La casa encantada

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Cojí el libro y lo guardé debajo de la cama en una caja de carton. No estaba dispuesta a volver a leer ese libro de nuevo.

Subí a la habitación de la abuela y me quedé con ella toda la tarde viendo la televisión. Llegada la noche, preparé la cena: una sopa de verduras para la abuela, y para mí, una hamburguesa con patatas. Despues de la cena recogí los platos y duché como pude a la abuela... no es que fuese cosa facil pero la metí en la bañera como pude. Después de asearla bien, me la lleve a la terraza, para ver las estrellas e intentar combatir el calor que dentro de casa hacía. Despues de una hora hablando, la metí de nuevo dentro y la acosté en su cama. Parecía un bebé, no es como el tío Sam decía; que era muy arisca y protestaba por todo. O por lo menos por ahora.

Bajé al comedor y me puse a leer un libro, entre hoja y hoja me quedé dormida, ultimamente me pasa demasiado.

El timbre de la puerta me despertó del sueño.

-¿Quién será a esta hora?

Miré por la mirilla pero hay no habia nadie, abrí con cuidado la puerta.

Había un paquete en el suelo. Lo cojí y cerré la puerta.

Era un paquete pesado, envuelto en un papel marrón tipico de paquetes con una cuerda que lo mantenia cerrado.

Lo puse encima de la mesa. intenté abrirlo pero no podía deshacer el nudo así que fuí a la cocina y busqué un cuchillo. Volví al salón y con el cuchillo rompí la cuerda y pude abrir el paquete.

-¡Una maquina de escribir de cuerda, nunca he visto nada igual!.

Le dí cuerda y la maquina empezó a escribir, pero no tenía papel. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante forma de enviar un mensaje?

Abrí un armario que había frente a mí que había muchos papeles, tintas y plumas. Deberían de ser del abuelo.

Cojí hojas de papel y las puse en la máquina. Le colcí a dar cuerdas y la maquina se púso a escribir, pero la cinta de la máquina de escribir no tenía tinta así que quité la cinta, y con las tintas del armario del abuelo, empapé la cinta en la tinta.

Con unas pinzas y con cuidado de no mancharme, la coloqué de nuevo en la máquina de escribir, volví a darle cuerda y la máquina se puso a escribir. Cojí el papel y ponía:

Querida Sara:

Nos gustaría invitarte a nuestras clases en la Escuela de Espiritismo. No solo tendrás la posibilidad de conocer a un médium famoso, ¡sino que también verás fantasmas!.

Venga al Hotel Mayor, habitación 214 a las 11:00 pm

Susan Hibes.

He soñado con ir a una todo mi vida... Espero que no me decepcione. Me pregunto por qué me invitarían a mí, y de esta forma.

Eran las diez y media de la noche, la nota decía que debería de estar allí en media hora. Subí a la habitación de la abuela y ví que estaba dormida. Le dejé una nota que no tardaría en llegar y le dejé el telefono de casa cerca por si pasaba algo que me llamara.

Salí de casa y cerré con llaves. Cojí un taxi y fui a la direccion indicada. Pegé en la puerta de la habitacion 214, pero no contestaba nadie. Volví a pegar esta vez con la mano y me dí cuenta que estaba abierta. Pasé y cerré la puerta. Un largo pasillo oscuro separaba la entrada de la siguiente habitación, en ese pasillo habia gabardinas colgadas de los percheros, cuadros antiguos y relojes de cuerda altisimos. Me llamó la atención una ouija entre otras cosas como pendulos, cartas de tarot, una bolsita con piezas pequeñas cuadradas con letras y un pequeño libro que había dentro de un maletín abierto.  Aún no estaba muy convencida de que existieran escuelas de espiritismo. Al fondo del pasillo había una mesa redonda con una extraña bola en el centro y 5 personas al rededor con sus manos puestas encima de la mesa. Al entrar yo a la habitación se me quedaron mirando los 5. Yo me asuste mucho y le dí el papel donde decía que viniese.

Necronomicon. El poder del libro malditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora