Antes de eso era una chica feliz, quizás demasiado. De esas que te sonríen sin conocerte y si te ven llorando se acercan a contenerte con un chocolate, ahora lo sigo haciendo pero no tan seguido y casi lo siento obligado. Bailaba sobre el cordón de la vereda y cantaba canciones de la nada, poniendo el alma en cada nota desafinada. Ahora ya no bailo en los cordones de la vereda, camino de vez en cuando y cuando canto solo intento afinar y que ningún sentimiento se escape en la entonación, no sea cosa que se me escape y sienta cada vez menos o ya no sienta.
Antes de ese sábado a la tarde el 29 de septiembre solían decirme que sonreía con la mirada. Nunca entendí esa frase ¿es como decir que una parte de tu cara tiene otra cara? o ¿qué el órgano destinado a ver puede cumplir la función de otro y que también puede sonreir? No entiendo. Tampoco tiene mucho sentido entenderlo ahora que ya no sonrío con los ojos o ya no me lo dicen.
Sentí desde el primer llanto que debía contarlo que eso no se debía callar y que no podía pasarle a otra. Supe desde el primer sollozo pre-calma que si lo contaba ese sentimiento de suciedad interna iba a ser más grande y que la repulsión hacia algo de lo cual no era culpable iba a destruir la posibilidad de volver a reír a carcajadas como antes. Tal vez iba a volver a reír pero nunca más con esa carcajada profunda que sale del estómago y resuena por toda la habitación o quizás si lo hiciera, pero no iba a ser verdadera como las que fueron antes de ese sábado a la tarde.
Hoy a dos meses puedo decir que nunca volví a reír sin sentirme culpable, que todavía siento de a ratos que algo va a lastimarme y me encierro sola a llorar en el baño del lugar donde me encuentre. Pienso de a ratos que si me hubiera muerto ese día esto no dolería tanto, me da miedo encontrarlo en los pasillos de la universidad en algún momento.
Doy gracias de no haber quedado embarazada en ese momento, no sé como hubiera reaccionado. Me cuestiono el seguir siendo buena con todos y reafirmo mi idea de lucha ante una sociedad tan injusta.
Pasaron dos meses y estoy segura que nunca más voy a dejar pasar una injusticia, pasaron dos meses y todavia no puedo ver mi cuerpo sin llorar, pasaron dos meses y la burbuja de aire en el pecho a causa de los nervios sigue apareciendo, aunque cada vez menos seguido.
Antes de esos dos meses yo era feliz.