Moralidad.

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Estuve algo ocupada esta semana, tratando de disfrutar mis últimos días de vacaciones xD Pero bueno, espero que la espera (obvien la redundancia) valga... hice lo mejor que pude. 

Capítulo XVI:

                                                          Moralidad.

Nunca me consideré una persona extremadamente moral, aunque sí estoy bautizada. Si bien esto no me ata específicamente a ninguna obligación, siempre vi el hecho de ser católico por conveniencia como una excusa pertinente a la hora de tomar grandes decisiones. Después de todo, ¿no hay un mandamiento para esto? ¿Algo como “no codiciarás los bienes ajenos” o “no codiciarás al novio de la vecina”? Si ese último no existe, sin duda debería comenzar a estar en vigencia.

Nunca me vi como alguien decente, pero es que tampoco me gusta mentir. No es que no pueda, simplemente no me gusta. ¿Sabían que el cerebro se esfuerza el doble al momento de mentir que al de decir la verdad? Mentir es exhaustivo, decir la verdad no siempre satisfactorio, y hacer lo correcto una mierda.

En conclusión ser una persona moral apesta.  

—¿Podrías dejar en paz el radio? —mascullé remarcando cada una de las palabras con énfasis.

Había intentado manejar mi irritación en creces, o sea no es como si no supiera que él también estaba irritado pero ¿qué rayos ganaba paseándose por todas las estaciones de radio? ¡Nada!

—Bien… —siseó en respuesta, dejando una estación de música country que no hizo mucho por atenuar el denso clima dentro de la camioneta.

En cuanto iniciamos el viaje nuevamente, entre los dos se instaló ese tipo de silencio en el que básicamente puedes oír los pensamientos del otro. Y yo no necesitaba ser un genio para poder decir lo que estaba pensando, incluso puedo decir lo que ustedes están pensando. Oigan, no crean que yo no lo he pensado ya. La cuestión aquí es que siempre había sido de esas estúpidas que se ponen en el lugar del otro, si la situación fuese a la inversa realmente me gustaría que la mujer en cuestión—aquella culpable de acabar con la felicidad de mi pareja—se detuviera cinco segundos a pensar en mí. En el daño que haría, en lo idiota que me sentiría sabiendo que le confiaba a mi novio para hacer un favor y terminaba trincándoselo. No sé ustedes, pero creo que a mí no me sentaría bien. Esto no es una cosa de negar lo que quiero, es obvio que no soy buena fingiendo haber superado mi atracción hacia el idiota. Sí, me gusta. Ustedes lo saben, yo lo sé, dejémoslo ahí.

Suspiré echando la cabeza hacia atrás indignada hasta con mis propios pensamientos, no estaba segura de cuánto tiempo teníamos aún por delante y si las cosas iban a seguir así, bien podría ir pensando otro método de transporte para regresar. No me agradaba la sensación de estar obligándolo a hacer esto porque se sintiese responsable, yo no era su responsabilidad. En todo caso, su responsabilidad lo esperaba en casa.

—Tuve la oportunidad… —Su voz cortó el hilo de mis pensamientos, y tras pestañar un par de veces lo miré confusa—. De marcharme —agregó, dándome un rápido vistazo—. Me preguntaste qué habría hecho en su lugar, si hubiese tenido la oportunidad.

—Ah… —Por un momento me costó relacionar sus palabras con la raíz de la conversación, pero luego de pensarlo un segundo supe que se estaba refiriendo a lo ocurrido con Tino—. ¿La tuviste?

—Sí.

Fruncí el ceño, desconcertada, pues hasta donde sabía Cameron nunca siquiera había tenido aspiraciones de abandonar el pueblo.   

—¿Cuándo? —pregunté en un murmullo. Él sonrió de medio lado, como si repentinamente volviese a revivir el recuerdo.

—No mucho después de que tú te fueras. —Al menos en esa ocasión no había sonado tan acusatorio—. Obtuve una beca completa para R.I.S.D.

Lo que sé de Cameron Brüner. (Bitácora 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora