El Chasquido del Destino

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Ella se arqueó contra su cuerpo, lo hizo como el golpe de una ola contra una firme roca. Will enterró sus dedos en los cabellos femeninos. Peligroso. Y acarició la nuca de la chica hasta que ella suspiró, separando sus labios para que él la invadiera. Peligroso. Ella estaba parada en la punta de sus pies, lo sabía, porque tenía que estirarse y colgarse de su cuello para poder besarlo. Pero lo hacía, se desplegaba y si Will atentaba con quitarse, sabía que ella buscaría la forma de capturarlo. Su boca era cálida, un manjar dulce y él se enredó con su lengua tímida al inicio pero rápida y presta a seguirle el ritmo. Él solo debía sostenerla para que no perdiese el equilibrio, aunque deseaba hacer más con sus manos que estrecharla. Will sabía que los estaban viendo y tal vez entre estos el padre de la chica. Así que su mano estaba respetuosamente en la cintura femenina y se movía dentro de ella despacio, con cautela, para no llamar la atención. No quería que se notara la pasión que hervía en ambos.

Ella gimió, se arqueó más. Peligroso. Si, también quería apremiarla contra su cuerpo. No podía creer que dentro de pocas semanas ya no podría hacer eso. Peligroso. En realidad, no debería desear hacerlo. Pero ahí estaba, totalmente acostumbrado a esa pequeña y suave boca que se hinchaba presa de sus arrebatos. En un mes o dos tendría que viajar a Alemania, acomodarse bien a una nueva vida para iniciar la universidad. Un año atrás había estado emocionado por su primer viaje internacional y ahora estaba deseando aplazar esa partida todo lo que pudiese. Tal vez suspenderse en ese día, repetirlo una y otra vez, no imaginaba cansarse de esa ambrosía dulce en cuerpo femenino ni a todo lo que le deparaba ese día. Esos labios suaves, ese cuerpo perfumado y suave, había algo primitivo instándolo con fuerza. Pero con solo besarla se contentaría. Peligroso. Sin importar que deseara mucho más. Pero si podía besarla estaría satisfecho porque era mejor que no tenerla.

Así que la dejó ir. Lila se tambaleó entre sus brazos, agitada, sus mejillas estaban enrojecidas y sus labios ligeramente hinchados. El deseo de estrecharla y sentirla completamente contra su cuerpo fue sorprendente. Peligroso. La chica se apoyó contra su pecho y suspiró pesadamente. Aunque sabía que era una pésima idea, regresó a ver sobre su hombro a unas mesas al costado de donde estaban parados. Gretel estaba sentada ahí, cruzada de piernas, con una extremadamente corta falda de cuero y luciendo sus largas piernas. Peligroso. La chica parecía indiferente a todo el mundo, solo se acariciaba el labio inferior con su dedo índice mientras se lo mordía. El fuego azul en su mirada lo estremeció. Peligroso. La alemana lucía complacida, como una Diosa mirando a sus próximas ofrendas.

Lila lo tomó de la muñeca, llamando su atención. La chica llevaba el uniforme de la academia, su falda verde con líneas cuadriculadas cafés hacía juego con su blusa blanca que era de manga corta dada la cercanía al verano pero sin el chaleco verde encima. Como pocas veces, tenía el cabello completamente suelto y alisado, posiblemente porque era el final de su año estudiantil y se había arreglado un poco.

Para eso estaban ahí.

Bien, para eso él estaba ahí. Una pieza fundamental en una puesta de escena.

Una que se había salido de control.

Una que disfrutaba demasiado.

Peligroso.

- ¿Estas bien? –preguntó Lila, abriendo los ojos con curiosidad y un grado de preocupación.

El deseo de abrazarla con fuerza hizo que le doliera cada uno de sus músculos. Peligroso. Pero solo le sonrió para calmarla.

- Claro. –levantó ligeramente la mirada, fingiendo que observaba alrededor, a los estudiantes que charlaban con sus compañeros, a la gente que se paseaba despreocupadamente por las instalaciones- Tu padre está mirando hacia acá. –la tomó de la mano y aceró el dorso de la misma contra su boca, besándola justo ahí- Ahora él está sonriendo.

Años Venideros [Cacería] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora