Capitulo Nº 5: "A pura maldad"

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    Eran cerca de las once de la noche cuando con su habitual algarabía ruidosa hizo su aparición Javier Molina, seguido de cerca por sus más fieles y leales matones; era como un rey sin corona ni blasones, con la sangre tan aguada como el más insignificante plebeyo, pero compensando la falta de linaje con la autoridad corrupta de su revolver, y la ciega justicia de manejar la ley a su antojo. Aunque la mayoría lo creyera solo un imbécil con pistola debían abstenerse y fingir servicial disposición, demostrarlo, aunque con el mínimo gesto era condenarse a muerte, en eso Carlos Quinto, apodado "El Filoso"era todo un maestro, cuando lamía el filo de su cuchillo, la victima estaba seleccionada y sus horas contadas. Como el pobre Aníbal Correa que se enamoró de la Carola la preferida de Javier, hasta que se cansó y la cambió por una más joven, Correa intentó llevársela una noche sin luna, dos días después lo encontraron despellejado del cuello a la cintura, con sus propios testículos medio masticados en su boca, de ahí en más serían por todos atendidos con los honores falsos de personajes importantes y peligrosos.

    Pasaba siempre que aparecían, las voces se apagaban lentamente en un murmullo, mientras que las risotadas de Javier Molina inundaban cada rincón, una fría maldad custodiaba las espaldas de ese grupo y se esparcía bañando a todos por igual. Camino con la seguridad orgullosa de un general victorioso y al pasar al lado de Romo le toco el hombro, sin decir una palabra siguió hasta la mesa más alejada, la que usaba cuando necesitaba hablar con alguien.

    Romo se acomodó el mechón rubio que le cubría parte de la cara, levantó la vista y de reojo acompañó el lento paso del filoso, por mucho el más sanguinario y temido, aseguraban que era el verdadero hijo del demonio, las lenguas paganas y supersticiosas afirmaban que la madre cansada de esperar por un bebe hizo un pacto de sangre con el maligno, de la unión satánica nació Carlos, ojos redondos hundidos y negros,  atentos como los de una serpiente, tan fríos como calculadores, sádicos, revelaban la crueldad de sus inexistentes sentimientos, se regodeaba en el dolor ajeno con la obsesión demencial por la oscura satisfacción del uso de su cuchillo, era la maldad caminando, no más de un metro sesenta, mocho tirando a bronce, de nariz afilada, labios finos y rostro sumido, vestía de negro de la cabeza a los pies acentuando su salvajismo, se paseaba a toda hora con el cuchillo en la mano limpiándose las uñas, sudaba violencia, respiraba brutalidad, la sola mención de su nombre provocaba escalofríos.

    Por mucho que conociera a los matones de Javier, Romo nunca les tuvo confianza, cuando los acompaño en la tarea de reclutar mujeres dormía con un ojo abierto y una pistola al alcance de la mano. Al filoso parecía no gustarle las mujeres, más bien se excitaba con la sangre y la tortura. Romo se levanto de la mesa carraspeando, al tiempo que la vida en el Mala Muerte retornaba poco a poco, saludo con una inclinación de cabeza a los otros cuatro matones, que devolvieron la atención, camino los ochos pasos con los hombres que lo seguían de cerca sin intercambiar palabras, a su espalda quedaron las carcajadas de las chicas animando la vida nocturna y licenciosa. 

    Javier Molina ni siquiera necesitó levantar un dedo para ser atendido, las chicas corrieron prontas apenas su gruesa anatomía toco la silla. Los matones que también hacían las veces de guardaespaldas se ubicaron en la mesa de enfrente, de tal forma que parecían una barrera delante del comisario, todos serios, atentos a cualquier movimiento. El filoso se aparto del grupo ubicándose en una mesa por detrás del comisario, clavando la mirada en Chola Ruiz, la única que no le temía, se acercó a él con el felino movimiento de una gata en celo y, ya sobre la mesa se inclino mostrando descaradamente sus tetas que desbordaban el escote, al contrario de lo que todos pensaban si le gustaban las mujeres, en especial Chola con la que se acostaba seguido, la prostituta dejo una botella de vino sobre la mesa y al posar el vaso toco intencionalmente la mano de Carlos con una sonrisa provocadora, el filoso sacó unos billetes del bolsillo y hurgó entre las tetas para dejarlos , de paso toco un rato el pezón antes de retorcerlo y apretarlo con una suavidad rara en él. A  Chola en realidad le gustaba ese hombrecillo con aspecto de duende siniestro, quien compensaba su grotesca apariencia con la suavidad de un amante complaciente.    

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⏰ Última actualización: May 26, 2020 ⏰

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