta esperar. Oh, Sofía abre la puerta. Mira que tengo en mis manos, tengo a Dipsi ¿recuerdas a nuestra muñeca?»

     Sofía se levantó tratando de no hacer ruido, el teléfono se encontraba sobre la cama. ¿Cómo llego ahí?, marca con manos temblorosas y espera. Pip-pip-pip y nada, vuelve a marcar suena una vez, y otra…

    —Diga —una voz somnolienta atiende la línea.

   —Lauren, oh gracias a Dios —su voz se quebró, ¿su voz? No se escuchaba como ella.

   —¿Sofía? ¿Qué ocurre? —sonaba más despierta y había cierto tono de pánico.

   —Hay… hay… mi… yo… —no podía formular palabra seguida, se sentía agitada. Tomo una respiración profunda tratando de calmarse—. Hay alguien en mi casa.

     «¿Con quién hablas, Sofía? ¿Es Lauren? Dile que venga. Sí, sí que venga quiero jugar» otra vez la voz angelical solo que esta vez más aguda. Quiere taparse los oídos, no quiere seguir escuchando. Siente como si una voz le susurrara cosas dentro de su cabeza.        

   —Llama a la policía y mantente en donde estas, ¿me escuchas, Sofía? Llegare en un momento.

    No se despidió no encontró su propia voz, el teléfono cae con un ruido sordo. Sofía retrocede hasta que sus piernas chocan la cama, se sube, sin despegar la vista de la puerta, abraza sus rodillas contra su pecho y empieza a moverse, hacia adelante y hacia atrás.

    «¿Lauren va a venir a jugar con nosotras? Si, que divertido. Divertido, sí, sí. Vamos a darle una sorpresa»

   —Cállate —su voz es apenas un susurro —por favor, ya basta. Déjame.

   —¿Con quién estás hablando, Sofía? —la voz de su madre otra vez—. Oh cariño, ya estas  escuchando voces. Abre la puerta Sofía mamá te quiere ayudar.  

   «No la escuches, miente como todos. Todos te mienten menos yo» esa voz es como un susurro débil y delicado. Armonioso, es tan relajante con un toque travieso, si es una vocecita traviesa.  

   Extrañamente los ruidos del otro lado se han calmado. ¿Cuánto ha pasado? No se escucha ninguna voz. ¿Se han ido? Sus manos todavía tiemblan pero se obliga a levantarse. Cada paso es una agonía.

  «No es real, nada es real. Un sueño, solo es un sueño» piensa, mientras más se aferre a esos pensamientos todo estará bien.

   —Sofía, abre soy yo, Lauren.   

   «Dile que se oculte. Nosotras la buscamos, si, que divertido, que divertido » Esa suave voz suena tan animada. Lauren entra a toda prisa cuando la puerta se abre, cubre inmediatamente su boca con sus manos sofocando un sollozo. Sofía la mira sin comprender, solo fue un sueño nada fue real.   

   —Todo estará bien —Lauren la rodea con sus brazos—. Esto ya ha ido demasiado Sofía. Vas a estar bien. Ya pedí ayuda, están de camino.

   ¿Ayuda? ¿Para que necesitaría ella ayuda? Empieza a negar rápidamente.

  «No estoy loca» quiere decir.

  «Corre. Nos van a encerrar y cuando lo hagan ese hombre vendrá a por nosotras». Esa voz que era tan relajante ahora se escucha asustada.

   Corrió, corrió hasta alejarse de todos, olvidando el dolor, el miedo junto con otras emociones que no quería recordar. Su intento de escapar solo la llevo a estar donde no quería estar, en los brazos de su amigo, en los brazos del hombre que llevaba días siguiéndola. Se encontraba directo con la cara de la muerte, esos fueron sus últimos pensamientos.

EsquizofreniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora