El sol brillaba en lo alto del cielo y los pájaros cantaban mientras brincaban de rama en rama. Era viernes, lo que significaba que era día de la mudanza y último día de escuela para vacaciones de navidad. A Sophie no le gustaba la idea de cambiarse de casa y mucho menos de cambiarse de ciudad, si es que se le podía llamar así a dónde se dirigían. Su mamá acabó de meter la última caja en el auto mientras el camión de mudanza esperaba a que dieran marcha. Sophie se quedó parada en la entrada de su casa —su antigua casa —. No era una casa grande ni muy lujosa pero vivían en un buen vecindario y ahí tenía algunas amigas, de las que se había despedido al terminar la escuela.
—Sophie vámonos, ya es hora -le reprochó su mamá para que subiera al auto y así lo hizo.
Vivían en Portland, una ciudad grande y con muchos lugares que visitar y actividades por hacer pero cuando sus papás perdieron su trabajo, se vieron obligados a vender su casa y uno de los dos autos que tenían. Su mamá encontró una pequeña casa en un pequeño pueblo a varias horas de distancia llamado Eddlestone, por lo que se vieron forzados a dejar su vida en la ciudad. Sophie tuvo que dejar su escuela y a sus amigas a las que conocía de hace años.
El papá de Sophie puso el auto en marcha rumbo a su nuevo hogar y el camión los siguió detrás de ellos.
El camino a su nueva casa fue aburrido, pasaron otra ciudad y varios pueblos en donde se detenían a echar gas y a comer.
Tardaron seis horas en llegar por lo que ya estaba oscureciendo. Sus mamá le había dicho que podía faltar a la escuela si así lo quería y así irse un poco más temprano para no llegar tarde pero Sophie se había negado ya que era el último día en el que podría ver a sus amigas.
Al llegar a Eddlestone pasaron por el centro del pueblo, dos pequeños parques, unas cuantas tiendas y una biblioteca antes de llegar a su nuevo hogar, dentro de un vecindario en donde las casas eran todas muy similares, todas parecían viejas, algunas eran de dos plantas como la de ella y otras solo eran de una, pero todas parecían iguales. Casi no se veía a nadie en el vecindario a excepción de unos cuantos niños que jugaban con unas pequeñas espadas de madera en la siguiente cuadra.
Los tres bajaron del auto y cuando su mamá hubo abierto la casa mientras su papá bajaba algunas pequeñas cajas del auto, Sophie se adelantó y comenzó explorar su nuevo hogar.
No se sorprendió por lo que vio, del lado derecho de la puerta había una sala pequeña y a su izquierda un comedor que daba a la cocina. Al pasar las escaleras había un pequeño cuarto que serviría de oficina, para que su papá pudiera empezar con su nuevo trabajo. Los espacios no eran tan grandes como en su antigua casa, pero tampoco estaban tan mal, pensó ella. Subió por las escaleras, las cuales daban a dos cuartos, uno frente al otro y entró al de la derecha, el que sus papás le habían dejado a ella. El cuarto no daba mucho que ver, a excepción de una ventana al fondo y de dos puertas las cuales una daba a un pequeño clóset y la otra a su baño.
Cuando todas las cajas que le pertenecían estuvieron en su cuarto junto con los muebles que habían bajado del camión, ya era pasada la media noche pero Sophie no se sentía cansada, probablemente porque había dormido buena parte del camino hasta ahí. Preparó su cama y comenzó a sacar ropa para acomodarla en su clóset.
No había pasado tanto tiempo cuando noto que uno de los pequeños cuadros de madera —los cuales cubrían la pared como decoración del clóset— estaba flojo. Aunque no se le hizo raro ya que era una casa muy vieja, lo removió pensando que al día siguiente su papá lo repararía pero se encontró con un pequeño agujero muy oscuro.
Terminó removiendo tres cuadros más que encontró flojos de manera que se quedó frente a un pequeño orificio en la pared en forma de cuadrado, el cual ya no se encontraba tan oscuro por lo que pudo ver que en su interior se encontraban algunas fotografías y un sobre el cual, asumió Sophie, contenía una carta.
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Caminos encontrados
Non-FictionCuando Sophie encuentra una carta y 6 fotografías dentro de un pequeño agujero en la pared de su nueva casa, su curiosidad la lleva a conocer a quien sería su primera amiga, Margaret, una mujer mayor, dueña de la única biblioteca en el pueblo. Ambas...