Tres: Sangre sobre un Lienzo

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Dorian miraba las columnas de impoluto blanco de su antiguo hogar.
El banco debía haberla vendido al mejor postor como simple ganado . Eso le molestaba.
Tras la ventana dos niños pequeños jugaban delante de un luminoso y cándido árbol de Navidad.
<< Ya hará como cien años que las paredes no vislumbran un niño feliz - pensó.>>
Desde luego Dorían no fue ese niño, su abuelo lo odiaba y no se molestaba en ocultarlo.
La nieve se precipita a la calle torrecialmente , cubriendo más de diez centímetros el suelo. Y con el los mocasines enfriandolos.
Ya llevaría muy pasados veinte minutos mirando fijamente desde en medio de la calle al cristal.
Si alguien, ya fuera desde dentro de la casa o fuera se percatará se asustaria. Injustificadamente,  ya que sólo rememoraba tiempo de antaño. De vez en cuando merodeaba por ese lugar, el teatro Royale, e incluso la mansión de Henry.
El bao salía de lo rosado labio del hermoso Dorian como el humo de una chimenea.
Guardaba las manos en el abrigo a causa del frío, solo las saco para ver un boceto de Sybil a carbón por Basil. Este no terminaba de captar la belleza natural de la chica, ni quiera él dibuja tam bien. Ella mostraba difícil para ser captar , como la de un ángel.
Para Dorian lo era. Su ángel.
Su aura tímida y infantil, en cierta manera le recordaba a Edwards.
En su ojo resbaló un copo para derretirse, produciendo la ilusión de el dibujo lloraba y vivía.
Recordó que la última vez que la vio ella lloraba y suplicaba,  él como un Dios de mármol que no cumple con las promesas cumplidas fue cruel.
Fue el principio de su fin.
Puede ser que desde mucho antes, la noche que volvió a cada con un cuadro nuevo y tristeza por despertar al paso del tiempo.  Puede que incluso antes.
Paró un carruaje alquilable sin pasajero dentro que conducía un hombre con espesas patillas.
Un vez dentro se encendió un puro. A Dorían le gustaba el humo era efímero y iluso. Le recordaba a la vida.
A parte lo relajaba un poco. Cosa que se complicaba con la edad.
Bajo del transporte frente a un bloque de grandes pisos de piedra gris.
Uno de ellos se quedó abandonado antes de que Edwards o Dorian llegarán. Cuando lo compro le confesó que le perteneció a un joven que se fue apresuradamente llamado Victor.
En vez de su piso, que  el derecho se dirigió al central. Pico lo suficientemente fuerte para que estuviera dónde estuviera lo escuchará.
Quizás estuviera en el invernadero de la guardilla. Su apartamento se equipo con gran decoró, ya que Edwards no acostumbraba a salir casi en ninguna circunstancia. Cuando el joven Mordrake no estaba allí practicaba con algún instrumento o pintaba. En lo primero tenía una exquisites impecable, Dorían por eso de vez en cuando lo llamaba su pajarito de dos cabezas.
Eso fue lo que lo enamorado de él,  se sentía como volver a tener a Sybil.
Pensó que la joven Bane no merecía morir así.
- ¿Edwards, estas hay? - grito desde frente la puesta y chocando la argolla dorada con la madera.
Él no abrirá pero él entrará de todas formas, volvió con la llave maestra y abrió la puerta.
Lo busco en la planta baja y en la segunda,  luego miro en su estudio no quedaba ni rastro de Mordrake.
Solo la soledad mezclada con un toque de oscuridad en cada recodo.
Seguramente estaría rezando,  Edwards Mordrake era católico que rezaba por miedo a Dios por lo menos dos veces a dia en una habitación sencilla con poco más que un crucifijo, una chimenea y una cama.
Entra apresuradamente.
Su pajarito de dos cabezas colgaba de una soga rústica en su blanco y juvenil cuello.
Así parecía más joven, como de unos dieciocho años y pálido.
Los mismos labios finos que beso y amo se cerraban para siempre con una expresión sería y triste, las palabras que más lo definían.
La cuerda jiro mostrado su nuca como guiadas por el destino que le mostraban algo, en vez de pelo revuelto y oscuro una cara de menor tamaño sonreía demasiado,  casi desquiciadamente con un color amarillento.
Dorian Gray se le revolvió el estómago y casi vomita.
<<No puede pasar otra vez- notaba su mejillas húmedas- Debo de estar maldito por un acto o una maldición.>>
No lloró con la muerte de Sybil ( casi ni vio), Basil y menos su abuelo.
Encontró en uno de lo cajones un abrecartas de enpuñadura dorada con un rubí, y con la ayuda de la silla que uso Edwards lo bajo.
Le costó recostarlo en la cama, a pesar de ya pasar los cincuenta Dorían literalmente tenía el cuerpo de un adolescente de diecisiete años y su más que amigo ya pasaba de los veinte.
Tiro la cuerda y le dio una patada. No sabía que hacer.
O si, solo que no quería esa vida para alguien que tanto amaba. Hizo de tripas corazón, lo quería demasiado para dejarlo marchar.  Eso fue egoísta.
La carcajadas a cada momento le molestaban más, nunca escuchó al rostro reír y mucho menos pronunciar palabras pero ahora tornaba tan sonoramente que se escucharía desde fuera.
Toco los labios secos de Edwards, respiro y pasó el abrecartas por el inferior, lo justo para que un hilito de sangre le corriera pero no durará mucho el sangrado.
Su propio labio también lo cortó, en sí mismo fue mucho menos cuidadoso.
Como con quien hizo un pacto hace largos años unió su labio al de Edward. El beso debía ser largo, para que la sangre se mezclarán, y la de Dorían entrará en el cuerpo de Edwards y la de Edwards en Dorían. Así es como debía ser, quedando unidos para siempre.
Colocó su cabeza en la almohada, dejado al rostro trasero contra la tela, quizás con la esperanza de que se afixiara o se callará.
En poco tiempo su rostro, cuya blancura ya de normal era anormal comezó a coger un tono más humano y menos cadaverico.
Hizo efecto en segundo pero ha Dorian le parecieron lustros aderezados preocupación. Sus ojos oscuros, como su cabello se abrieron de golpe siendo desorbitadas pelota de miedo.
-Dorian- respiraba con dificultad, y su voz denotaba mucho cansancio y agotamiento.
Lo abrazo, no quería que se fuera como Sybil.
-¿Por que...? - preguntó con irá, no causada por él sino por sí mismo y el temor.
No pudo continuar.
-La cara, ellas es mala.- solo añadió.
Cuando le cogió de las manos temblaban mucho.  Dorian Gray en su transformación fue más fuerte,  el siempre era más fuerte. Aún que él seguía vivo.
-Estoy aqui contigo, por la eternidad.
Estrecho su cara de mandíbula fina en sus manos y le besó.

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