VI Parte

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La impotencia volvió y le cayó como un balde de agua fría, Sofía sostuvo su cabeza con las manos. Tenía que convencerse a sí misma de que no era real y solo un producto de su fantasía, no importaba lo real que pareciera esas cosas no existen. Un grito proveniente del otro lado de la puerta la puso alerta. El tintineo de una llave y luego su puerta abriéndose hizo que Sofía se aprisionara contra la pared esperando lo peor.

   Daisy entro a toda prisa con la respiración acelerada.    

   —¿Qué haces? Tenemos que irnos antes de que regresen, si nos quedamos esa cosa nos atrapara.

   —¿De que hablas? ¿La ves? A la… cosa.

   Sofía miro los ojos de la niña que parecían tan asustados como la de ellos.

    —Toma tu forma y te acecha le gusta el miedo que sientes y se mete en tu cabeza, te susurra cosas. Pero ya está cansada de jugar por eso tenemos que irnos aquí nadie nos puede ayudar, no nos creerían.

   Era verdad, no estaba loca. Sus vidas corrían peligro, Sofía tomo la iniciativa y sin detenerse tomo la mano de la niña y echaron a correr. Los pasillos eran oscuros y viejos, tanto que parecían que iban a caerse en cualquier momento. Un sonido ensordecedor invadió los vacíos pasillos, corrieron más de prisa.

   —Nos están siguiendo —la voz de Daisy sonó agitada —por acá, ya estamos cerca.

   Doblaron por un pasillo a la derecha, los pasos se acercaban y a lo lejos escuchaban la voz de un hombre gritar. Sofía se encontraba tan cansada y a la vez tan descansada. Su mente estaba tranquila no tenía que cuestionarse si era real o no. Cuando pudieron llegar a la puerta sintieron u  alivio de estar a tan solo un paso de la libertad. 

   Había pasado tanto tiempo encerrada que no recordaba lo que era estar al aire libre, pese a todo una desesperación la invadió estaban en medio de la nada, a su alrededor solo había árboles. Sofía miro desesperadamente a todos lados buscando una salida, Daisy apretaba fuertemente su mano, la niña comenzó a tirar de ella hacia un lado y ella la siguió. 

   —¿Sabes cómo salir de aquí? —Daisy se detuvo y negó con la cabeza.

   —Es la primera vez que estoy fuera, no me dejan salir.

   Sofía la miro y sintió pena por la niña prácticamente estaba sola y cautiva igual que ella, la única diferencia era que la niña podía caminar libremente por los pasillos. Tenía que salvarla y darle una vida mejor, lo haría, estaba decidida a hacerlo. Se adentraron en el bosque y corrieron con la esperanza de encontrar la carretera y pedir ayuda. Estuvieron así por horas o quizá solo fueron minutos pero sentían una punzada en sus costados que le impedían avanzar, cuando salieron por la puerta podían vislumbrar el sol claramente. En cambio, entre medio de esos árboles todo parecía más oscuro o acaso había anochecido.

   —No hay escapatoria, si quedan acá los animales las devoraran —un hombre gritaba no tan lejos como les hubiera gustado. Se habían quedado dormidas.

   Se levantaron y se apresuraron a ir en camino contrario que el de ellos.

   —Tenemos que encontrar refugio antes de que caiga la noche o la cosa vendrá por nosotras.

   Daisy tenía razón los hombres eran la menor de sus preocupaciones, tenía que escapar de la cosa eso era lo que importaba. Corrieron hasta que sus cuerpos perdieron toda fuerza y cayeron. La niña estaba inconsciente y se retorcía en el suelo.

   —Las encontré —una mano fría toco la frente de Sofía— despierta bella durmiente, estas en serios problemas.  

   Sofía abrió los ojos y vio al hombre que no era un extraño. Varias veces lo había visto observándola a lo lejos sin razón alguna.

   —¿Por qué yo? —pregunto con voz ahogada.

  —Porque tú la ves. Esa cosa viene con la noche y solo te quiere a ti.

    El aire se tornó frio y todo pareció volverse más oscuro, el hombre también lo sintió porque se levantó lo más rápido que pudo. Los gritos de ayuda que emitía parecían perderse como un eco al final. En un abrir y cerrar de ojos ahí apareció ella, no se parecía a Sofía o a Daisy sino que era oscuro como la noche sin rostro y delgado como un palo. Solo una neblina con forma, el hombre profirió un grito que casi no parecía humano.

   El hombre cayó al suelo con los ojos abiertos mirando a la nada. La cosa se acercó a Sofía y ella grito, grito hasta que su garganta estuvo al rojo vivo.

   —Y ¿Qué paso después? —pregunto el Dr. Grant.

  —No lo recuerdo, cuando abrí mis ojos nuevamente estaba acá. Fue un sueño tan real.

  —Fue un sueño solo eso. Sofía cuando ingresaste al hospital tu estado mental ya estaba…

   Sofía se desconectó sabia a la perfección lo que diría, había estado hablando con personas de su imaginación cuando creía que eran reales. La primera vez que vio al doctor le dijo: el primer paso para curarse es admitir que se está enfermo. Y así lo hizo había días en que no sabía con quien hablar por el miedo de que no fuera real.          

—Sofía —levanto la cabeza al escuchar su nombre—, hemos terminado por hoy, ¿podrás llegar sola a tu habitación? Bien, mañana tendremos otra cesión.

   Los pasillos eran blancos igual que su camisón que le quedaba holgado. En vez de dirigirse a su habitación se dirigió al jardín, los enfermeros vigilaban minuciosamente a los pacientes.

   «Mentirosa, mentirosa. No le dijiste al doctor de lo que nosotras sabemos y el no. No, no, no. Mejor que no le digas nada a la niña no le va a gustar»

   Esa voz de nuevo en su cabeza pensó que era mejor volver adentro antes que empeorara. Adentro la niña saltaba la cuerda y cantaba como siempre.

   —Pensé que volverías en cuenta hubieras terminado.

  —Yo… yo quería tomas un poco de aire —pese a ser una niña le daba mucho miedo, no era una niña normal después de todo. Se metía en su cabeza y jugaba con ella.   

  —Espero que hayas dicho solo lo que te dije —sus ojos fríos la miraron— papá no debe enterarse que tú y yo jugamos. Se va a enfurecer y no nos va a dejar a volver a jugar y ninguna de las dos quiere eso ¿verdad?

   Sofía se apresuró a asentir, cuando la niña hubo quedado satisfecha con su respuesta salió saltando como si nada.  

   «Vamos, corre, corre. Si, si, si, hay que correr bien lejos antes de que regrese»

   Y corrió, corrió como en su sueño, a cada paso recordó sus heridas,  marca de arañazos en sus brazos, en su rostro. Ella creía que la niña era buena, no era así sus juegos siempre incluían a agujas o tijeras. Le gustaba como Sofía se retorcía en suelo por el dolor y cuando alguien le preguntaba que sucedió, no decía nada. Llego hasta el quinto piso, se acercó a la barandilla y miro para abajo, era una larga caída. Se tiró, casi se sintió volar, fue libre por un segundo.

   —Mary, ¿Qué haces? —la niña miro a su padre.  

   —Nada —vio como sacaban el cuerpo de Sofía en una bolsa, una pena tendría que buscarse otro juguete.

 —No se puede salvar a todo el mundo —dijo su padre.

  Sonrió de una forma que podía helar los huesos de cualquiera, tomo la mano de su padre y se dirigieron de vuelta adentro.

  —Witzy Witzy araña. Tejió su telaraña, vino la lluvia y se la llevó; papá vamos a ver a mamá, sí, sí, sí. Quiero ir a ver a mamá —su padre la miro con mucha tristeza en sus ojos, no se puede salvar a todo el mundo, se repetía a menudo  y no podía salvar a su hija—.  Ya salió el sol, se secó la lluvia, y witzy witzy araña otra vez subió.

EsquizofreniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora