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Rodrigo pensaba seriamente en llamarla o no hacerlo, quería saber si  podrían salir al menos a tomar un café...

Betsie por otro lado estaba perdida en su mundo como era de costumbre, miraba por las ventas de su casa el grisáceo cielo, ella se sentía así, llena de un color gris.

Finalmente se acurrucó en el sofá y miro hacia un punto inexacto de la sala, sus ojos se llenaron de lágrimas y otra vez, sin razón alguna comenzó a llorar.

Rodrigo la llamo, aún así no contestó hasta la segunda llamada, la voz de Betsie estaba ronca pero no le dio mucha importancia, le rogó y suplico que salieran a tomar un café y la excusa de la muchacha era de que no podía, estaba encerrada en su casa. Por fin, después de largas súplicas hizo que se pase por el tejado del vecino, a Rodrigo se le hizo gracioso ver las muecas de Betsie, por el contrario ella solo pensaba en salir y distraerse, estaba teniendo una nueva experiencia.

—¡Me caigo!— Betsie pronunció antes de resbalar.

Se cogió de las varillas que cubrian la ventana, aterrada miro hacia abajo y solo se fijó en la cara de Rodrigo, estaba muerto de la risa y ella muerta del miedo, no le dio gracia su poca preocupación así que se soltó con la seguridad de que él la recibiría, los brazos de Rodrigo la sostenían.

—Que arriesgada— comento él para después dejarla en el suelo y dirigirse a su auto.

—Que idiota— susurro Betsie para si misma.

El comentario iba para ella ¡pudo haberse roto una pierna! O aún mejor en su opinión morir, en el auto se escuchaba música que poco le agradaba a Betsie, poco a poco se fue escuchando un tarareo de parte de la muchacha era una canción que escuchaba de pequeña.

—¿Los pollitos dicen?— Rodrigo pregunto con una sonrisa.

—Prefiero escuchar canciones infantiles a eso— Betsie apunto al pasacintas.

Rodrigo apagó la música y comenzó a cantar una canción que estaba de moda.

—Quiero volar contigo, muy alto en algún lugar.

Para Betsie era sorprendente la similitud que tenía la voz de Rodrigo con la de Manuel Medrano.

Rodrigo por otra parte cantaba y la miraba de reojo, indirectamente le estaba dedicando “Bajo el agua” de Manuel Medrano, a Rodrigo Betsie le gustaba, tenía un no sé qué en un no sé dónde, pero ella era una niña apenas tenía catorce años, él ya iba a cumplir los veintitrés.

—Quiero encontrar otro camino ponerme mi vestido y salir a caminar contigo
Quiero decirle al mundo que no somos amigos, decirle a la tristeza
Que no se cruce en tu camino
Que no se cruce, no...

—Que no se cruce, no...

Los dos cantaban, sus voces encajaban a la perfección y sus miradas se cruzaron. Betsie sonrió y amablemente le dijo:

—Mira el camino, tengo que regresar a casa sana y a salvo.

Rodrigo no pronunció nada, solo la llevó por un café y la dejo en su casa como ella dijo sana y a salvo, todo eso sin decir una sola palabra, el gusto de Rodrigo por Betsie no era para algo bueno después de todo, él solo la quería para sexo, él solo quería experimentar y se dio cuenta de aquello cuando la deseo en su cama no precisamente durmiendo, su pensamiento estaba siendo demasiado morboso y poco apto para un chico cristiano.

Ella es BetsieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora