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El Sr. Min se aleja, sus manos rodeando mis antebrazos y alejándome más.

— Lis… —

— No le diré a nadie. Será nuestro pequeño secreto — Lo beso otra vez, lamo sus labios, saboreando su sabor, el almizcle. Su cuerpo se tensa en respuesta, su cara se oscurece.

— Lis. Esto está mal. —

— ¿Por qué? ¿Por qué eres el mejor amigo de mi papá? —

— Así es. Y eres demasiado joven. —

Me acerco más mientras está distraído, empujándome contra su cuerpo.

— Silencio. Tengo dieciocho. Simplemente piensa lo bueno que podría ser esto —

Froto mis labios sobre los suyos otra vez, mordisqueo su labio inferior y lo trazo con la punta de mi lengua. Libero un brazo de su agarre y deslizo mi mano abajo hacia su entrepierna, el triunfo me llena cuando lo encuentro duro bajo sus vaqueros. Su polla salta contra mi mano al primer toque, y aprieto su erección. Me muero por tenerla golpeando en mi interior.

Deslizo mi lengua en su boca y le doy un beso ávido, dándole tanto como estoy tomando. Saboreo su sabor, canela y clavos con un poco de picante. Varonil.

El Sr. Min ya no estaba resistiéndose. Me regresa el beso. Tímido al principio, aventurándose en mi boca, con indicios de lengua. Este es el hombre que conozco, tranquilo y de toque suave.

Pero luego el beso cambia. Profundo, fuerte y casi me hace caer sobre mis rodillas. Él es agresivo, demandante, sacando mi deseo mientras sus manos vagan, aprietan y pellizcan.

Joder.

El hombre sabe cómo besar. Empuja su lengua en mi boca mientras yo amaso su erección a través de la pesada tela, mi coño humedeciéndose con cada segundo que pasa. Joder, lo quiero, en mí, sobre mí, detrás de mí. Dios, ni siquiera me importa qué agujeros use.

Su respiración es laboriosa mientras murmura contra mi boca, diciéndome lo mucho que me quiere, su chica sucia me murmura, y su polla está tan dura contra mi palma que sé que está diciendo la verdad. Su voz retumba a través de mí, como el gruñido de un gran gato, encendiéndome cada vez más. La respuesta de mi cuerpo es desenfrenada, mis pezones duros, mi coño apretado y los jugos empapando mis bragas.

Gimo cuando él rompe nuestro beso, pero me calmo cuando veo que simplemente está dejando la caja de herramientas sobre el suelo, lo que me da la oportunidad de cerrar la puerta del baño detrás de mí. No hay manera de que vaya a dejarlo escapar ahora.

El Sr. Min parpadea y se congela por un momento, una mirada de duda destella sobre sus rasgos, haciéndome saber que parecía tener segundos pensamientos.

— Lis… —

Salto sobre él antes de que pueda decir otra palabra y envuelvo mis manos alrededor de sus hombros, susurrando contra sus labios.

— Será nuestro pequeño secreto. Nadie necesita saberlo. Ahora bésame. Por favor. —

Su mirada me perfora y se detiene otro momento antes de hacer lo que pido, darme el mismo beso duro y hambriento como antes. Sus manos vagan por mi espalda, luego agarra mi culo y lo recompenso machacando mi pelvis contra la suya. Su erección se establece fácilmente contra mi montículo, mi coño gritando por ser llenado. Estoy más allá de caliente, estoy jodidamente en llamas.

Quiero que me folle hasta sacarme los sesos. Dos veces.

Lo libero por un momento y lo empujo hasta que está sentado sobre el inodoro. Ahora que he hecho espacio para montar a horcajadas sus muslos, ruego por lo que quiero.

— Tócame. —

Necesito sus manos sobre mí más de lo que necesito respirar.

Su atención está fijada en mi pecho y no parece que se vaya a moverse pronto. Agarro sus manos, esas manos callosas por el trabajo, y las pongo sobre mis pechos, los pezones empujándolo.

El Sr. Min deja salir un gemido bajo, sus palmas cubriendo mi carne amplia agradablemente. Me aprieta. Gentil y duro, alternando, amasando y jugando. Dándome un poco, pero ni de cerca lo suficiente.

— Quítatelo. Quiero sentirte sobre mi piel — Su voz es profunda, casi gruñendo.

— También lo quiero. — Le contesto.

Antes de que pueda rogar, saca mi top sobre mi cabeza y su mirada parece quemar cuando me ve por primera vez en topless. Como un adicto que hubiera sido privado por mucho tiempo y de repente le ofrecieran una solución. Acuna mis pechos otra vez, sus dedos rodando y pellizcando mis pezones.

Gimo, el placer disparándose a través de mi cuerpo, estableciéndose alrededor de mi coño. Que se sentía tan malditamente bien y me aprieto contra su erección, el bulto ajustándose contra mi montículo.

— Lámelos. Chúpalos. Por favor. —

El Sr. Min baja su cabeza y chupa un pezón , su lengua tentando, presionando y sus dientes mordisqueando. Tiro mi cabeza hacia atrás y grito. Joder. Su boca. Arqueo mi espalda, mi pecho empujando hacia adelante, mi cuerpo apretado mientras me chupa muy en serio. Está golpeando mi pezón adelante y atrás. Adoro lo que está haciendo, especialmente cuando rodea la punta de mi botón duro. Estoy mojando mis bragas, mi coño deseando. Nunca he estado así de deseosa por ningún otro chico. Solo con él, el Sr. Min.

Libera el pezón y se gira hacia el otro. Agarro su cabeza y araño su cuero cabelludo antes de bajar mi cabeza y presionar mi cara contra su cabello, inhalo una bocanada de su esencia. Dios, no puedo tener suficiente de él. Huele a sudor, tierra y su propio almizcle, justo como un hombre de verdad debería. Sus dientes ejercen presión sobre mi pecho, un indicio de dolor escabulléndose a través de mí, y me encojo.

— Sí — digo — Más. — Mucho más. —

Lo hace de nuevo. Más duro esta vez. Juro que casi me causa un orgasmo instantáneo. No creo que pudiera estar más húmeda, querer más, tan lista para follar.

The Little NaughtyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora