Once

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El tiempo había pasado demasiado rápido, ya era el penúltimo día de clases, ya solo faltaba uno más para salir de vacaciones y regresar el año siguiente, donde yo estaría estudiando en la tarde y ella seguiría en la mañana, tontas normas. Y no, no hable con ella.

-¿No piensas hablarle tran siquiera mañana? Mira que si no le dices ni "Hola" no lo harás más. Cuando ella ya este en la tarde ya nosotros habremos terminado.

Esas palabras no habían salido de mi mente y ni siquiera la había visto, estábamos en descanso, y deberás uno largo. Los estudiantes que ya había ganado el año casi no hacían nada los últimos días de clases, así que podrían andar por donde quisieran sin ser regañados, y pues yo no me quedaba atrás.

-¡Hey tú! - Me congelé de cabeza a pies al escuchar la horrible voz del rector. Ya estaba muerto.

-Señor. - Soy mentiroso si digo que mi voz no salió apenas como un susurro.

-No tienes pinta de haberte ganado el año, pero las apariencias engañan.

Y vaya que me dolió, él era duro cuando y donde se le daba la gana. Eso deberás me jodia.

-Se bueno para algo y ayuda a la profesora Lía a llenar unas bombas con unas estudiantes, es para la graduación de los once.

Genial, lo que me faltaba. No tenía una linda experiencia con esa profesora, la odiaba, me hizo perder la materia de Castellano todos los períodos cuando hacia séptimo y por su culpa me tocó quedarme hasta diciembre dando clases para poder recuperar la maldita materia.

-Claro.

-Está en la oficina donde se ubica el padre.

Y sin más fui más lento que un caracol al lugar indicado. Toqué la puerta con cara larga y casi sufro un ataque cardíaco al darme cuenta quien estaba ayudando con sus amigas.

Después de todo no fue tan mala idea aceptar venir a ayudar.

Me encantaba verla con su largo cabello suelo y más cuando lo traía así vestida con su uniforme de diario.

-Buenas, el rector me mando y...

-Si, si. Entra y ayuda a alguna de estas pelas hacer algo.

Y su hermosa manera de hablar, aun no entiendo cómo es profesora de Castellano.

-Ven, ayúdame a amarrar estas bombas, solo las rojas, y las vas amarrando en la pita.

Su amiga, la de gafas, me había tomado de la muñeca con tanta confianza que hasta temble.

-Lo siento si soy confianzuda pero esto ya es para ahorita y nos toca amarrarlo en la cafetería de la primaria. 

-Si, ahí va hacer la ceremonia esa.

No presté tanta atención a lo que dijeron, solo miré como Sara intentaba amarrar una bomba pero todo le era caso perdido, la bomba salió volando por toda la pequeña oficina mientras soltaba todo el aire, y en menos de un segundo todas las niñas empezaron a reír al ver el grito agudo que Sara había pegado y luego se tapó la cara apenada.

-Ay, lo siento.

Era mi momento de acercarme y decirle algo.
'Te ayudo a amarrarlas' no, no.
'Te puedes hacer algún daño, deja te ayudo' no, ¡menos!
'Hola, mi nombre es Jorge, pero me puedes decir tu acosador personal, ya sabes, te he estado observando todo este tiempo y por ser un cagado de mierda nunca me acerque a hablarte'
Me estaba volviendo loco. Iría sin rodeos.

Di un paso para acercarme y apenas ella me miró y me sonrió me quede estático en mi lugar. ¿Acaso no podía ser más pendejo?

-¡Pongan música! - Dijo ella mientras me dejaba de ver para mirar a su otra amiga pálida quien manejaba la maquina de llenar las bombas al mismo tiempo del computador.

Era impresionando como de algo se concentraba de inmediato en algo más. Era demasiado curiosa. Y eso me dolía, esa poca atención que depositó en mi por unos 5 segundos me pareció demasiado, pero poco al quitarme la mirada.

Entendí que ella no era para mi, duré medio año intento llamar su atención, pero ella solo es una niña demasiado niña. A su edad cualquiera otra estaría más madura, pero Sara era diferente. Con un gran corazón en donde dejaba entrar a todo el mundo. Lo poco que pude conocer de ella fue la amabilidad con la que se acercaba a otras personas, personas que estaban dolidas o que no habían cerrado sus heridas. Eso era lo que realmente me jodia de ella, gargaba con el dolor de los demás, se metía de lleno en algo que no era suyo, y deberás me fuera encantado que se metiera de lleno en mi vida, pero creo que yo no soy su centro de atención. Siempre lo soñé, una historia de novela con ella, la niña que se había convertido en la de mis ojos, pero la vida no es color de rosas como todo el mundo piensa, como ella piensa. Me di cuenta que el centro de su atención era algo distinto a mi, por eso yo nunca recibí una mirada en serio de ella. Y actualmente la estoy esperando

-J



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