Debería irme -murmuró, levantándose-. Habíamos dicho una copa y...
-No -la interrumpió Wilmer.
-¿Cómo que no?
-Sé que es tarde, pero podrías cenar conmigo.
-¿Cenar?
-¿Tienes algo en contra?
-No, pero... cenar juntos seguramente no es buena idea -señaló ella-. Seguramente acabaríamos discutiendo y montando un espectáculo en el restaurante.
-No habrá espectáculo si cenamos aquí.
Debería haber imaginado que diría eso, pensó Demi, irritada consigo misma por caer en la trampa.
-No tengo hambre.
-Estás muy delgada.
-Y tú eres muy arrogante.
-Y tú demasiado sensible.
-Y tú te estás portando como un idiota -replicó Demi, intentando conservar la calma-. ¿Qué haces? -exclamó cuando Wilmer dio un paso hacia ella.
-Si insistes en marcharte, yo insisto en un último beso.
Demi se pasó la lengua por los labios de forma inconsciente.
-No voy a besarte -contestó. Pero a su tono le faltaba la convicción necesaria.
-¿Ésa es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?
-No te hagas el listo conmigo, Wilmer. He venido sólo a tomar una copa y tú lo sabes muy bien.
-Un beso, Demi, por los viejos tiempos.
Ella conocía bien sus besos. Y sabía que con uno no sería suficiente. Y debía evitarlo por todos los medios.
-Tengo que irme -murmuró. Pero cuando iba a darse la vuelta, Wilmer la tomó del brazo.
-¿De qué tienes miedo?
-Yo no tengo... -Demi dejó escapar un suspiro, irritada-. Sencillamente, no creo que debamos repetir ciertas experiencias. Eso es todo.
En la habitación se hizo un silencio pesado. Su corazón empezó a latir con una fuerza desmesurada y sus piernas la traicionaron. Vio que Wilmer se acercaba, como a cámara lenta, pero no podía hacer nada para evitarlo...
Su ex pareja la besó con tal suavidad que pensó que lo estaba imaginando, pero entonces lo hizo otra vez, con más firmeza, y Demi sintió que sus labios ardían, que se abrían sin que ella les diera permiso, buscando más...
Sintió las manos de Wilmer acariciando su pelo como lo había hecho tres años atrás y sintió también su cuerpo, duro como una piedra, la erección masculina rozando su estómago, y respondió como si alguien hubiera pulsado un interruptor. Sintió el deseo brotar entre sus piernas y su decisión de resistir desapareció.
Le devolvió el beso con la desesperación de tres años de soledad, deseándolo con tal intensidad que sabía que ya no habría marcha atrás.Sus lenguas se enredaban, la de él repitiendo una acción que había hecho con otra parte de su cuerpo muchas veces en el pasado. El beso enviaba llamas de deseo a todos sus lugares secretos, como si estuviera extendiendo un líquido inflamable dentro de ella. Demi no podía contenerse. El placer era irresistible. Nada la había preparado para aquella conflagración.
Necesitaba sus manos, su boca, su deseo por ella, que le recordaba lo que habían compartido en el pasado, cuando se sentía segura entre sus brazos...
Wilmer se apartó un poco y, aunque no dijo nada, la pregunta quedó colgada en el aire. Demi la vio en los ojos azules y contestó tomándolo por la cintura para deslizar después las manos hasta sus nalgas y apretarlo más contra ella.