Capítulo 2

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Día dos: Ank

No conseguía dormir, no podía.

Sólo fueron segundos tan cerca de mí y eso me desequilibró. Habían pasado cinco horas desde que la tuve a mi lado. No dejaba de pensar en ella y lo que él le pudo hacer.

Quería salir y verla... colarme por su habitación como una vez lo hice sin que se diera cuenta; quería verla dormir, quería que, quería... Quería que no tuviera que pasar por manos de otro hombre.

Es tan delicada, es tan frágil, y hoy al tocarla, supe que frío emana de ella.

El día que llegó y salió a la terraza llamó mi atención porque estaba llorando; se me hizo atractiva pero era otra más, aunque a ese día le sucedieron otros. Meses la vi así, esperaba que algún día las lágrimas le cesaran y, como todos, aceptara este destino, pero no fue así. No se rindió tan fácil.

Noté sus cambios, cada uno de ellos. Al obtener el departamento por ser una favorita, por amar el trabajo que le dieron o ser obediente, había llegado con mejillas, con curvas delineantes, con músculos y piel. Aquello se deformó y de ello quedaba la piel sobre los huesos. Y aunque se estaba matando por voluntad, tenía fuerza para protestar; tal fue así que un día fue encerrada en una de las celdas de castigo por negarse a comer, no tanto por una negación de placer a un cliente, si hubiera sido lo segundo, no creo que hubiera sobrevivido.

En el momento que la vi ser arrastrada a las celdas creí que no volvería a verla. Fue un temor inexplicable... me di cuenta que me preocupaba por alguien allí. En ese sitio.

Suicidio, fue lo que intentó dos veces. En la primera fracasó y yo no me atreví a detenerla pero en la segunda... en la segunda iba a saltar. No podía dejar que se fuera así.

Me atreví a detenerla llamándole con su mote. No sé qué esperaba ese día, o qué cree. Desde entonces la he venido cuidando.

A alguien le debía quedar un poco de esperanza, suponía que esa sería ella y no tenía que perderla. Denota fragilidad pero está llena de fuerza y furia destructiva; sonaré egoísta pero no le dejaré morir.

Hace cinco horas entrelacé mis dedos con los suyos. Puta madre ¿Estaba sonriendo? Deseaba verla más de cerca y ese día mi deseo fue cumplido. Aún no lo concibo. Aún no me lo creo.

Es una Rosa.

Entonces mi subconsciente me lo recordó. Era una rosa y nada podía hacer salvo quedarme con el día y la cercanía que tuvimos. Si al menos fuese una chica del puesto A, aquellas que no vigilan y les tienen confianza, podría, no sé, pedirla por una noche y con ella intentar conversar en privacidad, pero era una Rosa y las rosas no se pedían, no se tocaban, no se les veía salvo con sus clientes frecuentes y una semana antes de su cumpleaños ya que después esperarían hasta que la última de las Rosas cumpliera sus dieciocho para salir.

Me encantaría saber qué nueva decisión tomó sobre su vida antes de que decidieran por ella.

Al menos no era una chica del puesto B. Aquellas que se dañaban sin llegar a la muerte, aquellas que se revelaban y eran encerradas sin oportunidad de salir, aquellas que intentaban escapar sin conseguirlo. Aquellas que, que eran obligadas a tener sexo frente a todos. Los gritos laceraban el silencio cada vez que una volvía a cometer un error o se enfrentaba contra las cuidadoras. Las chicas del puesto B no volvían a ser chicas del puesto B más de tres veces. Tres oportunidades para vivir es a lo que todos aspirábamos.

Y así es como la mayoría fue puesto C: Los resignados. Mujeres, hombres... Hasta donde he escuchado, muchos han llegado como yo: Sus familias los dieron de pago tras perder en varias apuestas y salvar su miserable vida. Claro que no todos estaban por ello; unos buscaban otra forma de vida pues habían escapado de un ambiente violento. Algunos buscaban dinero sin importar el trabajo y hacerse los que no veían lo que ocurría para seguir su camino a la frontera. Corrían a las mujeres a los dieciocho porque no se querían mujeres ni niñas en el lugar. Nunca dejaron a alguien que para Lady Marisa y Caroline no les resultara guapo o bella.

La trata de personas rondaba edades, sí. Hasta ese momento no conocí a nadie menor a doce años ni mayor a veintisiete.

Con los hombres eran más flexibles. Nos dejaban salir tres veces al mes, rodear aquel lugar y volver. Pero no cualquiera salía, cuando te consideraban de confianza, lo permitían. No fueron pocos a los que les dispararon o se supo que mataron lejos del estado cuando se dieron cuenta que intentaban huir.

Lo intentaba, pero no conseguía el sueño. Y la mano de Jek empezando a golpear en la litera de arriba me hacía saber que también estaba despierto.

— Quiero verla.

Era por él que sabía cosas sobre Cristal. Le gustaba su compañera, se acostaba con Joya a escondidas... tenían un amorío que nos podría costar la vida a los cuatro. Mi parte racional si es que se desarrolló alguna vez, me hacía decirle que no volviera... pero la parte que pensaba en Cristal siempre respondía cuando la mencionaba.

— Mañana es el día libre de Cristal, creo. Acompáñame, y después podrás subir a verla.

Todos merecemos amar sin importar las adversidades.

Soltaba mi largo suspiro.

— Dos horas antes de entrar.

Estaba seguro que le estaba sonriendo a la pared por mi respuesta.

En un punto me quedé dormido, fue por Jek que me lanzó un almohadazo que desperté de golpe y me golpee con la parte baja de la litera de arriba.

Tras blasfemar y cambiarme, salimos.

Por lo que sabía de él, algo que él mismo me contó, fue que el lugar era un refugio para él. Nunca supe su edad, sin embargo sabía que llevaba cinco años dentro y había escapado de su tío. Su tío abusaba sexualmente de él, un día había decidido vender sus órganos pero él al notarlo corrió hasta que fue encontrado y traído. Yo lo veía como escapar de un lado para estar en otro parecido. Siempre me pregunté si algún día, ellos venderían nuestros órganos o simplemente cuando nuestra juventud pasara nos dejarían ir.

Nunca me gustó acompañarlo, siempre terminaba en el armario y tenía tanto miedo de que llegaran por él y saber que ella estaba en el departamento de arriba no lo mejoraba... sólo lo hacía más soportable.

"Espero que Cristal algún día ame lo que hace o de lo contrario... sabes lo que sucede. Además, ¿Acaso no crees que somos privilegiadas?"

Era difícil verle y no recordar sus frases.

Una vez en su habitación tomé mi lugar asignado dentro de su armario hasta que Jek deseara partir. 

Once Deseos [*PAUSADA*]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora