Capítulo 1
La cama está fría, al igual que el ambiente. Trato de acurrucarme entre las sabanas, pero estas prácticamente están congeladas. Sé que en cinco minutos más mi alarma sonará, y entonces será hora de levantarme. Quisiera dormir en estos cortos minutos, pero finalmente no tiene caso… no podré volver a dormirme por completo. ¿Cómo llegue hasta este lugar? Es eso lo que me pregunto cada mañana en cuanto abro los ojos...recuerdo que hace unos meses mi vida no era así. Recuerdo que antes mi cama era tibia, mis sabanas eran suaves y todo parecía perfecto… todo parecía adaptarse a mis necesidades. Muchas veces he pensado que esto solo es parte de un sueño, que en cualquier momento voy a despertar y estaré en mi sala de clases, junto a mis compañeros y aprendiendo cosas que realmente no me interesan… creo que ese ha sido mi consuelo durante las últimas semanas; creer que algo aquí está mal, y que de algún u otro modo, esto, es solo parte de mi imaginación. Mi despertador suena con fuerza, el sonido cada vez aumenta más, trato de tapar mis oídos con la almohada, pero sigo escuchando una y otra vez el maldito pito… si fuera por mí lo apagaría al instante, pero esto no se puede hacer; el despertador sonara por tres largos minutos cerciorando que todos estemos despiertos. Finalmente decido levantarme y alejarme por completo del, no tiene caso seguir escuchándolo si ya estoy bien despierta. Mi habitación es un pequeño cuadrado donde solo cabe mi cama, una repisa y en una esquina un diminuto baño. Aquí los lujos no son lo primordial. Una de mis paredes está cubierta por un gran espejo... he pensado muchas veces que por el otro lado hay alguna habitación donde me vigilan, pero he descartado esta idea, porque al lado del cuarto está el dormitorio de Tamara, y al igual que yo, ella también tiene un espejo que cubre toda la pared. Me miro por unos segundos en este, pareciera que durante estos días mi pelo ha crecido mucho más; ya casi llega a mis caderas. Mi rostro denota cansancio y esto se puede ver en mis grandes ojeras, las cuales creo que aumentan cada día más. Visto con el pijama correspondiente; una tela blanca, áspera y no muy gruesa, aunque estamos en invierno… he sacado la conclusión de que el frio forma parte del entrenamiento que nos están dando aquí, ya casi me he acostumbrado a tiritar constantemente… finalmente mi cuerpo se adapta a todo. Me miro en el espejo con detenimiento, es increíble lo que he cambiado en apenas cinco semanas, hoy se cumplen 35 días desde que llegue a este lugar. Las caderas que antes tenía desaparecieron por completo. Antes, cuando me describían físicamente decían que tenía “una estructura gruesa” o también que estaba “unos kilos pasadita” si esas personas me vieran ahora de seguro quedarían asombradas. Todos esos kilos que sobraban desaparecieron prácticamente a la segunda semana; todo el ejercicio y la falta de alimento lo provocaron. Sigo teniendo los hombros algo anchos, pero al levantar un poco mi pijama noto como de apoco se me comienzan a marcar los huesos… al igual que mis piernas, que cada vez adelgazan más y más. Mis ojos negros ahora parecen más grandes, y combinan casi a la perfección con mi pelo, que es del mismo color. Suspiro y siento el impulso de llorar, pero intento con todas mis fuerzas de contenerme, me digo a mi misma una y otra vez que del otro lado del espejo hay una persona que está observando cada uno de mis movimientos (aunque sé que esto no es así) y eso me sirve a ser un poco más fuerte. He perdido absolutamente todo; mi familia, mis amigos, mis conocidos… y sobre todo mi esperanza. Todo ha sido arrasado por estos hombres que visten de blanco, y siempre ocultan su rostro, me sorprende que a la cabeza de todo esto esté una mujer… el sonido de la alarma deja de sonar y estiro mi cuerpo para luego irme a cambiar de ropa.
Hay una pequeña repisa justo al lado de mi cama, aquí está la alarma y mi ropa, la cual se encuentra divida por secciones de días, de lunes a domingo. Todos los días es exactamente la misma ropa, a la cual he tratado de encontrarle diferencias una y otra vez, pero no lo consigo. En el espacio del día lunes ya no hay nada… tomo la siguiente; una camisa blanca apretada, un pantalón ajustado al cuerpo, ropa interior y unas zapatillas, que al igual que la ropa cambian cada día. Esta semana apenas empieza; es martes… pero aun así siento que mi cuerpo está agotado y cansado de tanto trabajar. Me dirijo hasta el baño y dejo la ropa sobre el lavamanos, esperando que no se moje, saco mi pijama y me meto en la ducha. El agua fría como el hielo cae sobre mi cuerpo, creo que me he ido acostumbrando a muchas cosas de aquí, pero el agua helada cada mañana es algo que no soporto… me sorprende como es que hasta el momento nadie ha sufrido de algún resfrió o gripe. El agua parece partir cada parte de mí en cuanto toca mi piel, trato de hacer las duchas lo más cortas posible, pues lo único que deseo es terminar con esta tortura… es como si una y mil agujas fueran enterradas por mi cráneo, espalda, y piernas. Una vez que termino salgo tiritando con rapidez y me envuelvo en la toalla, es en momentos como este en donde desearía algo de fuego o una estufa… pero aquí, no tenemos estas comodidades. Creo que hace cerca de un año las tenían, pero uno de los chicos intentó quemar la sede, así que finalmente todo tipo de fuego fue eliminado del lugar. Nunca he visto a este chico, pero algunas veces realmente lo detesto. No tengo idea en donde queda la sede en la cual estoy… quizás hasta este afuera del país, o en otro continente, no se nos da ninguna información sobre eso. Y por seguridad estamos rodeados de grandes muros. Aquí adentro es como si fuera una ciudad, una bastante pequeña, pero al fin y al cabo una ciudad. En donde estoy, es el único edificio con el que contamos, tiene 23 pisos y un tamaño exuberante, somos apenas 60 chicos, así que no aun no logro comprender en que ocupan todo el otro espacio…. Me visto con rapidez una vez que mi cuerpo ya está seco y me hago una coleta en el cabello, el cual nunca puedo secarme, ya que no tengo con que hacerlo. Salgo del baño con rapidez y me veo nuevamente en el espejo de mi pared, definitivamente no parezco yo, y no puedo adaptarme a esta nueva imagen mía, en cierto modo ya no parezco una chica de 17 años, sino que una persona mucho más grande, o tal vez madura. Tomo mi chaqueta que está colgada en un pequeño sujetador que hay en la pared; esta es la única prenda de ropa que cambia solo una vez por semana, pero al igual que todo mi uniforme es de color blanco. Nunca me gustó este color, siempre he considerado que me hace ver un poco más morena; mi tez es aceitunada. Miro el reloj que hay en mi muñeca y me quedan exactamente siete minutos para llegar al comedor. Salgo de mi habitación con rapidez y la puerta se abre en cuanto piso la barra registradora. Una de las cosas que más destaco de este lugar es que todo cuenta con la más alta tecnología, es como si todo fuera de otra época… muchos años más avanzado de lo que estoy acostumbrada. Todas las puertas son automáticas y hay mini rastreadores por todo el lugar, las paredes son blancas en su totalidad, y aquí adentro es como si a cada momento fuera invierno, pues siempre hace frio. Todos estos avances tecnológicos se dan gracias a los jóvenes que están a cargo de la implementación de la tecnología en el lugar. Aquí, nos dividen por secciones de estudio, el cual la llaman “nuestra especialidad” la mía es la menos requerida, y la que cuenta con menos jóvenes; el área analítica. Avanzo con rapidez por entre los pasillos, hombres con delantales blancos, mucho mayores que yo pasan por mi lado, sin siquiera tomarme en cuenta.