Un chasquido de dedos me saca de mi embelesamiento y con las mejillas rojas de vergüenza, desvío la mirada y me echo hacia atrás, apegando la espalda al escalón de las graderías.Mis pensamientos e imágenes relacionadas con Mia haciendo deporte se disipan en mi mente y miro el césped bajo los pies de Denise.
—La estás mirando otra vez, Shawn —insinúa él posando los ojos en la melena rubia en medio de la cancha.
Denise se lleva la mano a la frente para taparse de los rayos calurosos del sol –que por cierto, me están carbonizando la espalda y me hacen sudar como puerco– y suspira con pesadez.
—Un día de estos te atrapará viéndola y después lo hará de nuevo —Se aclara la garganta—, y así hasta que esté convencida de que eres un acosador y te denuncie por pervertido.
Resoplo.
—No la estaba mirando —digo—. Estaba viendo el nuevo par de zapatos de... ¡Henry! —barboteo.
Henry Turpin frunce el cejo en mi dirección y sin saber qué hacer, le muestro mi dedo pulgar hacia arriba.
—¡Fabulosos zapatos, Henry!
Él niega con la cabeza y se vuelve a hablarle a Jazmín, su novia; Denise carcajea ante la situación y le lanzo una mirada recriminatoria.
—Sí, claro, eso es lo que estabas haciendo —musita y me guiña un ojo, acto que me descoloca.
Mi amigo esboza una sonrisa exultante y mete las manos a los bolsillos. Blanqueo los ojos y le enseño mi dedo medio, a lo que él responde con una risa inocente.
—¡La clase ha terminado! —anuncia el profesor desde las graderías contiguas—. ¡Saquen sus traseros de mi campo y vayan a bañarse, repugnantes olorosos! —exigió amenazante, palmeando las manos en señal de que debemos hacerlo o la semana nos hará correr en la pista atlética por más de veinte minutos.
Al rodear mi cuello sudoroso con las manos y de paso, rozar el vello de la nuca, doy cuenta de que mi cabello está húmedo, a causa del ejercicio que hemos hecho. Con discreción, huelo mis axilas y un mohín se traza en mi rostro y quiero ocultarme bajo los escalones: apesto a millas.
Descendiendo las graderías a zancadas, gesticulo un ademán a Denise indicándole que debemos ir a las duchas. Mientras nos dirigimos a los vestuarios, mis pies duelen y a juzgar por cómo me arden los músculos de las piernas, sé que hoy he dado lo mejor de mí. Sigo a Denise, casi pisándole los talones, por lo que se adelanta dejándome metros atrás. Aprovecho la instancia y clavo los ojos en la cancha de entrenamiento, Mia ya no se encuentra allí pero la diviso conversando con una compañera y la entrenadora y profesora de basquetbol Müchkin, a un costado de la pista.
Denise zigzaguea entre los estudiantes, que al igual que nosotros, apestan, y al agarrarme por la solapa de la camisa con la intención de adentrarnos a los dos de un tirón a los vestuarios, Mia se pierde de mi campo visual.
Tras haber buscado la toalla de mi casillero, meto mi desnudo cuerpo a una de las duchas y me percato de que Denise toma por suya una conjunta a la mía. No me sorprendo cuando agua a temperatura fría cae en mi espalda y se desliza hasta caer a mis pies, pues en esta escuela, los fondos se dirigen a otras cosas más "importantes".
Me posiciono bajo el chorro y disfruto las gotas que mojan mi anatomía.
—¿Qué opinas sobre ir a jugar bolos hoy por la noche? —pregunta Denise.
Volteo a verlo y lo observo echarse jabón en el pecho y brazos, que luego, esparce y crea espuma en ambas zonas.
—¿En el lugar de siempre? —cuestiono.
—Sí —asegura—. Solo nosotros dos, como en los viejos tiempos —añade mientras espera a que el agua le quite los restos del producto con esencia de coco.
Vertiendo champú en mi cabello y frotándolo en este, me detengo a analizar las palabras de Denise y asiento despacio, accediendo a la idea.
Como en los viejos tiempos.
Mientras enjabono partes que por el bien de sus castos oídos no mencionaré, pienso en esas palabras: el hecho de que Denise se consiguió novia el semestre pasado no nos permitía salir juntos pues ella constantemente me alejaba de él. No obstante, aunque la relación se terminó hace un par de semanas, Denise se encontraba decaído y salir a la intemperie era lo que menos le interesaba por el momento.
—Sí, ¿por qué no? —digo—. Será divertido —sonrío en su dirección y cierro el grifo de la ducha.
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El usual silencio y las heladas ventiscas que circulan por mi casa a todas horas me envuelven al adentrarme y cuelgo mi gorra en el perchero.
—¡Ya llegué! —informo quitándome el calzado que lleva cuadras torturando mis pies—. ¿Hay alguien aquí?
No hay respuesta y en su lugar, se oye el estrépito de la puerta siendo azotada al final del pasillo.
—Sí, mamá, estoy de maravilla. ¿Que si comí en la escuela? Oh, por supuesto que sí. Ajá, yo también te quiero. —murmuro con sarcasmo, acomodando los zapatos junto a la entrada.
Atravieso el angosto corredor y en vez de adentrarme a la habitación de mi madre y saludarla apropiadamente, paso de largo y me introduzco en mi pequeño cuarto, cerrando la puerta tras mí y arrojando el bolso al suelo.
No alcanzo a sacarme los pantalones cuando mi madre entra de golpe, con un cigarrillo entre los dientes. Suelta una bocanada de humo que se esparce dejando aquella grotesca fetidez en el espacio y lanzo los calcetines al cesto de ropa sucia, esperando a que hable.
—Iremos a ver a tu padre —dice calando otra vez esa porquería—. Y más te vale apresurarte —advierte.
Y sin darme una mirada, se marcha yéndose al salón con la estela de humo siguiéndola por detrás.
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Lovesick
FanfictionPuede que esté loco, pero loco de amor por ella. - portada bellísima de @versacegrl 🖤