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Adoro cuando los hombres muerden mis pezones o marcan mis pechos con sus dientes. Se siente tan territorial. Como un macho alfa marcando a su puta perra. Me estremezco de la cabeza a los pies cuando chupa mi carne profundamente en su boca. Joder. Se siente como si mi columna fuera a derretirse en cualquier momento. Como cera sobre alquitrán caliente. Para el momento en que ha terminado, mis bragas están saturadas con mis jugos.

El Sr. Min traga y sigo el camino de su manzana de Adán con mi mirada.

— Eres tan bonita, Lalisa. Una niñita bonita, ¿no? — Aprieta los globos de mi culo.

Me gusta su cumplido. Suena sincero y me estremezco ante el pensamiento de nuestra diferencia de edad, de ser llamada una niñita.

Pasa sus manos sobre mis muslos. Sus manos callosas y de soldado, perfeccionadas por la batalla se sienten ásperas contra mi piel. Continúa su viaje hacia arriba, los dedos tentando la coyuntura de mis muslos.

— Dios. Estás mojada. —

— Me quemo por ti — Exhalo.

— Hmm —Levanta mi minifalda y desliza sus manos debajo de la seda de mis bragas. Una maldición florece en sus labios — Tan liso. —

— Me gusta liso. Es más limpio, ¿sabes? Sé que a los hombres no les gusta tener pelos en sus bocas. —

El Sr. Min hace un sonido extraño en su garganta, sus ojos se amplían por un momento mientras toma un respiro profundo y ágil.

Rio y me levanto de su regazo antes de tirar de mis bragas por mis piernas. Un destello más tarde y pierdo mi falda también. Un chasquido de mi pie y pateo la falda de mi tobillo, dejándome desnuda ante el mejor amigo de mi papi.

El Sr. Min agarra mi culo, atrayéndome más cerca. Frota sus labios sobre mi vientre, sus dedos van a mi coño, tentando mis labios más bajos. Me oprimo contra él, volviendo su palma buena y húmeda con mi crema.

— Siéntate sobre el fregadero — Ordena.

Me alejo, más que lista para su boca sobre mí. No he tenido una buena ronda de sexo oral en un rato.

Caigo sobre la esquina del fregadero y abro mis piernas ampliamente. Gime otra vez ante la vista de mi coño. Como le había dicho, me rasuro hasta que queda liso. Separo los labios de mi sexo, exponiéndome hasta que el aire frío toca cada parte de mi lugar secreto, hasta que estuve segura que veía mi pequeño agujero rosa.

Dios. Un pensamiento repentino hace que mi corazón palpite. Si el Sr. Min fuera tan grande como se sentía, ¿realmente encajaría en mi coño pequeño y apretado? Me gusta una polla grande. Sin mentiras. Me gusta la sensación de ser estirada y llenada.

Tengo este enorme vibrador que llamé el Sr. Rosa. Es de 33 cm de largo y me ha hecho chorrear muchas veces si lo atasco y toco mi cerviz, masturbándome profunda y duramente. He tenido muchas horas divertidas con el Sr. Rosa cuando mis padres no estaban en casa. Incluso aunque el Sr. Rosa es divertido, nada vence a una polla real. Es dura, pero flexible al mismo tiempo. Además, adoro cuando los hombres me follan tan profundamente que puedo sentir sus bolas presionando contra mi clítoris. La manera en que su vello púbico pincha la contra piel desnuda y sensitiva que puede hacerme correr y correr.

El Sr. Min hace un ruido en su garganta.

— Rosada y linda — Me dice.

The Little NaughtyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora