Parte uno

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- Justin, en su escritorio tiene el suficiente trabajo como para mantenerse encerrado por el resto de la tarde.

Su voz era una vibra sensual, mi polla reaccionaba con cada acción suya. Era una mujer con todas y cada una de las letras. Su voz sonaba tan seca y fría, estricta y dominante.

No podía esperar a sentirla vibrar contra mi cuerpo. Deseaba que sus tetas estuvieran presionadas contra mi pecho y sus labios contra los míos. Besándonos hasta introducir nuestras lenguas lo suficiente como para que la calentura crezca entre ambos.

- ¿Justin?¿Me ha escuchado? - inquirió con voz cortante.

Estaba de espaldas a mí. Traía una falda que le rozaba las rodillas, su culo se apretaba perfectamente contra la tela azul oscura de su falda. Sus piernas bronceadas y largas, con uno tacones negros y una camisa blanca de tela ligera, que se translucía lo suficiente como para dejar notar su sostén de color crema.

Cerré la puerta de la oficina mientras en el ambiente solo se oían mis pasos y ruidos de papeles que ella movía, rebuscando entre la cajonera contigua al escritorio. Su cabello era castaño, lacio y sedoso, llegaba hasta por encima de su cintura, remarcando su culo aun mas si esto le era posible. Me imaginaba con sus cabellos entre mis manos en forma de coleta mientras ella me propinaba una buena mamada.

Mi polla punzo contra la tela de mi pantalón. Mis manos se formaron en puños y proseguí caminando hacia ella. Quien no decía ni una palabra, raro en ella. Creí que me sacaría de su oficina apenas.

Alcance su cintura con mis brazos e hice que su culo se frotara contra mi polla. Corrí su lacio cabello a un lado dispuesto a hablarle.

- ¿Lo siento jefa? - presione mi pene contra su culo y oí un suspiro por su parte.

- ¿Qué haces Justin? - pregunto.

Su cuerpo estaba encerrado entre mi cuerpo y la cajonera. Sentí sus manos contra mis caderas y di un embestida. Estaba duro, caliente y sin duda toda la sangre estaba inyectada en mi verga.

Necesitaba una mamada. No podía esperar a tener sus húmedos labios junto a su lengua mojando la piel sensible de mi polla.

- Hago algo que he estado planeando durante todo este tiempo. - conteste.

Hice que su cuerpo girase y sus ojos grises se fijaron en los míos. Su mirada era indescifrable. Parecía haber un rastro de travesuras pero a la vez, se mantenía a flote su expresión dura, que regia como jefa de la empresa.

Acerque mi pulgar para delinear sus labios. Y sorpresivamente ella lo lamio de una forma tan erótica que no pude evitar que un gemido rondo se escapara de mis labios.

- Al fin te decides. - murmuro sensualmente contra mi oído.

¿Ella había estado esperando que tomara la iniciativa? Infiernos, estaba lamentándome oír no haberlo hecho antes. Sentí sus manos aflojando mi corbata y tirándola al suelo y luego vi como desabrochaba cada botón de mi camisa, tocando con sus frágiles manos mi pecho. Mi camisa quedo fuera de mis pantalones y luego en el suelo.

Se sentía bien. Muy bien.

Sus labios estuvieron en mi cuello y su lengua trazo un camino desde mi cuello hasta mi mandíbula. Sus labios llegaron hasta los míos y los devore sin vergüenza. Mi lengua penetro su boca y ella gimió, colocando sus brazos alrededor de mi cuello.

Una de mis manos bajo hacia su estomago. Levante su falda para que su culo quedara expuesto, solo cubierto por lo que parecía un tanga. Frote mis dedos contra sus sexo húmedo, aun por encima de la fina tela que estaba empapada.

- Estas mojada para mí. - susurre en su oído.

La sentí temblar contra mi cuerpo. Justo como lo quería.

Sentí una de sus manos frotando mi polla sin previo aviso y maldije en sus labios. Para asaltarlos nuevamente al mismo ritmo que mi mano se movía contra su clítoris y su mano jugueteaba con mi polla por encima de la tela del pantalón.

En la oficina de la jefaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora