El sonido de la Stravaganzza de Vivaldi provocaba en Bill Cipher en sentido de somnolencia que resultaba ser más afectiva que cualquier somnífero; por supuesto, estaba exagerando pues él nunca había encontrado el descanso en los químicos de una pastilla de fácil acceso en las farmacias y el sueño no era por la suave melodía que provocaba el insomnio.
Soltando un suspiro de frustración bajo la cabeza, haciendo que está chocara contra el vidrio del mostrador; hasta ese momento, le sorprendía que nunca se rompiera, haciendo que uno de los fragmentos atravesara algo vital de su cuerpo, matándole de forma patética. Eso sería demasiado divertido.
Pero desgraciadamente morir era un acto único de la cual uno no podía obtener más que un mísero sentido sobre la experiencia antes de caer al abismo eterno de la muerta, ya no le resultó tan divertido y decidió ya no pensar más en eso.
Moviendo la cabeza un poco, sus ojos amarillentos si fijaron en uno de los tantos relojes que se exponían en la pared. Su favorito era un reloj grande de color negro cuyos números metálicas blancas mostraban una versión abstracta y desfiguraba de sí mismo, así como las agujas que mareaba la hora. Era completamente inútil, pero era lindo a la vista y suponía que, por lo mismo, valía totalmente la pena. Y tal vez por eso también aún seguía sin renunciar todavía; o necesitaba el dinero, la verdad era que el ocio hacia que en el enfoque de las cosas se vieran distintas sin ninguna razón lógica que lo sustentaran.
–Bill ¿Qué se supone que estás haciendo? —el grave sonido de la voz de su jefe lo hizo levantarse de un salto para erguirse completamente mientras ocultaban su fastidio en una expresión indiferente ¿Por qué tenía que asustarlo siempre?
Jack Unterweger era su nombre. Para tener 40, aquel hombre alto y delgado no aparentaba su edad, viéndose más joven. Su piel era de un blanco exagerado que parecía aún más enfermizo con las ropas y su cabello negro. Y si todo eso no era suficiente como para que aquel hombre no fuera más peculiar, sus ojos multicolor, producto de una extraña mutación era un extra para que muchos con sólo verlo lo consideraran como alguien peligroso.
Excepto Bill, él sólo le tenía miedo a su profunda y grave voz que sentía como profanaba en lo más profundo de su ser. Pero su aspecto, eso era demasiado genial, al igual que aquel reloj extraño.
—Tomó un descanso —respondió con todo el descaro que su cuerpo de 15 años pudiera contener. El hombre que se acercaba ni siquiera es inmuto ante sus palabras.
—No cuando trabajas —contradijo Jack y Bill uso todo su autocontrol para no roda los ojos en un cliché exagerado del enojo.
—Tampoco es que pueda hacerlo si no hay gente —señalo el local casi vacío y antes de que el hombre objetara algo decidió que lo mejor que podía hacer era continuar—. Y ya hice mis deberes, no tengo nada que hacer.
—Supongo que tienes razón —asintió el hombre para gran sorpresa del chico—. Tal vez deberíamos cerrar un poco más temprano en esta ocasión.
Aquellas palabras le sonaron cómo las más bellas que había escuchado en su vida y si era sincero consigo mismo sentía que podría abrazarlo.
—Sí, creo que eso sería lo mejor —asintió tratando de sonar lo más serio y profesional, fracasando en el proceso.
—Igual no hay nada que hacer —soltó el hombre quedando en frente del mostrador y puso sus esqueléticas manos en esta —. ¿Tienes planes para esta noche, Bill?
El rostro del adolescente parecía un poema cuando escucho aquellas palabras mientras retrocedía un paso para atrás. Sabía que su jefe era raro, todos lo sabían para aquella pregunta le hizo sentir incomodo ¿por qué le había preguntado eso?
Porque quería saber si estaba libre ¿y con qué propósito? Nada bueno, eso era seguro. Recuerdos flotaron en su cabeza como globos gordos de helio y se sintió incapaz de hablar y asintió con la cabeza.
—Qué lástima. —El lamento de Jack sin duda era una de los más falsos que había escuchado en su vida—. ¿Qué harás?
—No se puede hacer muchas cosas en la noche —respondió de una forma inusualmente inocente a su alrededor —, sólo iré por mi hermano y después sólo iremos a casa —agregó.
—¿Quieres que te acompañe? No es seguro que un niño como tú está solo en las calles.
—No —negó de inmediato, llamando la atención del adulto. Sintió que le había pegado, pero no sabía en qué específicamente —. No hace falta, no es la primera vez que voy solo y tampoco ya soy un niño que necesita cuidados. —Lo último dicho si parecía un reproche hecho por un infante, pero a esas alturas parecía darle igual.
—Eso parece —comentó con un sarcasmo tan notable que el rubio frunció el ceño fastidiándose de forma involuntaria como un espasmo muscular. El hombre sólo sonrió—. Bien, prepara todo y me avisas a mi oficina para cerrar ¿está bien?
Bill asintió de nuevo, sintiéndose mudo por la ira; seguramente si ebria la boca lo único que saldrían serían insultos y, aunque eso sería demasiado complaciente, necesitaba ese trabajo. Sin embargo, eso parecía la respuesta que esperaba, pues Jack dejo de sostenerse en el mostrador para irse al fondo de la tienda donde había un pequeño muerto que hacía por oficina.
Cuando se encuentro solo de nuevo, se apuró a poner todo en su lugar para que todo fuera funcional para él chico que trabajaba en el siguiente turno y cuando acabo reunió sus pocas pertenecías y abrigándose para ir a la oficina, sin querer ir realmente.
Sus pies se detienen apenas unos centímetros de la puerta de la oficina y se preguntó si debía de tocar o entrar como si fuera su propia casa; escogió la segunda opción.
La oficina de Jack a pesar de tener un tamaño reducido, era demasiado agradable. Las paredes estaban pintadas de rojos y los mobiliarios típicos de oficina con un estilo gótico victoriano que le hacía ver que todo lo tomaban en serio.
Jack apenas le prestó atención, aún su mirada se mantenía el portátil que se mantenía en el escritorio con una expresión tan neutra que sentía que los muñecos voodoo que tenían más vida que aquel hombre.
—¿Señor Unterweger? —le llamo dudoso, pero le seguía ignorando, ya me voy ¿necesita algo? —preguntó ocultando el enojo por ser ignorado.
—Nada, yo cerraré así que no te preocupes —negó el hombre y Bill se fue sin despedirse. Típico de él, pero no podía culparlo, era un muchacho.
Paso cerca de media hora que Bill se había ido cuando Jack terminó y salió. El frio le colaba hasta los huesos a pesar del pesado abrigo que le cubría. Incluso podía ver el humo de sus exhalaciones, no obstante, tenía que permanecer en su lugar. Pronto llegarían por él y ya no tendría frio. Aunque, reconsiderándolo ¿eso era lo mejor? No estarían felices con la noticia que el muchacho que no se encontraba no estarían felices con la noticia que él muchacho no se encontraba a su lado. Ya los convencería que era lo mejor así, que ya llegaría la hora adecuado en la que mostraría a Bill como realmente era el mundo bajo un manto de sangre y dolor.
Continuara.
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Demonios.
Fanfikce¿Quien no puede confiar en la inocencia de un niño? Advertencia: Este fic tocara temas que pueden dañar la sensibilidad por la crudeza de sus escenas, si crees que esto puede ir mas alla de ti, se recomienda discreción.