El trote suave de "Mal Trago" fue adormilando a Jade, hasta caer en un profundo sueño, como en el que se encontraba antes de que su padre la despertara, esta vez la envolvían terribles pesadillas, su pequeño cuerpo se agitaba nervioso debajo del brazo que la sujetaba con fuerza, él, en lo único que podía pensar era en la suerte perdida, lo había abandonado hacía tiempo, se lamentaba por eso, nada le importaba más que él mismo, no conocía a los hombres contra los que apostó a su hija, en realidad solo al pervertido al que le hacía trabajos sucios, era el comisario, pagaba bien, aunque últimamente servía para tapar deudas y aplacar temperamentos irritados. Entorno sus ojos pensativo, ahora sin la niña solo le quedaba una baqueteada esposa, quizás, unos pocos desesperados apostarían por ella.
-¡MALDITA SEA ! - Mascullo violento y Jade se sobresaltó.
-Shhhh - Siseo enfadado por alterar el trote tranquilo de su caballo y casi despertar a la niña.
Aun tenía el cerebro embotado así que no pensaba con claridad, sentía un poco de pesar en su corazón, claro que quería a su hija y en menor medida a sus hijos varones, eran como su competencia, en ellos se veía reflejado, pero los sabía una versión mejorada de él mismo, algo que lo irritaba. La actitud santurrona de los mocositos desfilando tras las falda de la madre, obedientes, atentos a todo lo que ella les pidiera, lograban enfurecerlo, el enfermo y el chillón sacaban el asesino que moraba en su interior, pero Jade, ella vino al mundo para ser deseada, admirada, ¡ahhh! él explotaría eso, era su carta ganadora, o por lo menos eso creía, hasta que sin recurso alguno despilfarró lo único bueno que llego a sus manos para hacerlo un triunfador, pensaba negociarla en su justo momento por una sabrosa recompensa, nada de antros sucios, buscaría candidatos a la altura de su belleza, le sacaría el mayor provecho posible, o al menos eso creyó, el alcohol a veces no lo dejaba pensar hasta que era demasiado tarde y todo estaba arruinado, lo que había pasado la noche anterior.
Debía pensar rápido, llevaría a la niña al "Mala Muerte", luego de entregarla al de la cicatriz se sentaría a negociar, era bueno para eso, y el comisario, Javier Molina, el mayor pervertido que conocía, si había algo que lo hacía babear desde hacía tiempo era su Jade, él se lo leía en la cara, esa expresión de labios entre abiertos y respiración rápida era inconfundible, aprovecharía eso para aguijonear sus coloradas pelotas con la posibilidad de tocar a la niña, mientras que no se excediera, él miraría a otro lado un rato, a esto Milton Frías lo llamaría oportunidades, y las oportunidades se aprovechaban. Javier disponía de matones, los que tantas veces lo acompañaron para reclutar muchachas para los burdeles de su propiedad, las raptaban de pueblitos del interior, a veces las compraban por yerba, azúcar, tabaco y unos pocos pesos, otras mataban a los que se oponían. Javier Molina tenía los recursos para rescatar su inversión a futuro, después solo quedaba esperar por las ganancias detrás de un cuerpo más desarrollado.
Nunca fue un dechado de virtudes, era lo que se dice un ventajero, él solo veía oportunidades y las tomaba, las consecuencias ni se preocupaba en analizarlas, las afrontaba. Con los años se insensibilizo, el alcohol hizo lo suyo y Milton Frías aportó su parte, cuando niño, Romo fue una de las tantas oportunidades a las que echó mano Milton, en incontables ocasiones fue moneda de pago, odió al hombre frío y calculador que fue su padre, y se prometió no ser igual, pero debía asumir que él tampoco era un modelo a seguir, era tristemente la muestra barata de un hombre, uno de verdad no haría negocios con su hija, la protegería de los vicios insanos de los pervertidos, en cambio él la entregaría a las fauces de un lobo, y si en ese momento consideraba pedir una ayuda para tenerla de vuelta, era solo para obtener mayor ganancias en un futuro cercano. Mientras pensaba apretó con demasiada fuerza el brazo delgado de la niña.
La incomodidad y el dolor despertó a Jade, se removió inquieta presa del temor y busco con los ojitos húmedos quien la sujetaba, lloriqueo asustada hasta que reconoció las facciones de Romo, y su cuerpo tenso se relajó buscando la comodidad del pecho paterno. Temblaba bajo el escaso abrigo que Romo le proporcionó y su respiración escapaba en forma de vapor helado, las manitos se perdieron dentro de las mangas de su fina campera buscando el calor que escapaba de su cuerpo. Con la espalda firmemente apoya contra el pecho de Romo barrió de un lado al otro el camino, se proyectaba estéril y polvoriento, se perdía adelante en un curva pronunciada, la oscuridad amenazaba tragarlos y ella no podía dejar de mirar, los alambrados encajonaban el camino, que se estrechaba de a ratos, más adelante sobre su derecha, en medio de un grupo pequeño de acacias una bruma inusual tomaba forma alargada, la figura le pareció familiar y algo en ella le recordó a su madre. Jade había nacido con el don de acariciar el etéreo mundo de las almas, enderezó la espalda siguiendo el espectral espectáculo, giró el cuerpo y la cabeza acompañando el sutil movimiento que solo sus ojos veían, con la conciencia entrelazada se perdió en el trote lento de Mal Trago que bufaba alterado, percibiendo lo sobrenatural como solo los animales pueden hacerlo y, tal vez algunos elegidos. Romo fastidiado la regreso a su lugar, la niña movía su afilado codo entre las costillas del padre y el dolor le resultaba insoportable, al trayecto silencioso lo rompía el peculiar sonido de alguna lechuza y el monótono bufido suave del caballo.
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¿Quien sonríe en la oscuridad?
RomanceUna es la hija de una prostituta, la otra una niña que su padre aposto en un tonto juego de cartas, necesitan ser salvadas. Ambas serán rescatadas al final. Ambas deben pagar un alto precio y la vida parece demasiado...