Parte seis

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Idiota.

Imbécil.

Cerdo.

Lo odiaba.

En simples palabras no quería volver a verlo. Nunca pensé que estaría tan afectada. Pero estaba malditamente enamorada de aquel bastardo. Dios, solo a mí me pasaba estas cosas. Me había entregado a él, con la esperanza de que él se diera cuenta de que le entregaba algo preciado de mí.

Pero el muy estúpido se creyó mi cuento de que solo había sido sexo. Y no lo había sido. Le había entregado mi virginidad. Y él solo pensaba que yo era una más en su lista. En su maldita y absurda lista.

No se había percatado de que era virgen. Estaba humillada. Me sentía sucia. Y aquella sonrisa de alegría que él había hecho cuando le di libertad, hacía que mi corazón se partiera. Fue entonces que me di cuenta de que él no estaba interesado en mí.

Me remarqué una y otra vez que si él se hubiera interesado en mí, entonces hubiera ido hacia mí y me hubiera besado, me hubiera abrazado y me hubiera pedido que no lo dejara. Pero como todo hombre, su libertad valía más que una noche. Y yo como toda mujer, había quedado destrozada.

Mi peor primera vez.

Debo admitir que tenía experiencia sobre sexo. Pero él se había llevado lo único más preciado que me quedaba. Y ahora me sentía la peor basura del mundo. Me sentía usada, esto era horrible.

Y otra vez volvía a mi mente su sonrisa complacida y sus pasos atravesar la puerta de mi oficina. ¿Por qué tuve que dejarlo entrar? ¿Por qué tuve que llevarlo a mi cabaña? ¿Por qué me entregué a él? Porque lo amaba. Sí. Y porque siempre creí en el amor a primera vista, y eso ahora me condenaba.

Cuando sus ojos mieles me atravesaron por primera vez, sentí mi pulso aminorarse, y luego palpitar muy rápido. Como mujer de negocios, siempre supe disimularlo, o eso creí. Hasta que lo tuve detrás de mí diciéndome cosas que me hacían sentir el deseo a pleno.

Creí que luego de eso no iba a alejarlo más de mí.

Pero luego pensé que él no debía estar atado a mí por una simple noche. Por eso intenté probarlo, pero me encontré con que él eligió su libertad, antes de mí. Prefirió seguir acostándose con una y otra todas las noches antes que a mí.

La estúpida _______ Anderson que le había dado la virginidad.

Y eso no fue lo peor, lo peor fue que él no se dio cuenta de que lo era. Y eso me dolía. La mayoría de los hombres sabía cuando una chica era virgen. Pero Justin estaba tan cegado por su maldita calentura que no se fijó en mí, solo en sus necesidades físicas.

*

Necesidad física.

Eso había sido para ella.

Luego de cinco meses aun seguía pensando en aquella noche. La noche en que descubrí que mi corazón sintió amor. Pero ahora estaba tan lejos de eso, que me sentía vacío. Ella era inalcanzable, lo supe desde que dejé a un lado su rostro de decepción y me fui con mi orgullo hacia otra parte.

¿Te hace menos hombre decir que estás enamorado?

Eso me pregunté una y otra vez desde aquel día. Y hallé la respuesta.

Fui un cobarde por no decirle lo que sentía en verdad, tuve el maldito temor de recibir un "no siento lo mismo" por su parte. Pero cuando me di cuenta de que ella sentía lo mismo hacia mí, entonces ya era tarde.

En mi mente recreaba unas líneas de disculpa, por si algún día llegara a verla nuevamente. Me plantaría frente a ella y le diría lo malditamente imbécil que fui. No tuve que dejarla ir. Mucho menos sabiendo que ella me había entregado su virginidad. ¡Infiernos! Que idiota eres Justin Drew Bieber.

En la oficina de la jefaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora