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La miré atónita, no sabia que decir o hacer, ni siquiera que pensar. Leena notó mi cara y suspiró con cansancio y pesadez.

-No te puedo explicar nada Melanie.

-¿Por qué no?.

-Porque aún no sos parte de la revolución y solo tenes dos opciones- suspiró y continuó- o te nos unís o volves a tu casa como si esto nunca hubiese pasado.

Nuestras miradas se juntaron, ella no despegaba sus ojos verdes de los mios, me perdí en ellos por unos segundos, dándome cuenta que tenían pequeñas manchas marrones, pero se mezclaban tan bien con el verde, que en cuestion de segundos te hipnotizaban, sumándole el brillo imponente y seguro que estos presentaban siempre que se los cruzaba.

¿Qué hacer? La gran pregunta que merodeaba por cada rincón de mi mente, presentándome miles de opciones para elegir, confiar ciegamente en alguien que no conozco del todo, fingir que nada de esto ha pasado, ignorar la verdad detrás de mí supuesta importante existencia, o más bien la de mi marca.

-Melanie, sos libre de decidir lo que quieras- Cerré los ojos y me dejé llevar, no todas las decisiones que tengo que tomar durante lo largo de mi vida tienen que ser, si o si, pensadas con determinación y anticipo.

-Me uno.

Mire a Leena a los ojos con firmeza y seguridad, a lo que ella sonrió de costado y dirigió su vista a Theo.

-Theo, acompañala- asintió y me extendió su mano con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.

-Esperen- nos hizo frenar de golpe y obtener nuestra absoluta atención- el apodo de Melanie, ¿Cómo va a ser?.

-Menai- contesté luego de un par de segundos- nadie sabe ese apodo mío.

-¿Estás segura de que queres que ese sea tu sobrenombre? Mira que después no hay vuelta atrás.

-Sip, estoy muy segura de el sobrenombre.

Asintió, movió su cabeza dándonos a entender que nos fuésemos. Salimos de la sala y el chico a mi lado me tomó la mano para adentrarnos a un pasillo a nuestra izquierda, parecía que nadie a nuestro alrededor nos notaban, por más que camináramos delante de ellos, no se percataban de nuestra presencia.

Quedamos frente una puerta de madera, Theo miró a los costados, verificando que nadie nos viera y, luego de estar seguro, la cruzamos. La habitación estaba en completa oscuridad, la persona con la cual había entrado, me soltó la mano, dejándome desconcertada en mi lugar.

Una luz verde parpadeaba a unos metros míos, era lo único visible para mi vista, tomé coraje y me acerqué a esta. Era un botón, un simple botón, o eso pensé. Apenas mi dedo lo rozó, se torno morado, al igual que mi marca, me alejé bruscamente y mi espalda chocó con algo. Guíe mis ojos hasta mi brazo, viendo como la marca comenzaba a brillar, un aura del mismo color se formó alrededor de mi cuerpo, una sensación extraña comenzó a recorrer cada rincón de mi cuerpo, sentía que en cualquier momento mi cuerpo se desplomaría, perdiendo todo el control sobre él.

Por el rabillo del ojo, me di cuenta que había alguien algo lejos de mi. Había una chica arrodillada y con las manos atadas detrás de su espalda, adelante de ella, un cuerpo robusto con prendas de pies a cabeza negras y en su mano, un bate metálico. No sabía que hacer para ayudar a esa chica, hasta que la persona delante de ella comenzó a elevar el bate, no me percaté en qué momento dejé mi cobardía de lado y me encontraba corriendo a esta escena. Empujé a esta persona de negro con toda la fuerza posible, logrando que se tambalease y perdiera el dominio de su bate. Lo tomé y busqué con la mirada a la chica que se encontraba detrás de mí. Ella no estaba, el otro cuerpo tampoco, estaba sola nuevamente.

Una Chica NO Tan ComunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora