INTERLUDE

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Un ChangBin de 7 años se mecía en los columpios tan alto como la fuerza de su impulso se lo permitía. Inexpresivo, con la vista fija en el cielo nuboso, recordaba la imagen de su padre inmóvil dentro de la caja en el salón, y como por más que le llamó el hombre nunca respondió.

ChangBin no quería llorar (no quería seguir haciéndolo). Era solo un niño, si, y no tenía ningún control sobre la vida y la muerte. Pero si hubiera tenido un poder psíquico, cualquiera que fuese, tal vez podría haber detenido la caída de su padre de aquella construcción en la que trabajaba como ingeniero. No era su culpa lo sucedido, se lo repitieron mil veces, pero era la primera persona de su familia que nacía sin ninguna clase de poder. Incluso su hermana ya presentaba uno, aun cuando apenas había aprendido a gatear.

La cosa es que, parecía que se le había ido el color a su vida desde que en la casa sobraba el enorme espacio que solía ocupar su progenitor, y no encontraba de devolver las cosas a la normalidad, al menos lo más normal que podían ser sin él. 

ChangBin no prestó atención de inmediato al niño de campera roja y gafas enormes que se arrodillaba a las flores frente a él, demasiado absorto en el mundo de su pequeña mente. No fue hasta que las flores blancas de verano comenzaron a tornarse del color del arcoiris cuando el niño se percató de la existencia ajena.

El de las gafas se giró de pronto, sosteniendo un par de coloridas flores en sus pequeñas manos y a paso lento se aproximó a ChangBin. Su mirada no expresaba absolutamente nada, parecía demasiado apacible y ajeno al mundo. Pero, cuando sus ojos se cruzaron con los de ChangBin sonrió, y entonces le tendió las flores.

ChangBin de la impresión se dejó caer de cara contra el suelo, soltándose abruptamente del columpio. No se lastimó poco más que el orgullo, avergonzado por hacer el ridículo frente a aquel amable desconocido que corrió a su lado. No le ayudó a pararse, en cambio insistió en que tomara las flores. ChangBin se puso de pie y se sacudió el polvo de los pantalones, tan rojo hasta las orejas. Se aclaró la garganta e infló el pecho para saludar al chiquillo.

—Hola— murmuró tomando las flores entre sus dedos. La sonrisa ajena se hizo más grande, pero no llegó a mostrar los dientes. El en aquel entonces más bajo asintió repetidas veces, y parecía a punto de decir algo, cuando una señora de largas faldas con un feo moretón en el rostro se aproximó gritando hacia ellos.

—¡SeungMin! ¡Rápido, tenemos prisa! —la mujer agitaba la mano en alto y sostenía una enorme maleta. Fue entonces cuando ChangBin notó una pesada mochila a los hombros del mencionado SeungMin

—¿Ya te vas? —ChangBin no ocultó su decepción en sus labios abultados.

—Estamos huyendo de papá— repuso SeungMin como si fuera lo más normal del mundo—. Debo irme, pero quédate con mis flores— apuntó al jardín que había llenado de color.

ChangBin asintió con entusiasmo, tomando la mano del otro pequeño. SeungMin se la estrechó antes de separarse y correr hacia su madre.


El jardín de flores arcoiris se secó tras diez años y, relativamente, ambos fueron olvidando el momento en que se conocieron.

a crown passes by ; seungbinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora