Uno: El Gran Lobo Malo

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La luz del amanecer entraba a raudales a la habitación como sutiles focos de la estratosfera, iluminando las minúsculas motas de polvo en la cargada estancia.
La nieve caía como pequeñas plumas blancas a la tupida foresta que se observaba desde el cristal.
Gerolf se despertó en completo silencio, su cuerpo se hallaba tumbado en medio que antes fue el lugar dónde dormía. La estructura de madera de la cama se encontraba movida y torcida en medio del lugar. Y el colchón rasgado y con sus plumas interiores esparcidas por todo el suelo, por no hablar de su posición. La cual era vertical.
Eso no fue lo único alarmante a su alrededor, unas cuantas de huellas de patas caninas se dibuja con un líquido sospechomente rojo.
Y la ventana mostraba un peculiar agujero redondo y picudo de un tamaño superior a una cabeza humana.
Los arañazos se vislumbraban por toda la pared, profundos y alargadas.
Ger se puso de pie con cuidado, se sentía mal, muy mal.
Ando hasta situarse frente al espejo de pared, o lo poco que quedaba de él.
Por su fragmentación tendría que esforzarse un poco para conseguir verse.
En general, le pasaba todas las noches. Algunas en mayor o menor medida, otras con animales muertos sobre su cama.
Su  desnudo reflejo se veía con sangre que brotaba de su abdomen y bajaba como una sombría y vital cascada. Le escocia mucho, tenía ganas de vomitar en aquel escenario dantesco.
Abrió la puerta con la llave que guardaba en la repisa más alta de su armario, estúpido de su parte.
¿Por que no la guardaba en un lugar más accesible? Ya que Gerolf era un chico bajito de por si, herido fue más difícil. De paso cogí su ropa, pero vestirse no era importante hasta el momento en el que se vendara la herida.
Desde luego ni presentía como se lo hizo pero probablemente tendría una bala alojada en mi barriga.
En cuánto que llegó al cuarto de baño intente cursarse la herida lo mejor que pudó. El sangrado continuaba, en menor cantidad pero continuaba. Se atemorizo pensando en la posibilidad de estirar la pata allí mismos. No obstante el mundo lo aguantaría un rato más, como poco.
Luego de pensar en su propio fallecimiento se intentó quitar la sangre en la ducha con agua y jabón.
Le sorprendió su  relativa efectividad, aunque la probabilidad de que su sangre le cubriera era elevada.
Se vestío con ropa de abrigo sacado de su guardarropa viejo con cuidado de no hacerme daño, y ni siquiera tocará las vendas del inferior de su tronco.
Busqué a su familiares en sus sobrios y ordenados dormitorios,  pero en su lugar encontró camas vacías.
<<Estarán cazando - se tranquilizó . >>
Unío las piezas como si de un macabro puzzles se tratará.
Pensó en lo poco probable era que no guardará ningún relación entre los dos hechos.
¿Y si Gerolf era el culpable y les causó algún daño?
También cabía la posibilidad de que fuera otro cazador, y por lo cual una coincidencia pero no se atrevía ha errar en ésto.
Salió de la cabaña tan rápido como sus piernas le dejaron, pero tuvo que aminorar la marcha ya que comenzaron a flaquear y temblar.
El bosque le rodeaba tupido y salvaje.
Se esforzó por acelerar el paso por mucho que costará,  los árboles parecían burlarse de él con sus afiladas copas.
Todo se confundía como si entre los troncos se expulsará un gas alucinatorio, o en su defecto algo malvado.
Dejó que su cuerpo le guiará y me llevará a dónde quisiera.
Sin pretenderlo ni quererlo acabo en un claro.
Lo que vio en él me horrorizo y me repugno, pero en un confín de su interior le gusto . Incluso puede que le agradaba y le evitará.
Los cuerpos de su padre e hermanos se desperdigaban por el sitio.
La sangre y los órganos tenían la nieve de escarlata intenso a su alrededor.
El intestino de uno de ellos colgaba en una rama oscura y punzante de un árbol pequeño y blanco.
Una chispa se encendió en él , y cual estatua de madera le consumió en llamas de brutalidad y deboro su humanidad.
Este era un fuego dormido que en él que consiguió despertar.
Hay lo entendió todo, él era lo malvado de aquel bosque.
Ya no era él , su cuerpo se movía como si fuera un espectador y no el protagonista de su historia.  Saltó sobre uno de los cadáveres del centro, quedando en una pose primitiva y salvaje, luego comenzó a deborarlo a grandes y feroces bocados.

Cuentos para Elizabeth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora