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¡Mierda!

Maldigo mentalmente porque aunque apenas hace unos minutos que estuve con otro, ahora comienzo a sentirme con ganas de joder de nuevo.

Los ojos verdes de Blake no se apartan de los míos y eso hace que un calor abrasador me recorra el cuerpo.

—Susana —murmura, con esa voz ronca y masculina que acelera mi ritmo cardiaco y me hace querer encerrarme con él en un cuarto a solas los dos.

—¿Eh? —digo desconcertada.

—Así te llamas, ¿o me equivoco?

—Mi nombre es Carolina —digo, tratando de sonar calmada.

—Bueno, cuando te fuiste a la cama conmigo aquella noche me dijiste que tu nombre era Susana.

Lo miro con gesto de rabia. 

—Mi nombre es Carolina —repito.

—No es mi culpa que...

—Listo, he pedido el taxi —anuncia una chica rubia, parándose a su lado. —¿Todo está bien? —pregunta, fijando sus ojos en mí.

—Sí. Todo está en orden —dice, tomándola de la mano—. Vámonos ya.

La rabia que antes fingía, ahora se vuelve real y me hacen querer tirar del cabello a aquella chica.

Es todo tan desesperante, nunca antes había tenido el deseo de maltratar a alguien, pero esa chica me hacía querer borrar esa maldita sonrisa de niña dulce de su cara.

—Mierda —murmuro bajo mi aliento.

Llego a casa y lo primero que hago es llenar la bañera y zambullirme en ella, tratando de borrar todo lo ocurrido, no quiero sentirme así.

Me coloco los audífonos y cierro los ojos.

Fuertes y poderosas manos recorren mi piel desnuda, una boca deliciosa devora la mía, el ritmo de sus embestidas combinado con el roce de su cuerpo sobre el mío me lleva hasta la locura, su boca se mueve hacia mi mandíbula, luego a mi cuello y se detiene en mis pechos, su lengua juguetea con mi pezón y una sensación parecida a una descarga eléctrica me envía por el borde.

Gimo. Grito tan fuerte que estoy segura de que me ha escuchado todo el vecindario; abro los ojos desmesuradamente y me encuentro con un par de orbes verdes, él me mira fijamente mientras continúa moviéndose sobre mí, mis manos aprietan su trasero animándolo a ir más rápido.

Un segundo orgasmo me golpea y me deja sin fuerzas, él colapsa sobre mí, respirando aceleradamente, intentando recobrar el sentido y las fuerzas después de lo que acabamos de hacer.

—Eso fue...

—Increíble —él termina por mí.

Abro los ojos y me quito los audífonos, aquello era lo que menos me esperaba; pero por alguna razón, no soy capaz de olvidar la noche que pasé con Blake Stranton, él parece estar pegado como calcomanía a mis sueños y a mis recuerdos.

Tal vez lo único quenecesito para sacarlo de mi sistema sea pasar otra noche con él, aunque esovaya en contra de mis reglas, no encuentro otra idea mejor que esa.    

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