El Castigo

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           James había ido a beber a su bar regular, como hacía todos los días luego del trabajo para evitar a su mujer, que según él era una maldita perra frígida que no servía ni para cocinar, un desperdicio de mujer, además de mantenerse apartado de esas ladillas ruidosas llamadas hijos, estaba arrepentido de que un par de calentones le hubiesen quitado su libertad. Además en aquel bar muchas veces conseguía una nueva conquista y esta vez tras beber un largo trago de su cerveza vio a su próxima víctima.

         Aquel lugar era un viejo bar de mala muerte, asientos destartalados, luces parpadeantes de neón, un viejo y gordo cantinero que limpiaba las copas con un trapo manchado por grasa y por quién sabe qué porquerías más. Era un establecimiento que recibía dudosa clientela, toda clase de pandillas, criminales de poca monta, vagabundos y las favoritas de James, prostitutas, aunque en ese momento no había ninguna allí. Sin embargo vio que a un par de asientos de distancia de él había una belleza pelirroja que desentonaba con la estética del lugar. Largo cabello, brillantes ojos verdes y de cuerpo escultural, su vestido azul con espalda descubierta tenía un grandisimo escote que a ojos de James guardaba dos exquisitos y grandes tesoros. James se mordió el labio, se quitó su sortija de casamiento y dijo para sus adentros.

         ㅡ Esta perra es míaㅡ y caminó hacía ella.

         ㅡ Hola muñeca ¿Te invito un trago? ㅡ Le dijo intentando sonar galante, pero el olor a alcohol y la voz ronca se lo impidieron.

         La mujer lo ignoro y dio media vuelta para continuar bebiendo su martini, algo que hirió la frágil hombría del bebedor quien le puso la mano en el hombro y le dijo con una sonrisa pervertida.

        ㅡ No te hagas la difícil, conmigo te vas a divertirㅡ

        La mujer le quitó la mano violentamente y lo miró de arriba a abajo, hizo una mueca con sus labios bermellón.

        ㅡ Quizás tengas razón podría divertirme un poco contigo, estoy bastante aburrida, pero dejame llamar a una amiga, así será más divertidoㅡ La muchacha esbozó una sonrisa picaresca.

        James pensó que sería su día de suerte, al fin se le daría esa fantasía que tenía de hacer un trío con dos chicas super calientes.

        ㅡ Sígueme, vamos a mi apartamento ㅡ La mujer lo tomó del cuello de su camisa a cuadros con un dedo e hizo que lo siguiera.

        Caminaron unos quince minutos por una oscura calle hasta llegar a un viejo bloque de apartamentos grises y llenos de graffitis. James fue guiado por la chica, quien dijo llamarse Lily, por unos caminos empedrados hasta la entrada del edifico, un palier casi sin pintura en las paredes y con los vidrios exteriores rotos o inexistentes. Luego subieron por un desvencijado ascensor hasta el segundo piso y entraron por una puerta que tenía en el centro lo que antes había sido un número dos pintado en blanco y que ahora no era más que unas curvas borrosas.

         El apartamento de la chica era de lo más común, pintura blanca en las paredes, algunos cuadros genéricos de frutas y animales colgando de las mismas, un sofá de cuero negro que miraba hacía un televisor de pantalla plana, tres puertas, una de las cuales daba a una pequeña cocina que parecía no haber sido usada en mucho tiempo, otra llevaba al baño y la última al cuarto de Lily, a donde se dirigió James cuando la chica le dijo que se iba a refrescar en el sanitario y que se pusiera cómodo.

          James se quitó la ropa y se rasco su estomago abultado y peludo, tomó asiento en el borde de la cama a la espera de su "conquista". Minutos más tarde Lily cruzó el umbral de la puerta, ahora tan solo vestía un corset de cuero negro, que le dejaba los voluptuosos y blancos pechos al descubierto, una tanga de encaje a juego y botas de cuero con tacones de aguja, esto excito de gran manera a aquel hombre, quien no pudo contenerse y acaricio su miembro.

Susurros en la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora