En Encanto del Buen Hermano

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Arnold miró a la pequeña bebé recostada en su cama. La sensación de tener mariposas en el vientre se le instauró profundamente y el corazón le latió con fuerza. No podía evitarlo aunque lo intentara. Simplemente no podía dejar de sonreír como un tonto cada vez que miraba a Geraldine. Ahí, apenas ocupando espacio, ese pequeño ser vivo que parecía completamente entretenida con chupar su propia mano. Ella era su hermana menor. Su hermana menor. Casi sin darse cuenta, volvió a acariciar los regordetes dedos del pie del bebé e inmediatamente estos se recogieron, atrapando su propio dedo con cierta firmeza. Su madre le había explicado que ese era un acto reflejo, una marca evolutiva de mucho tiempo atrás, cuando el ser humano como tal aun no existía y las crías se debían aferrar al pelo de sus madres. Ya no lo necesitaban, pero al igual que el acto natural de succión, eran cosas instintivas y muy naturales que los bebés tenían en sus primeros meses. Geraldine soltó un gorgoteo similar a una risa ahogada, dado que tenía casi toda su mano metida en su boca.

- Ya... ya... -susurró Arnold, tomando la toalla que ya instintivamente colgaba en su hombro derecho para que su hermana no terminara babeando toda su ropa- Tú y yo sabemos que a mamá no le gusta que te chupes la mano. –le recordó, limpiando sus dedos.

La pequeña lo miró y volvió a reírse, moviendo sus brazos y piernas con bastante energía. La regordeta mano se le escapó de las manos y entre un parpadeo y otro, volvió a la boca de Geraldine, donde ella continuó su tarea de succionarla.

- Oh... Dioses... -negó ligeramente- Dios. –se corrigió, aunque más por hábito que por alguna creencia en concreto.

¿Y cómo no hacerlo? El día en que Geraldine había escogido hacerse a la titánica tarea de ser bienvenida al mundo, San Lorenzo había despertado con una torrencial tormenta, con rayos cayendo por todos lados y en el segundo mismo en que ella había nacido (como descubrieron después de una investigación) se enteraron que curiosamente todo se detuvo y el cielo se despejó, los ríos desbordados volvieron a total calma y hasta los árboles que habían sido incendiados por algún rayo se apagaron inmediatamente. Un mes después llegó a la Casa de Huéspedes un paquete con un collar con el símbolo de la Gente de los Ojos Verdes que sabiamente guardaron junto con el que pertenecía a Arnold. La Gente de los Ojos Verdes daba bienvenida a Geraldine, aunque nadie se les había informado pero como siempre, ellos operaban de formas misteriosas. No solo eso, habían enviado una piedra tallada que Miles había traducido como "Que los Dioses protejan el regalo que los Ancestros han enviado". La piedrecilla, no mayor que una manzana madura, adornaba el cuarto de Geraldine. Como un pueblo de tradiciones ancestrales, La Gente de los Ojos Verdes creía en el Dios Sol y la Diosa Luna y que los elementos se veían sacudidos por los hijos de los Dioses que llegaban como una señal de fortuna para su pueblo. Arnold podía debatir sobre el asunto, dado que después de su nacimiento la Gente de los Ojos Verdes había caído enferma y esa había sido la razón por la que sus padres habían tenido que irse de su lado. Pero, por otro lado, había sido gracias a sus padres y la intervención de estos que la Gente de los Ojos Verdes había sobrevivido. Ahora, parecía que Geraldine anunciaba otra época de fortuna.

Claro, para sus ojos, eso era verdad. Su pequeña hermana era la señal absoluta de que grandes cosas llegarían a futuro. Aunque no del carácter divino.

Su celular vibró y hasta Geraldine detuvo su juego, como si supiera que se trataba de algo importante. Arnold observó el mensaje y sonrió de lado. Bien, Helga saldría antes del taller de poesía que había decidido tomar.

- Bien, hora de irnos. –anunció, tomando con cuidado a Geraldine. La pequeña se acomodó contra su pecho, mientras él maniobraba para ponerse su mochila- Si... hay que irnos... -repitió, cuando acomodó mejor a su hermana y esta lo miró a los ojos- Irnos.

Años Venideros [Cacería] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora