-¡Andrea, por favor espérame!- Exclama una voz que ya es muy familiar para mí. Me volteo con rapidez y veo a una chica de mi misma edad, pero con diferencias físicas bastante notorias, su cabello es rubio y le llega hasta un poco más arriba de los hombros, sus ojos grandes son tan azules como el cielo, y a diferencia de mi ella ya está prácticamente en los huesos. Me sonríe y corre un poco para alcanzarme, su forma de moverse, de poner los pies sobre el piso, de mover las manos… todo eso tiene relación a su habilidad; la agilidad. Y es que creo nunca haber visto a una persona tan ágil como Magdalena.
-Sabes que no se debe correr ni gritar por los pasillos- Le mire con aires de reproche pero finamente sonreí; no podía estar molesta con ella- Nos quedan solo cuatro minutos para llegar, es mejor que nos apuremos.
Se podría decir que Magdalena había sido mi primera amiga en este lugar. Ambas llegamos aquí completamente asustadas, pero ella mucho más que yo. Recuerdo que cuando nos tenían encerrados en el bunker acaricie su espalda y le repetía una y otra vez “Tranquila, todo estará bien” mientras las lágrimas no paraban de caer por mis ojos. Muchas veces he pensado que le mentí, pues no todo estuvo bien como yo dije, pero al menos en ese momento logré calmarla. Ese día, al que denomine como “oscuro” aún sigue en mi mente, tiendo a tener pesadillas casi todas las noches, recordando cada detalle de este; cómo fue que nos llevaron a un hospital y luego nos tomaron prisioneros… las cosas pasaron tan rápido que aún no lo logro comprender del todo. Creo que muchos han bloqueado estos recuerdos, pero yo no lo he podido hacer. Es casi increíble el cómo hemos estado pasivos durante todo un mes; sin hacer reclamos y sin hablar de nuestras anteriores vidas. Algunas veces considero que nos dan un tipo de calmantes en la comida los cuales nos tienen así… muchas veces he sentido mareos.
-¿Hoy nos tocan los ejercicios en el aire, no?- La voz de Magdalena me saco de mis pensamientos. Le mire unos segundos hasta volver a la realidad. Cerré los ojos con fuerza y asentí.
-Sí, hoy nos toca volar…- Respondí con un tono algo nostálgico. Siempre había sido pésima en todo tipo de deportes, y por lo tanto andar saltando por el aire no era mi especialidad.- ¡Yupi…!- sonreí con ironía sin dejar de caminar.
Cada día nos tocaba un entrenamiento diferente; el día lunes se hacía todo tipo de saltos en el suelo, el martes trabajábamos en el aire, afirmándonos de los bordes de las barras y saltando de una a otras, haciendo como si voláramos. El miércoles era el día más odiado por mi… correr, a decir verdad todos los días corríamos un poco, pero el miércoles teníamos la “corrida intensiva”, el jueves era el día de la fuerza, teníamos que levantar distintas pesas y cosas por el estilo, fortaleciendo nuestros músculos. El viernes era día teórico; un día en donde nos sentaban a todos en una especie de sala de clases y prácticamente nos lavaban la cabeza con sus ideas retorcidas… el sábado era nuestro día libre, aunque nuestra libertad era muy limitada; podíamos realizar cualquier conducta establecida como adecuada según el reglamento y por nada del mundo podíamos salir de la sede. Y finalmente teníamos el domingo; aquí se combinaban los ejercicios de saltos, carreras y fuerza, era como un repaso de toda la semana.
-¿Crees que la señorita Martínez será hoy muy dura con nosotros?- Magdalena me miro algo asustada. Pero estaba segura que aunque nos pusieran el ejercicio con mayor dificultad en agilidad ella lograría superarlo.
-Eres la alumna favorita de Martínez…- Le mire con algo de cariño y a la vez ternura. De alguna u otra manera sentía que debía protegerla… aunque ella, era mucho más apta físicamente que yo, y por lo tanto siempre tenía mejores calificaciones en las clases de salto y corridas- Sabes que no se te dificultará esta clase…
Todas nuestras habitaciones estaban en la planta número cinco, tanto los alumnos de primero, segundo y tercero se encontraban ahí, el comedor se encontraba en el piso tres, por lo que no había que bajar demasiado. Tomamos el ascensor y pusimos con rapidez el número tres al darnos cuenta que ya no nos quedaba mucho tiempo. Solo podíamos estar en doce plantas del edificio, y todas las otras era de carácter privado. Aunque se pulsara el número de esas plantas una y mil veces el ascensor no iba a parar ahí, a menos que pusiéramos una clave. Me imaginaba que en las plantas prohibidas debería haber información confidencial y distintos laboratorios. En el piso tres se encontraban el comedor y distintas salas de entrenamiento, en las cuales íbamos rotando constantemente según el día.
Nuestro desayuno no era lo más adecuado que digamos, pero al menos era algo. El comedor era una de las salas más pequeñas en todo el edificio, y al igual que todo aquí sus paredes estaban cubiertas de blanco. Me preguntaba constantemente si el blanco era un color de relajación o sumisión…
-¡Chicas, Andrea, Magdalena, por aquí!- Una voz nuevamente me saco de mis pensamientos. Siempre cuando pensaba mucho en algo de alguna u otra forma alguien me hablaba y lograba desconcentrarme. Esta vez era Héctor, él era uno de los hombres con el que más hablaba, aunque realmente solo se comunicaba conmigo para estar más tiempo con Magdalena…- ¡Aquí hay algunos puestos libres!
Mire de reojo a Magdalena y noté como arreglaba con disimulo un mechón de su cabello; no pude evitar sonreír. Nos dirigimos hasta la esquina en donde se tomaban todas las bandejas de comida y cada una saco la suya. Cada bandeja estaba designada para una persona. Estás eran separadas por repisas según nuestro curso y sobre cada una de ellas había un pequeño papel con nuestro nombre. En cuanto leí “Andrea Valenzuela” tome la bandeja. Aquí solo había tres cursos, y cada uno contaba con solo 20 alumnos, aunque nunca se nos dejaba conversar con personas de los otros niveles. La verdad, ahora que lo pienso ni siquiera los hemos visto, o al menos yo no. Se encargan de ponernos diferentes horarios y distintos días de entrenamientos. Se dice que ellos llegaron solo unos meses antes que nosotros, así que prácticamente nuestra edad debe ser la misma; diecisiete años. Camino junto a Magdalena a la mesa en donde están Héctor y Antonio, ambos son del área científica.
-Estuvieron a punto de llegar retrasadas- Antonio sonrió un poco y nos miró mientras nos sentábamos- Ya saben, un minuto de retraso y se quedan sin comer.
-Sí, ya lo sabemos, no hace falta que nos lo repitas- Le mire entrecerrando un poco los ojos. No entendía que tenía en contra de Antonio, pero creo que simplemente de presencia ya no me gustaba- Por suerte hemos llegado a tiempo.
Se hizo un silencio en la mesa durante unos segundos. Silencio incomodo… mire mi bandeja la cual contenía un vaso de leche y una rebanada de pan. Durante las últimas dos semanas mi apetito se había perdido casi por completo, era como si mirara la comida y el estómago me diera un vuelco. También había tenido otros síntomas como mareos, pero me había convencido que estos solo eran parte de mi imaginación y de mis nervios constantes.
-La comida que nos dan es realmente horrible… son muy pocas proteínas y calorías para lo que en verdad necesitamos- Héctor nos miró a todos en la mesa y suspiro- Como mínimo necesitaríamos el doble de cada una de estas porciones.
Héctor era un chico de diecisiete años que aparentada tener sobre veinte. Era alto, contextura delgada, nariz algo alargada, pelo café oscuro siempre alborotado y ya le estaba empezando a salir algo de barba. Pero lo que siempre me había llamado la atención eran sus rasgos faciales, su boca era casi perfecta, y sus ojos de un color verde intenso, si no fuera por su nariz un poco grande me atrevería a decir que, físicamente era perfecto. Él formaba parte del área científica, la cual se encargaba netamente del cuerpo humano y todas sus respuestas ante ciertos estímulos. Muchas veces me ha hablado del sistema nervioso… recuerdo que una vez pasé eso en clases de biología, pero los términos que él usa son mucho más avanzados. El área científica trabaja casi de la mano con la de la tecnología, por lo que he llegado a la conclusión de que están trabajando nuevos métodos para el cuerpo humano, aunque no estoy segura.
-He sacado la cuenta que nuestra dieta de carbohidratos es muy baja, no se siquiera como seguimos en pie con todos esos ejercicios que hacemos constantemente- Le complementó Antonio con aires de superioridad. ¿Por qué este chico me caía tan mal?
-Tal vez nos están convirtiendo en súper humanos ¿No lo crees?- Le pregunte con una pequeña sonrisa de ironía.