Epílogo

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—Vamos Sophie, ábrelo. -dijo su mamá cuando le entregaba una caja muy pesada envuelta en papel rojo y con un gran moño blanco.

    Sophie tomó la caja y la dejó en el suelo sobre la alfombra, se sentó junto a ella y comenzó a quitar el papel.

    Su mamá había terminado de decorar la casa y colocar el árbol de navidad en una orilla junto a la chimenea unos días antes. En toda la casa de podía sentir el espíritu navideño.

    A Sophie le encantaba todo lo que tuviera que ver con la Navidad. La cena, los regalos, pero sobre todo, el convivir con su familia. En Portlad siempre pasaba Navidad con toda su familia, sus papás, sus abuelos y alguno que otros tíos, pero en Eddlestone se encontraban lejos. Ese día, se sentía como todas las Navidades pasadas, feliz y emocionada.

Alrededor de ella se encontraban sus padres, Margaret, Sam, Sarah y toda su familia.  Todos la veían con una sonrisa mientras abría su regalo, se volvía a sentir como una niña otra vez.

Hacía ya días que habían encontrado a Sam, y desde ese día no se habían separado. Sarah conoció a Clara, la esposa de Sam, a su hermano Sam, a su hermana Elizabeth, o Lizzie, como todos la llamaban y a todos sus sobrinos. No había pasado mucho tiempo desde todos se conocían, pero ya eran una familia.

—¿Una máquina de escribir? -preguntó Sophie sorprendida y con una gran sonrisa en su cara.

—Se nos ocurrió que con ella podrías escribir todas tus aventuras. -contestó su papá.

—Tal vez puedas iniciar con la nuestra. -sugirió Sam, quien se encontraba sentado junto a Sarah y sus hijos.

—¿Te gusta? -preguntó su mamá.

Como respuesta, Sophie se levantó del suelo y fue directamente a abrazarlos.

—Me encanta.

—¿Por qué no abren los demás sus regalos? -preguntó su mamá sonriendo a todos los niños, que también habían visto a Sophie abrir su regalo.

Y así lo hicieron. Al mismo tiempo todos se levantaron y corrieron al árbol a buscar el regalo de cada uno.

—Iré preparando la mesa. -dijo Margaret.

Sophie dejó su regalo a un lado.

—Déjame ayudarte.

Ambas se dirigieron a la cocina y comenzaron a poner platos sobre la mesa. Mientras lo hacían Sophie miró hacia la sala, donde todos los niños reían y gritaban de emoción por sus nuevos juguetes y no pudo evitar pensar lo que hubiera pasado si no hubiera encontrado esas fotografías y la carta, pero lo apartó demasiado rápido. Lo había hecho, y había sido afortunada de encontrarlas porque gracias a ellas encontró algo aún mejor. Había reunido a Sarah y a Sam. A un padre con su hija y eso le había dado la mayor felicidad que nunca había sentido. Había encontrado nueva familia.

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