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Y ahí estaba yo

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Y ahí estaba yo.

Corriendo por el verde césped con un hermoso vestido.

Esperando a que al llegar al sol, él estuviera esperándome con los brazos abiertos.

Y así fue.

Ahí estaba él. Sus ojos brillaban a la luz del atardecer mientras me esperaba con una sonrisa.

Corrí más rápido aún. Ansiosa de probar esos labios de nuevo.

Al llegar a él, me cargó de la cintura y me dió vueltas en el aire. Los dos reímos y sin dudarlo acercamos nuestros rostros y...

—¡Señorita Carson!—Escuché gritar a una bruja.

De vuelta a la dulce realidad...

Me quité los audífonos lo más rápido que pude, me había desconectado por completo.

La ví a los ojos, ¡Oh! Es sólo la maestra. —¿Sí?

—Le hablé más de tres veces y no contesta, ya se le ha dicho que no están permitidos los audífonos en clase.—Colocó sus manos en jarras.

—Lo siento—. Dije en un tono casi audible.

Si algo me había planteado durante toda mi existencia es "No llames la atención, no lo hagas." Pero desgraciadamente, al tener las miradas de todos hoy, he roto mis propias reglas...

—¿Qué hacías, Shakespeare?¿Escribiendo?—Una sonrisa pícara adornaba su rostro.

Rodé los ojos.— ¿Se nota mucho?—Visualicé a mi clase. La Tronchatoro  se había puesto a dar su aburrido discurso de átomos otra vez.

—No, para nada...—Sarcasasmeó.

¿Esa es una palabra? ¡Pfff qué importa!

—Hablo en serio—. Fruncí el ceño.

—Yo igual...—Se cruzó de brazos. Se le veía tierno.

¡Argh! ¡Este chico va a provocarme el suicidio!   De alguna manera.

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