AMOR.

769 13 0
                                        

Estaba temblando, quizá por el frío o la rabia que me invadía. No había sido una buena idea, sin embargo, yo quería saber si había cambiado un poco, pero no. Él no había cambiado en nada y quizá jamás lo haría.
Me quedé un par de segundos observando la pantalla de su celular.
Una, dos, tres, diez, veinte, treinta. Habían tantas fotografías de mujeres desnudas, y tantos vídeos de pornografia. Estaba harta. Comencé a prepararme café; esa era mi rutina:
-Sentirme mal
-Hacer café
-Llorar en silencio
-Quejarme por haberlo elegido
-Pensar que Jacob pudo haber sido un mejor esposo.
-Volver a la cama, a su lado y observarlo durante 5 minutos, recordando todo aquello que me enamoró cuando sólo era una niña idiota e inmadura.
-Mirar a nuestro hijo y repetirme una y otra vez "Estoy enamorada de mi esposo, hoy mañana y siempre, amo a mi hijo y mi prioridad es mi familia"
Alexander, mi esposo, no me era infiel. Simplemente era un depravado asqueroso obsesionado y adicto a la pornografia. Y no importaba cuanto me quejara, llorara o gritara, él no iba a cambiar. Las personas no cambian y aún así yo deseaba que él lo hiciera.
Él no era una mala persona, simplemente nunca fue mi tipo. ¿Has oído esa frase "Los polos opuestos se atraen"? Bueno, Alexander y yo éramos el vivo ejemplo.
Siendo opuestos, nos atraían los opuestos del otro; Siempre enloquecía por los músicos ardientes y me encantaban los hombres grandes, fuertes, y con manos rudas, atractivos, con rasgos varoniles y viriles; Alexander estaba lejos de serlo. No tenía ninguna habilidad especial, era delgado y blando, pálido y sus manos eran más suaves y delicadas que las mías.
Él, por otro lado, era fanático de las chicas pálidas, altas, delgadas, con excesivo maquillaje y cara de muñeca, ojos de color extravagante y ese aire de darck. Yo era demasiado baja, mi piel era morena y mis ojos marrones eran lo más común de este mundo. Y él me había elegido a pesar de no ser su tipo.
A mi me encantaba bailar; él prefería quedarse sentado.
Yo amaba las fiestas; a él le gustaba quedarse en casa.
Siempre fui una chica de fiestas, excesos y alcohol; él no.
Sin embargo, a pesar de ser lo opuesto el uno del otro, nos amábamos.
Él tenía miles de defectos, y yo seguía enamorada, perdonándolo y creyendo que cambiaría.
No me hago la víctima, pude dejarlo hace mucho tiempo, y no lo hice ¿Por qué? Amor.
Yo estaba realmente loca por él. Después de medio año conociéndonos, 2 años siendo novios, un año y medio de casados y un precioso hijo, era lógico que lo amara más que a nada.
Alexander siempre sabía como hacerme sentir mal, me destrozaba en segundos, me hería cruel y despiadadamente, me hacía arder en el mismísimo infierno.
Pero también sabía como hacerme sonreír, me hacía sentir como lo más precioso del mundo, era dulce y romántico, era cálido y bueno.
Y yo, constantemente sentía un gran odio hacía él, por todo el daño, las peleas, las decepciones y los errores.
Y al mismo tiempo, sentía el más grande amor, por su lealtad, su gran pasión, su paciencia y su ternura, por sus mimos y cuidados.
Pero así era lo nuestro.
Nuestro amor era tan abrumador, fuerte y tóxico que casi era celestial.

Ámame una vez másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora